Segunda vuelta electoral, ¿riesgo de falsas mayorias?

Bajo este procedimiento, un candidato presidencial debe obtener más del 50 por ciento de los votos para ganar la elección y de no hacerlo, se deberá llevar a cabo una segunda vuelta entre los dos más votados. Las opiniones a favor la consideran una salida para resolver la falta de representación; los críticos, por su parte, han señalado que se trata de una estrategia del PRI y del PAN para cerrarle el paso al proyecto de izquierda

Julieth Rodríguez/Portavoz

[dropcap]D[/dropcap]e cara al proceso presidencial de 2018, la modificación constitucional es una sólida posibilidad para introducir la figura del «ballotage» o segunda vuelta electoral, lo que cambiaría radilcalmente el panorama nacional, advirtió el abogado y político mexicano Diego Valadés Ríos. Los más importantes partidos políticos mexicanos, en el lapso de dos años, lo han propuesto en su oportunidad, y en este 2017 se tiene hasta el 31 de mayo para aprobarla.
Hace dos años, la bancada del Acción Nacional (PAN) impulsó un paquete de iniciativas que contemplaban la segunda vuelta electoral en los comicios presidenciales, el Revolucionario Institucional (PRI) la rechazó. En 2016, la presentó el de la Revolución Democrática (PRD); este año, de nuevo el PAN, en febrero pasado; y en marzo, el Verde Ecologista de México (PVEM) propuso una reforma a la Constitución a fin de incluir este instrumento de elección.
El politólogo Mariano Sánchez Talanquer —quien además fue asesor de la Secretaría Ejecutiva del entonces IFE—, en su artículo «Segunda vuelta: ¿para qué?», explicó que bajo este procedimiento, un candidato presidencial debe obtener más del 50 por ciento de los votos para ganar la elección y si ninguno lo consigue, se lleva a cabo una segunda vuelta entre los dos más votados.
Asimismo, discurre acerca de los dos componentes centrales de esta herramienta. Uno, es que pretende compaginar la elección de Congreso con la presidencial, lo que «constituye una disposición institucional prácticamente inédita»; la otra, es el cambio en la forma de elegir al presidente, un procedimiento extendido en varios sistemas de gobierno, en particular de América Latina.
Habla, además, de los 13 casos en ese territorio donde se ha aplicado la segunda vuelta: Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Perú, República Dominicana, Uruguay, Bolivia, Argentina, Costa Rica, Ecuador y Nicaragua.
No obstante, hay variaciones en la aplicación de esta figura; por ejemplo, en el caso de Bolivia, se recurre a este mecanismo sólo para la elección del Congreso; en los últimos cuatro países mencionados, la cifra para ganar en la primera ronda es diferente al 50 por ciento de los votos. Sólo cinco países de América Latina continúan con el sistema de mayoría relativa: México, Honduras, Panamá, Paraguay y Venezuela.

Voto diseminado

El especialista aclara que la eficacia de esta herramienta depende no sólo del propio mecanismo, sino del contexto de preferencias electorales. «Lo deseable» es que se vislumbre un ganador «con una base amplia de apoyo popular y con un margen claro respecto de sus competidores», pero es difícil conseguirlo cuando las preferencias están muy fraccionadas entre más de dos contendientes.
«Por ejemplo, cuando la carrera presidencial se divide entre más de dos candidatos con un peso electoral importante, la regla de mayoría relativa que rige en México tiene un pobre desempeño (…) produce frecuentemente ganadores con bajos porcentajes de respaldo y márgenes de victoria estrechos», admitió Sánchez Talanquer.
También argumenta que ese pobre desempeño del sistema de mayoría relativa se genera porque, a pesar de que el principio del gobierno democrático es que todos los poderes se rigen con base al consenso, a la voluntad de la mayoría de la ciudadanía, en la práctica no sucede así.
«Cuando compiten varios candidatos este método de votación permite que triunfe un candidato que es, en realidad, la peor opción para la mayoría. En otras palabras, más de la mitad del electorado puede tener a un candidato en el último escalafón de sus preferencias políticas y, aun así, éste puede ganar, pues el voto de la mayoría que lo rechaza se ha diseminado entre varios candidatos», añade.

¿Hay trampa?

Otro especialista en el tema ha puesto en duda la eficacia de la segunda vuelta o «ballotage» en el contexto mexicano. El experto del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México, el chiapaneco César Astudillo, dilucidó al respecto en su artículo «Segunda vuelta electoral para la elección presidencial», escrito siete años antes de las condiciones políticas actuales.
Aclara que para la eficacia o no de este mecanismo, el contexto lo es todo. Para advertir el escenario que podría generarse debe tenerse presente la conformación estructural del sistema de partidos, pues el «ballotage» en democracias consolidadas y competitivas permite la polarización —no extremista— del voto ciudadano a la ideología de derecha o izquierda; los de centro agregarían su apoyo político a aquella que resulte más acorde con su pensamiento.
Astudillo considera que es complicado llegar a este punto en México, donde la tendencia es hacia un sistema tripartito y por tanto, difícilmente podrá alcanzar los mismos resultados.
En 2010, el investigador escribió que la iniciativa de reforma a la ley para modificar el artículo 81 constitucional, a fin de darle entrada al «ballotage», partía del convencimiento de que el PAN es el segundo partido más importante del país, y desde esa lógica, daba por sentado que junto con el PRI tenía «un asiento reservado» en la segunda vuelta.
«No obstante, la proyección no constituye, ni puede constituir, una regla inveterada. Depende, por supuesto, de cada elección y de cada contexto», aclaró.

