Sellos y pulseras, control migratorio del crimen

Foto: Ana Liz Leyte / Aquí­noticias.
Marcas de distintos colores señalan a las autoridades mexicanas que los portadores han pagado por su tránsito. Pagos que van desde los 700 a los 5 mil dólares, informaron activistas

Aquínoticias Staff

En la frontera sur de México, los migrantes enfrentan una peligrosa y bien organizada estructura de control que ha sido puesta en marcha por grupos del crimen organizado y traficantes de personas. Este sistema utiliza sellos y pulseras de colores para identificar y clasificar a los migrantes, cada uno con un significado particular relacionado con el trayecto, la duración y el costo que implica su avance hacia el norte del país. De acuerdo con asociaciones civiles y activistas que monitorean la situación, los migrantes portan sellos de cinco colores distintos: rojo, vino, negro, azul y verde, cada uno con implicaciones diferentes para los extranjeros que intentan cruzar México desde la frontera sur con Guatemala.

El precio de estos sellos varía dependiendo de la distancia que los migrantes deseen recorrer. En los casos más económicos, el costo es de alrededor de 700 dólares, mientras que los sellos o pulseras que garantizan llegar a la frontera norte con Estados Unidos pueden alcanzar los 5 mil dólares. Estos sellos, colocados en el brazo de los migrantes, tienen la finalidad de señalar a las autoridades mexicanas —como el Ejército, la Secretaría de Marina, la Guardia Nacional y la Policía Federal— que los portadores han pagado por su tránsito, lo que sugiere una preocupante connivencia entre autoridades y grupos criminales en esta red de tráfico de personas.

El proceso comienza cuando los migrantes ingresan a México por la frontera sur, habitualmente a través de balsas improvisadas que cruzan el río Suchiate desde Guatemala. Al llegar al territorio mexicano, son interceptados por traficantes, quienes exigen un pago para garantizar su tránsito seguro por el país. Si los migrantes no cuentan con el dinero necesario en el momento, son retenidos hasta que sus familiares logran reunir la suma exigida, lo que los convierte en víctimas de extorsión y secuestro. Este «negocio» es enormemente lucrativo, con miles de pesos fluyendo hacia las manos de los grupos criminales que controlan el tráfico humano.

Los sellos no solo indican la distancia que los migrantes pueden recorrer, sino también el tiempo que tienen para hacerlo, ya que cada sello tiene una vigencia limitada. Aquellos con sellos más baratos no pueden avanzar mucho más allá de la frontera sur, mientras que los que pagan mayores sumas tienen la posibilidad de llegar hasta el norte del país. Las pulseras son el símbolo de un «pase completo», que permite a los migrantes avanzar sin restricciones hasta la frontera con Estados Unidos, aunque este privilegio tiene un costo muy elevado.

Los activistas han revelado que el problema del tráfico de migrantes, controlado por el crimen organizado, no hará más que empeorar debido a las ofertas de empleo que el gobierno federal ha comenzado a promover para atraer más mano de obra extranjera. Ante esta situación, los migrantes continúan siendo una fuente inagotable de ingresos para los criminales, quienes han perfeccionado un sistema que opera con total impunidad, a la vista de las autoridades. Los testimonios de los migrantes son estremecedores: muchos son capturados al momento de bajar de las balsas y no son liberados hasta que sus familias logran reunir el dinero necesario para asegurar su libertad y su avance por el país.

El control ejercido por los traficantes a través de los sellos y pulseras ha convertido la frontera sur de México en un campo de batalla, donde los migrantes son las principales víctimas. Sin embargo, la complicidad implícita entre las autoridades y los grupos criminales que operan en esta región, denunciada por los activistas y asociaciones civiles, añade una capa aún más sombría a la realidad que enfrentan miles de personas que huyen de la violencia, la pobreza y la persecución en sus países de origen, solo para encontrarse atrapados en un ciclo de explotación y abuso al ingresar a México.

Con información de Diario del Sur

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