Como otros fenómenos que he expuesto en este espacio, la salud mental también tiene efectos diferenciado entre mujeres y hombres. Según la OMS, las mujeres enfrentamos más factores de riesgo frente a trastornos mentales debido a la violencia de género, la desventaja socioeconómica, la desigualdad de ingresos y oportunidades y la responsabilidad de cuidado de los demás, asignada culturalmente.
Ciertos estigmas sociales limitan a las mujeres desde que son niñas. Un ejemplo de ello es el escrutinio al que se somete la imagen de la mujer desde su cuerpo. De acuerdo con la organización inglesa Youth Sport Trust, en un estudio reciente se encontró que 37% de las niñas no participan en actividades físicas en la escuela debido a su periodo, cifra que ha aumentado casi 10% en 3 años, los otros dos motivos que causan baja participación son, no tener confianza en sí mismas (33%) y la exposición a ser vistas por otras personas (33%). La encuesta realizada a 27,867 niñas en edad escolar revela que estas barreras al desarrollo, que se han ido agudizando, impactan la vida de niñas y mujeres por factores psicosociales como la aceptación sobre sus cuerpos (que puede llevar a trastornos alimenticios) o del tabú sobre el proceso biológico y natural que es la menstruación (que genera aislamiento).
Adicionalmente, situaciones complejas, como las que se ha vivido por COVID-19, agravan riesgos para la salud mental e incrementan las muertes por suicidio como se ha documentado durante y después de periodos de recesión económica y catástrofes a gran escala. Niñas, niños y adolescentes viven o vivieron en confinamiento, con la suspensión de clases y otros factores, que pueden generar afectaciones graves en las etapas de desarrollo y salud mental por falta de convivencia comunitaria y por segregación social.
Hay deserción escolar y mayor desigualdad, además de vulnerabilidad ante la violencia familiar y el terrible incremento en embarazos en menores de edad. Aunque las cifras de suicidio suelen ser más altas para los hombres, las tasas más altas de suicidio femenino se registran en los países de ingreso mediano bajo y la depresión representa 41% de los problemas de salud mental en las mujeres, mientras que en los hombres llega a 29.3%.
El estigma social y la falta de conciencia siguen siendo los principales obstáculos para evitar tragedias como la que representa la cuarta causa de muerte entre jóvenes de entre 14 y 29 años: el alza de las cifras de suicido en el mundo que cada año se lleva la vida de 703 000 personas –y se calcula hasta 20 veces más intentos–.
Se debe actuar tomando en cuenta las desigualdades de género, las necesidades y desafíos que enfrentan las niñas, al tiempo que se deben fortalecer las políticas públicas en favor de la salud mental desde una perspectiva de derechos humanos y también de construcción de futuro.