El hackeo de cuentas de WhatsApp aumentan cada vez más, aquí tres casos que narran cómo es vivirlo, el modo de operación y las lecciones
Todas las noches, en el teléfono de Charlotte, una creadora de contenido digital de 27 años, se activa el modo «no molestar» para que no suenen las alertas de mensajes, notificaciones o las llamadas. La noche del 30 de diciembre, Charlotte recibió cinco llamadas telefónicas de números desconocidos provenientes de Estados Unidos, a los que no respondió. Después llegaron tres mensajes con un código de verificación que no les tomó importancia.
Pero el domingo 2 de enero su WhatsApp fue hackeado a las 6:00 horas, tras recibir una llamada de un supuesto primo que vivía en el extranjero y pensó que se trataba de un familiar.
«Me llamaron por mi nombre y me dijeron que era mi primo que estaba en el extranjero, seguimos platicando sobre cómo nos la habíamos pasado en Navidad y Año Nuevo, hasta que me dijo que estaba en el aeropuerto y se cortó la llamada», narra. Después de eso, ya no pudo acceder a su cuenta, lo que le aparecía era la pantalla de inicio cuando abres o instalas por primera vez la aplicación.
Ingresó su número y la aplicación le pedía ingresar un código y después un PIN de seguridad.
«Yo no recordaba haber metido ningún PIN y puse los números que normalmente pongo, pero no eran los correctos». En su teléfono ella cuenta con dos cuentas de WhatsApp, una personal y otra laboral, esta última fue la hackeada.
Desde su cuenta personal entró para ver su perfil laboral y se dio cuenta que estaba «en línea». «Ahí fue donde me di cuenta que me habían hackeado», dice. Charlotte se puso en contacto con los hackers para decirles que esa cuenta no era de ellos, a lo que respondieron que cuánto dinero ofrecía para recuperarla. Le pidieron 2 mil pesos, pero Charlotte ofreció 500. Cuando llegaron a un acuerdo de 600 pesos que depositó a las 10:00 horas de esa mañana a través de Oxxo Pay, un servicio de pagos electrónicos.
«Yo dije: bueno por 600 pesos, no importa con tal de que estos malos me devuelvan mi línea», recuerda, pero «ese fue un error, haber pagado». Tras enviar el comprobante, le dijeron que al medio día tendría su cuenta de regreso. Este fue el mensaje que recibió como nota de voz:
Durante este lapso, Charlotte contactó a una de sus amigas para contarle lo que había pasado y ella le respondió que estaba hablando con «ella» a través de su cuenta hackeada, pero que había notado algo raro porque tenía faltas de ortografía. Charlotte cuenta que los mensajes que le llegaron a su amiga y a todos sus contactos decían algo como:
«HOLA, BUEN DÍA.
EMPEZANDO EL AÑO CON EL PIE IZQUIERDO CON UN PROBLEMITA, TENGO QUE PAGAR UN DINERO PERO ME CANCELARON MI BANCA ELECTRÓNICA. QUERÍA SABER SI ME PUEDES AYUDAR A HACER ESA TRANSFERENCIA».
«Estaban pidiendo dinero, por lo que le pedí a mi mamá y a mi amiga que me expulsaran de los grupos en donde estaba y que avisara que si pedían dinero, no era yo«, dice. También avisó en sus redes sociales de trabajo y personales lo que había sucedido.
Entre el nerviosismo y el pánico, Charlotte habló a la policía cibernética de la Ciudad de México para pedir ayuda y denunciar, le indicaron que debía comunicarse a su compañía telefónica para cancelar el número, pero como no hay vínculo entre la empresa y WhastApp no le podían asegurar que eso funcionara.
Denunció, pero le pidieron que esperara siete días para poder cambiar el PIN de seguridad que habían puesto los hackers en el doble paso de autentificación. La policía le explicó que los ciberdelincuentes no pueden acceder a fotos o archivos enviados a través de la app, porque esas se quedan guardadas en el dispositivo.
«Yo no me podía esperar tanto tiempo para que siguieran pidiendo dinero», dice. Buscó en la plataforma de WhatsApp y encontró un mail donde debía explicar que su cuenta había sido robada, a lo que le respondieron que la actividad en su cuenta era normal y no habían detectado ningún problema. Es decir, tampoco funcionó.
Charlotte contactó a los hackers de nuevo ese mismo día para pedirles que le devolvieran su cuenta tras haber hecho el depósito, como habían quedado, pero ellos dijeron que no, que su cuenta valía al menos 3 mil pesos.
Mientras acudía a Telcel, para que los hackers no siguieran dentro de su cuenta, ingresó un PIN incorrecto varias veces para que se bloqueara el acceso durante unas horas. Dio de baja su número y no recuperó su cuenta. Con su nuevo número, ahora sí ingresó la autentificación en dos pasos y la contraseña en el buzón de voz.
De todos los contactos a los que se les pidió dinero (montos que iban de los 7 a los 13 mil pesos), nadie depositó.
Después de lo que vivió, cambió contraseñas de todas sus cuentas.
