La familia Morales Rivera está conformada por Sergio y Alejandro, quienes se casaron en junio del 2018, y María Enriqueta, su hija de cinco años de edad
Sandra de los Santos / Aquínoticias
El que abre la puerta es Sergio, lo desperté de su siesta, me comenta que Alex y María Enriqueta se quedaron dormidos. He venido a la casa de Sergio y Alejandro un sinfín de veces, pero esta vez el motivo de mi visita es distinto.
Sergio Luis Morales Hernández y Alejandro Rivera Marroquin viven juntos como pareja desde hace 12 años. En el 2018 decidieron casarse, y hace poco más de dos años llegó a su vida, su hija: María Enriqueta.
Sergio me deja en la sala de la casa mientras va avisarle a Alejandro que he llegado. «Winston», su perro, se queda conmigo. En toda la casa hay fotografías de María y alguna que otra de Sergio y Alejandro, de cuando se casaron, con sus respectivas familias, y por supuesto, con su hija. El comedor tiene un camino de mesa con los colores de la bandera del orgullo gay. Es curioso, pero está vez veo la casa con ojos distintos, ando abstraída en mis pensamientos cuando escucho:
-¡Sandrita, sube! Aunque Sergio me llamó a todo pulmón, cuando estoy con él me pide que no haga ruido porque María Enriqueta está durmiendo. Me enseña orgulloso una hoja que está sobre la mesa de trabajo de la niña en la que dice su nombre: «ya escribe su nombre» me dice.
Bajamos de nuevo al comedor de la casa y me cuenta que logró que se durmiera la niña, me detalla la rutina que tienen a diario y me confiesa que la crianza es absorbente. No le digo nada, pero lamento que María Enriqueta esté durmiendo, no he convivido con ella desde hace un tiempo y a veces temo que se olvide de su «tía chiva loca» (así me llama).
Le explico a Sergio que le pedí a Alejandro una entrevista con ambos para que me hablaran sobre su familia a propósito del mes del orgullo LGBTTTIQA+. Aunque son de mis amigos más cercanos jamás los había entrevistado por este tema. Cuando estaban en proceso de adopción de María Enriqueta quedamos que cuando se concretara el procedimiento legal platicaríamos, pero después decidimos posponer el trabajo porque no era el mejor momento. En las redes sociales se había desatado mucha controversia porque fueron la primera pareja del mismo sexo en Chiapas en adoptar.
Alejandro se suma a la conversación, me confiesa que está agotado, que rara vez tiene oportunidad de dormir por la tarde, pero que ha tenido una semana difícil y aprovechando que la niña y Sergio hicieron siesta, él también decidió descansar un rato.
La vida en la casa de los Morales Rivera no es muy diferente a la de cualquier familia en México. Su dinámica cotidiana gira entorno a las necesidades de su hija de cinco años, el trabajo de ambos, y su relación afectiva como pareja y también con su familia y amigos. «La verdad es que somos bastante funcionales» dice Alejandro.
Han trabajado por construir un entorno seguro. La familia de ambos está presente y los apoya, y sus amigos también son personas respetuosas de la diversidad sexual. Pero, su contexto no siempre fue así.
La infancia en la diversidad sexual es difícil
Alejandro creció en Ocozocoutla, muy cerca de Tuxtla Gutiérrez. El lugar que ahora es gobernado por Javier Maza Cruz, quien dijo hace apenas unas semanas de manera pública que el feminismo y la homosexualidad «no son normales».
Los padres de Alejandro siempre lo apoyaron, a los 17 años de edad habló con ellos para decirles sobre su orientación sexual, pero para ellos nunca había sido un secreto, siempre había sido evidente y lo respetaban.
«Para mí lo difícil era la escuela, educación física siempre lo sufrí, porque a fuerzas querían que jugara fútbol y toda la violencia de los pelotazos era horrible para mí» recuerda Alex.
-Que te aventaban los pelotazos a propósito, señala Sergio.
-¡Claro! Era a propósito, confirma Alejandro.
Ambos saben bien de qué hablan porque vivieron en la escuela algunas situaciones semejantes. El bullying de parte de sus compañeros, y en el caso de Sergio, hasta de sus docentes y su papá.
«Una vez hasta me hice pipi encima porque todos me estaban señalando y molestando» cuenta Checo.
Desde niños ambos sabían que eran diferentes, que algo sucedía con ellos que no pasaba con las y los demás, aunque a esa edad no lograban entender bien qué era y no tenían las herramientas para expresarlo. Solo tenían claro que esa diferencia jugaba en su contra y hacía que la pasaran muy mal en algunos espacios.
