Segregar / Eduardo Torres Alonso

Durante muchos años, se dijo que en México no había racismo ni discriminación por ningún tipo, en particular por el origen, porque la fundación de la nación se encontraba en el momento de la unión de culturas: la de ultramar y la de estas tierras. El mestizaje, era, en ese sentido, el argumento para invocar la inexistente práctica de exclusión y violencias de unas personas contra otras.

No obstante, la explicación de la formación de México a partir de las personas mestizas y de la igualdad positivizada para todos sus habitantes, no alcanza para ocultar prácticas que reflejan una visión dicotómica de la sociedad: «nosotros y ellos». De esta manera, la división en grupos antagónicos y jerarquizados expresa una conducta común que se verifica en la calle, el mercado, la escuela, el trabajo, la casa. Basta querer ver.

Hace unos días circuló en Internet una denuncia contra un restaurante en la Ciudad de México por asignar mesas ubicadas en zonas distintas a personas con un tono de piel más claro que las de tono más oscuro. Sí, segregación por color en la ciudad más progresista del país, en el siglo XXI, y en medio, además, de eventos que están cambiado la historia: una pandemia y una guerra. Como si lo importante fuera fijarse en el cuerpo de otras personas.

Para este restaurante, el dinero del comensal vale, pero importa más su color. Asociar un color de piel a algo aceptable, más bonito o mejor y situar a las personas que concuerden con su estereotipo en mejores mesas es replicar momentos de indignidad en el comportamiento humano: el apartheid, la segregación racial en Estados Unidos, la persecución y aniquilación judía, el genocidio armeno, la limpieza étnica serbia y un triste etcétera. Podrá decirse que comparar la asignación de una mesa con los eventos referidos es una exageración, pero ¿lo es?, ¿se exagera cuando los asesinatos en masa se fundamentaron en prejuicios e ideas de superioridad racial?, ¿se exagera cuando en América Latina los pueblos originarios tienen que movilizarse o tomar las armas para ser escuchados por los mestizos o los blancos?, ¿se exagera cuando en algunas ciudades unos caminan por las calles y otros por las banquetas?

La discriminación en el restaurante no deviene en asesinato, mas la idea que motivó la instrucción para ubicar ahí o allá a un cliente es la misma que impulsó los ejemplos anteriores: que algo de una persona lo hace superior a otra.

La igualdad no tiene que ser un discurso en cada efeméride. La igualdad tiene que ser una realidad. Es tarea, obligación y compromiso de autoridades y de cada miembro de la sociedad.

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