«Se siente que te están quitando algo que es tuyo, que personas extrañas están entrando en tu privacidad y darte cuenta de lo vulnerable que es la seguridad en temas de tecnología, que todo es tan frágil que en un momento ya no tienes tu número», dice, «la lección que me deja es tener mayor seguridad cibernética».
En México, durante 2020, había 88.2 millones de usuarios de teléfono celular, es decir, 75.5% de la población de seis años o más, de los cuales 9 de cada 10 eran un teléfono inteligente, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
La app más descargada entre las y los usuarios en México es WhatsApp (95.7%), es la que mayor satisfacción les da calificándola con 8.3 puntos, por arriba del promedio de 7.3, lo que la posiciona como la más usada durante la pandemia, según el estudio «Adopción, uso y satisfacción de las aplicaciones y herramientas digitales para compras y banca en línea, videollamadas, redes sociales, salud y trámites gubernamentales en tiempos de Covid-19» realizado por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT).
Sin embargo, esto parece ser un mercado atractivo para los ciberdelincuentes. De acuerdo con la consultora de negocios Deloitte, México es el segundo país de América Latina con más ciberataques. Recientemente se han detectado hackeos a cuentas de WhatsApp, algunos de los más sonados han sido la del periodista Joaquín López Dóriga; Alfonso Durazo, gobernador de Sonora; Luis Cházaro, diputado federal; Aurora López Acevedo, política oaxaqueña, cuya cuenta ha sufrido ataques dos veces; y Alejandro Murat, gobernador de Oaxaca, entre otros.
El robo de una cuenta de WhatsApp no existe como tipo penal, confirmaron autoridades federales en materia de seguridad y centros de estudios sobre este tema. Pero hay conductas delictivas que sí se cometen a través del hackeo de una cuenta de Whatsapp como son la extorsión, el fraude y el robo de identidad, por lo que pueden ser varios los delitos que se cometen a través del hackeo de la cuenta.
Durante el 2021, el delito de extorsión, que es uno de los que pueden cometerse a través del hackeo de WhatsApp, aumentó 12.3% con respecto al 2020, al sumar 9 mil 407 casos, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
«Si tengo un amigo con problemas, no dudaría en ayudarlo»
A inicios de diciembre, Lorena, una ama de casa de 53 años de edad, fue víctima de un fraude hecho a través de un hackeo a una cuenta de WhatsApp. A una de sus mejores amigas le hackearon su cuenta un viernes por la noche, mientras estaba en una reunión con amigos. Ambas viven en el mismo fraccionamiento, en el Estado de México.
La madrugada del sábado, Lorena recibió mensajes de WhatsApp de su amiga saludándola y disculpándose por la hora. Aunque Lorena respondió el mensaje, su amiga ya no continuó con la conversación.
Fue hasta el domingo, alrededor de las 19:00 horas, cuando su amiga respondió diciendo que ya no se la podido contactar. «Hasta que me preguntó si tenía algo de dinero que le prestara«, recuerda. Le dijo por WhatsApp que debía hacer unos pagos y que no le podía marcar, pero que la buscaría en breve.
La amiga se justificó diciendo que su tarjeta estaba bloqueada y que no podía recibir depósitos. «Me preguntó qué cuánto dinero tenía y yo todavía le mandé screenshot (captura de pantalla) de mis cuentas y le dije que tenía en efectivo», narra.
La supuesta amiga le dio un número de cuenta al que debía hacer la transferencia, pero este no traía el nombre de ella. Lorena explica que no le pareció raro porque tal vez era la cuenta a la que ella debía pagar. La cuenta tenía la misma foto de perfil de su amiga, y aunque Lorena le marcaba, ella respondía que no podía contestar.
«Ella me decía: «ahorita no te puedo contestar porque estoy resolviendo esto». Luego me marcaba y colgaba, yo le decía: «vi que me llamaste». Ella respondía que sí pero que se había ocupada, que me devolvía la llamada. Después capté que esto era parte de la estrategia», explica.
Lorena no dudó en dar de alta la cuenta de BBVA en sus bancas en línea, mientras «la amiga» la apresuraba porque tenía hasta las 23:00 horas para pagar y le pedía que enviara los comprobantes forzosamente. Lorena realizó dos transacciones con un monto total de 8 mil pesos.
«Después me preguntó que cuánto había conseguido en efectivo, yo le dije que 10 mil pesos, pero que iba a ver la posibilidad de conseguir más. Hasta que me preguntó si me quedaba un cajero de Bancomer «serca» y ahí fue donde me sonó algo raro por la falta de ortografía y porque es mi amiga, mi vecina y sabe bien que hay un Bancomer en la zona», cuenta.
Su esposo y sus hijos le sugerían llamar al marido de su amiga para corroborar que estaba que todo estaba bien.
«Yo les dije que no porque a lo mejor era algo privado y no quería que su marido se enterara. Pensaba «es mi amiga y yo le voy a ayudar»», afirmó.