La infancia para las personas gay es de las etapas más difíciles, en muchos casos no logran entender qué pasa, viven mucha soledad y no en pocos casos algún tipo de violencia.
La recuperación de sus ilusiones
Alejandro y Sergio se conocieron en el mar de Puerto Arista. Alex siempre se ha asumido homosexual, pero Sergio, hasta ahora, se identifica más como bisexual. Cuando iniciaron su relación, la familia de Sergio no sabía abiertamente de su orientación sexual, pero decidió hablar con ellos al respecto porque la relación con Alejandro iba muy en serio.
Como pareja han tenido sus subidas y bajadas en estos 12 años juntos. «Es difícil que una relación de personas del mismo sexo perdure así que cada año cuenta como años-perros» dice Alex bromeando, pero es cierto.
La mayoría de las parejas del mismo sexo no tienen redes de apoyo. Muchas veces no pueden compartir con sus amistades o familia la cotidianidad que tienen en pareja y eso los pone en riesgo de sufrir violencia al interior de la relación; llegan a sufrir agresiones cuando expresan su amor en público. En Chiapas, anteriormente, no contaban ni con la protección legal que otorga el matrimonio civil. Todo esto hace más difícil una relación.
Cuando empezaron su relación, Sergio le dedicó una canción a Alex, al final de interpretarla en el bar en el que se encontraban, lo besó. Una escena, que en una pareja heterosexual es muy común, para ellos se convirtió en un acto de violencia. Un grupo de hombres que estaban cerca de su mesa los agredieron física y verbalmente: «pinches putos» les dijeron, y se les fueron encima.
Alejandro ya había vivido otra ataque homofóbico, mientras iba caminando en un parque de Tuxtla con una amiga trans y otro amigo gay, unos hombres se bajaron de su carro y los golpearon.
Sergio volvió a escuchar la frase: «pinche puto», hace unos tres años mientras caminaba por la avenida central. Unos jóvenes evidentemente ebrios y que iban en un carro lujoso se detuvieron a gritarle e intentar agredirlo, él pudo evadirlos.
Ambos son conscientes que las personas de la diversidad sexual padecen diferentes tipos de violencia y por ello también se han dedicado al activismo en este tema.
En el 2018, después de ocho años de vivir juntos, decidieron casarse. Un periodista hizo público su enlace y los comentarios en las redes sociales se les vinieron encima: «creo que ahí fue la vez que más discriminación sufrimos como pareja, pero por medio de las redes» recuerda Sergio.
Pero, también hubo muchas personas que los abrazaron, que se unieron a su festejo, que disfrutaron su boda, inclusive, sin conocerlos.
Sergio y Alex señalan que ellos no pensaban en casarse como tampoco planeaban tener hijos, pero reconocen que en gran medida esto se debía a que un sistema heteronormativo, como el que vivimos, les quita a las personas de la diversidad sexual sus ilusiones.
«No sabría decirte qué tanto es que no lo pensábamos porque no podíamos, entonces, lo descartábamos porque era algo imposible para nosotros; pero cuando se convierte en Ley, cuando la Corte dice sí se puede, nos regresan las ilusiones y las hacemos posibles» dice Alejandro.
El amor después del amor
Alejandro y Sergio se turnan para subir a ver a María Enriqueta, quien sigue durmiendo. En una de esas idas, Sergio baja con la niña en brazos, aún está somnolienta y no anda de humor para las encimosas de sus tías (en la casa también está otra amiga de la familia, Tania Broisin). Ella solo quiere irse con sus papás.
Un 24 de diciembre, Checo y Alex decidieron que adoptarían, María llegó al otro día, en Navidad, a su vida. Aunque el proceso de adopción tardó mucho tiempo más.
Debido a su trabajo y activismo son personas visibles en diferentes espacios. Ellos mismos con la intención de contribuir a la visibilización de las familias homoparentales han platicado en diferentes momentos sobre el ejercicio de su paternidad.
Intentan no romantizar la crianza de su hija porque reconocen que ha sido un reto con todo y la red de apoyo con la que cuentan. El convivir con María Enriqueta los ha obligado a cuestionarse también el ejercicio de su masculinidad, y ser más conscientes del entorno que quieren para su familia.
Saben que el camino en esta sociedad aún es accidentado para una familia homoparental, pero trabajan todos los días por incidir de manera positiva en el cambio en la comunidad, en que se interiorice que lo que importa es el amor después del amor.