El redescubrimiento de esta urbe reactiva el orgullo indígena y abre una discusión política sobre territorio, turismo con memoria y el futuro cultural de Chiapas
AQUÍNOTICIAS STAFF
En el corazón de la Selva Lacandona, una ciudad dormida por siglos volvió a la luz: Sak‑Bahlán, la última urbe de los mayas rebeldes, ha sido redescubierta. Lo que por años fue una leyenda entre arqueólogos y cronistas, hoy es realidad verificada: un equipo interdisciplinario localizó los vestigios de la ciudad gracias a nuevas tecnologías de geolocalización y al cruce de fuentes coloniales. El hallazgo no solo es un acontecimiento histórico y científico, sino también tiene trascendencia política.
Sak‑Bahlán fue el bastión final de los mayas lacandones, resistentes a la conquista. Durante casi 300 años permaneció oculta, protegida por la selva y por el silencio indígena. Su redescubrimiento marca un nuevo capítulo para Chiapas, donde la identidad indígena y la autonomía territorial se reafirman con cada piedra desenterrada.
En tiempos de conflicto por tierra, territorio y cultura, el renacer de esta ciudad prehispánica en Montes Azules —una de las zonas más biodiversas del continente— trasciende el ámbito arqueológico: es una oportunidad para repolitizar el turismo, apostando por modelos comunitarios y sostenibles que no repitan el extractivismo turístico de otros polos.
La Secretaría de Turismo estatal y la federación, en coordinación con la UNESCO y universidades mexicanas, han iniciado las primeras mesas para establecer rutas de turismo patrimonial con enfoque comunitario, particularmente desde comunidades lacandonas cercanas a los márgenes del Usumacinta.
El desafío no será menor: ¿cómo preservar sin explotar?, ¿cómo abrir la selva al mundo sin cerrar la historia de los pueblos originarios? Chiapas tiene frente a sí una gran disyuntiva: convertirse en modelo de turismo con memoria o en zona franca de la selfie sin contexto.
El redescubrimiento de Sak‑Bahlán no es solo el hallazgo de una ciudad, sino el llamado a una conversación profunda sobre el pasado indígena, la autonomía cultural y la dignidad territorial. En medio de tantas urgencias, que la historia vuelva a hablarnos es una oportunidad política que no debería desperdiciarse.