Tras el error ortográfico y de preguntar si había un cajero cerca, decidieron llamarle al esposo, quien les confirmó que le habían hackeado la cuenta de WhatsApp durante la reunión. Se dieron cuenta porque a varios de los asistentes les llegó un mensaje pidiendo dinero, su amiga avisó en Facebook lo sucedido y lo reportó a WhatsApp.
«Todo lo que tenía en mis cuentas se lo deposité», dice. Los hijos de Lorena le dijeron que avisara a los grupos del fraccionamiento para que se enteraran de que había caído en un fraude, los integrantes del grupo le dijeron que hablara a la institución bancaria para revertir el cargo, pero el hacker se burló de ella diciendo que eso ya no se podía. Tres contactos de su amiga depositaron, incluyendo a Lorena.
Lorena siguió platicando con el hacker, a quien le dijo que lo que hacía no estaba bien. «Le dije que a mí ya me había robado 8 mil pesos, pero que eso tarde o temprano lo iba a pagar, y solo me dijo que yo no sabía la razón por la que lo hacía, que lo estaban obligando y que tenía necesidad, y que cuando saliera de eso me iba a buscar para pagarme. Le dije que no, que gracias, que no me volviera a buscar».
Lorena cuenta que alguien le ayudó a su amiga a recuperar su cuenta y para ella la lección fue no ser tan confiada, hacer una llamada para confirmar o tener una palabra clave para poder identificarse, dudar un poco más, ser más precavidos.
«Lo que pasaba por mi cabeza era: «es mi súper amiga, necesita ayuda, puedo ayudarla, la voy a ayudar»», dice. «Si tengo un amigo en problema, no dudaría en ayudarlo. Pero después de lo que me pasó todos me hacían burla».
«No hay forma de evitar que pase«
Una noche a mediados del año pasado, Daniela, una trabajadora sexual autónoma de 30 años, estaba concretando una cita cuando le hackearon el WhatsApp. Le llegó un mensaje a su número laboral diciendo que tenía que dar 2 mil pesos o contenido sexual (packs) como parte de una cuota para que la dejaran trabajar y no le suspendieran el número.
«Y que no se me ocurriera bloquearlos porque aún así me podían hackear», relata con un tono de voz aún molesto.
De inmediato, Daniela los bloqueó. «En menos de dos segundos me quitaron el WhatsApp y ya no pude recuperarlo ni volver a abrirlo, solo porque no había cedido a lo que me dijeron y ni siquiera hubo nada que hacer, pese a bloquearlos», cuenta.
Su cita ya no se concretó. «Me enojé mucho porque al final estaban interfiriendo en mi trabajo y me frustré porque era una muy buena cita la que estaba pactando», comenta.
Esto no solo le pasó a ella, sino también a otras 20 o 25 compañeras. «A una, incluso le pasó dos veces», comenta. Todas se han percatado que los números tienen registro de otros países. «Pensamos que era cosa de activar la verificación de dos pasos, pero no, porque yo sí lo tenía en todos mis números de whats. Claramente lo que quieren hacer es lucrar», dice.
Por su experiencia y las de sus amigas, Daniela piensa que esto lo hacen por temporadas y luego se calma. Luego no les queda más remedio que comprar nuevos números y migrar todas sus contactos. Para ella esta ha sido la primera y única vez que le ha sucedido.
Ninguna de las compañeras de Daniela se ha dejado extorsionar y, como estrategia, para protegerse comparten los números desde los cuales les llegan los mensajes de extorsión para que no puedan amenazarlas, por lo que los guardan y los bloquean.
«Te sale más barato el decir: a lo mejor mis clientes me pierden un ratito la pista, pero ya después consigo otro chip», dice.
Daniela decidió no denunciar porque considera que es más complicado explicar a qué se dedica y la llegan a revictimizar por su ocupación.
«Luego es un pedo explicar a qué te dedicas o que te anden victimizando y queriendo salvar de no sé qué chingados, solo por un hackeo de WhatsApp porque para las autoridades solo existe la trata y la prostitución, y todas somos estúpidas que no podemos decidir por nosotras mismas ni trabajar de esto voluntariamente. Lejos de que te atiendan, lo único que te ganas es que te estén interrogando. Para qué pierdo mi tiempo», señala.
Daniela lleva tres años utilizando WhatsApp para gestionar sus citas. Para ella, la lección es solo tener bien guardados los números y avisar a sus clientes o conocidos cuando algo así esté pasando. Tras ese hackeo ninguno de sus contactos fue extorsionado. «No hay forma de evitar que pase (el hackeo)», dice.
El Observatorio Nacional Ciudadano, centro de estudios que investiga y analiza la incidencia delictiva en México ha lanzado una campaña para exigir a las y los legisladores que construyan un marco legal para sancionar e investigar este tipo de delitos a través de plataformas digitales.
Las personas que deseen compartir sus casos, pueden hacerlo por correo electrónico a la cuenta atencion.victimas@onc.org.mx o en el grupo de WhatsApp, que promete no estar hackeado, que se comparte a continuación: https://wa.link/fx71bo