Partido de la discordia

«Los cuestionamientos que obligadamente hay que formularse son los siguientes: ante un escenario de segunda vuelta entre el PRI y el PAN, de conformidad con los porcentajes de votación alcanzados en 2000, ¿a quién apoyaría el PRD? Ideológicamente, lo natural sería que se inclinara hacia el PRI, pero hoy en día ambos partidos se encuentran abiertamente confrontados, resultando difícil la movilización de su electorado para apoyar a uno de sus contrincantes históricos. ¿Al PAN?, es posible».
«Ahora bien, ante una hipotética segunda vuelta PAN-PRD, como la que se hubiera dado bajo los resultados de 2006, ¿a quién apoyaría el PRI? Al ser un partido de centro-izquierda, parece que no existe margen de duda; empero, la experiencia histórica constata la fluidez con la que se han alcanzado acuerdos impulsados a través de la fórmula PRI-PAN. Incluso, ante una eventual segunda vuelta PRI-PRD, en un contexto como el de 1988, ¿Cuál sería la posición del PAN?», cuestionó.
El apoyo del tercer partido en discordia significaría el terreno propicio para el «oportunismo electoral» reflejado «en la capacidad de chantaje que adquiriría esa tercera fuerza, o algunos de los partidos minoritarios», sobre todo en los escenarios donde la diferencia porcentual de los punteros en la contienda sea mínima pues comprometería «el caudal» de votos de su partido para ensanchar la influencia de los liderazgos partidistas, advirtió.

¿Quién dice qué?

Ante las iniciativas promovidas ante la Cámara de Diputados, entre las que se halla la modificación constitucional para incluir el «ballotage», el dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, acusó que se trata de una maniobra que impulsan el PRI y el PAN para ganar la elección presidencial 2018 que ya sienten perdidas.
El portal noticioso Aristeguinoticias, documentó que el líder morenista —en la firma del Acuerdo por la Unidad en el Monumento a la Revolución, de la Ciudad de México— aseveró: «Ahora la mafia… busca cerrarnos el paso»; de ahí que busque unirse electoralmente pero «les vamos a ganar, en la primera y en la segunda si hace falta».
En su comparecencia ante la máxima tribuna del país, en la ocasión de la presentación de la iniciativa, el vicecoordinador de los diputados pevemistas, Javier Herrera Borunda, explicó que en la actualidad, el que gana la elección lo hace con un tercio de la votación y por tanto, la mayoría —dos tercios— no eligió quien los gobierna.
Con la iniciativa se pretende que quien sea presidente obtenga más del 50 por ciento de la votación; y en caso de que ningún candidato logre la cifra, el que se haya hecho acreedor de la mayoría deberá informar por escrito al INE si opta por establecer un gobierno de coalición o por la segunda vuelta electoral.
El febrero pasado, al presentar el proyecto de reforma, el coordinador de la bancada panista, Marko Cortés, dijo: «La petición es que no tengamos nuevamente un presidente de México que no sea electo por la mayoría de los mexicanos; la propuesta es que antes de que entremos a la reelección legislativa, le entremos a la reducción del Congreso; la propuesta es a que la democracia cueste menos y se incentive la participación y se castigue a partidos que no tengan ese voto».
Para La Jornada, el senador experredista Raúl Morón Orozco y Layda Sansores San Román, por el Partido del Trabajo-Morena, coincidieron en que instaurar la segunda vuelta en la elección presidencial sólo busca frenar a López Obrador. Morón Orozco aseveró que la iniciativa introducida propone el 40 por ciento de los votos para instaurar el «ballotage», no el 50 por ciento.
En 2016, el propio presidente de la República, Enrique Peña Nieto se pronunció contra la segunda vuelta. No hay condiciones para tal reforma, sería inconveniente políticamente pretender hacer ajustes y cambios al régimen político electoral, dijo en el foro «Impulsando a México» organizado por Grupo Financiero Interacciones.
«En este gobierno hemos logrado concretar acuerdos políticos no teniendo mayoría absoluta y que han permitido hacer las reformas estructurales. En consecuencia, me parece que una segunda vuelta sólo construye mayorías de forma ficticia, porque la elección presidencial no necesariamente va acompañada por quienes son representantes en el Congreso», declaró.
Un año antes de eso, el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, también expresó su desacuerdo al rechazar que el «ballotage» fuera la solución para lograr una verdadera representación política.
«No creo que una segunda vuelta resuelva los problemas, no creo que tengamos un problema de legitimidad democrática», expresó durante su participación en un foro celebrado en Washington y del que la revista Proceso dio cuenta.
«Realmente no me gusta la segunda vuelta porque implicaría la celebración de un nuevo proceso electoral. No creo que la construcción artificial de las mayorías sea la solución para resolver el problema de falta de representación que tenemos en México», declaró.

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