Silencio, la tierra va a dar a luz a un arbol

En la primavera de aproximadamente cada cuatro o seis años, el símbolo sagrado de las diferentes culturas prehispánicas, la ceiba, presume sus semillas envueltas en algodón que penden de sus semidesnudas copas y cubren todo alrededor, creando un espectáculo admirable

Elizabeth Marina / Portavoz

[dropcap]E[/dropcap]l árbol sagrado que hizo creer a los mayas que sus asombrosas ramas soportaban los cielos y que sus extensas raíces lograban en la sombría media noche conectar con el inframundo, me da la bienvenida al traspasar la puerta. Impresionante, bella y mágica presume sus 180 años.
Tan segura de su encanto y su admirable sabiduría, presume las contadas semillas cubiertas de algodón que penden de sus semidesnudas copas y que deja al descubierto el mecanismo que ha desarrollado para trasladar sus semillas a grandes distancias, valiéndose del simple roce del viento.
La ceiba está pariendo y todo a su alrededor luce como si estuviera nevando. La ceiba ha florecido y su liviano algodón ha cubierto todo a su paso.

Más allá de la magia y el misterio

Desde su patio, Claudia Zebadúa protege al símbolo sagrado de las diferentes culturas prehispánicas y que, de acuerdo a la creencia maya, es el medio de comunicación entre el cielo, la tierra y el inframundo.
Bajo la sombra de sus ramas, en un acogedor espacio, Claudia comparte parte de su descubrimiento, algo que va más allá de la magia y el misterio que cubre a la ceiba y que ha logrado perfeccionar con el paso de los años: su fase de floración, un proceso que ocurre cada cuatro o seis años durante la primavera y crea un espectáculo admirable.
«Aproximadamente cada cuatro años afirmamos que la ceiba está pariendo. Nosotros vivimos con ella, no la cuidamos más bien la protegemos y procuramos hacerla sentir bien, tranquila para que en primavera arroje sus semillas y las expanda muy, muy lejos.»
La ceiba que Claudia tiene en casa, tiene una edad aproximada de 180 años, mide alrededor de dos metros de diámetro y se ha convertido en un icono de la ciudad. A pesar que este árbol, también conocido como pochota, es común en el estado, son pocos los que saben sobre su ciclo de fructificación.
De acuerdo con la investigadora de Ciencias Biológicas de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), Carolina Orantes, la ceiba es mucho más que una leyenda; puede llegar a medir hasta 70 metros de altura y alcanzar un diámetro de dos metros, por lo que es necesario tener suficiente espacio antes de considerar plantar una en casa; no obstante, asegura que es un árbol bondadoso, pues se adapta a todo tipo de suelo y con ayuda de podas y mantenimiento, puede crecer en espacios más pequeños.
Cuando la ceiba ha florecido crea una especie de algodón muy liviano encargado de cubrir sus semillas, mientras que su follaje ofrece un néctar para miles de especies que se alimentan de él; y aunque el proceso es un deleite a la vista humana, solo tiene una duración aproximada de dos meses.
La especialista señala que el proceso de floración es uno de los más extraordinarios, y es comparable al proceso de ovulación de la mujer, ya que este gigantesco árbol, produce cápsulas llenas de semillas envueltas en una fibra llamada kapoc que es hasta cinco veces más ligera y fuerte que el algodón, lo que le permite esparcirlas a muchos lugares y germinar si encuentran las condiciones adecuadas.
El kapoc puede llegar a ocasionar alergias ligeras, sin embargo, no se tienen registros de envenenamiento o daño severo en la piel por el contacto directo; incluso, la investigadora asegura que por su suavidad, es utilizado como relleno de almohadas, chalecos salvavidas y colchones, aunque también es usado para la fabricación de explosivos.
Algunas culturas antiguas como los mayas, usaban el kapoc en la construcción de sus armas de guerra y la utilizaban para cubrir el veneno que le ponían a los dardos.
Aunque la convivencia con la ceiba es fácil, no ocurre lo mismo con el algodón, advierte Claudia, quien explica que durante la fase de floración la respiración se dificulta y las plantas que se encuentran alrededor se secan; sin embargo, durante los cuatro o seis años posteriores, la vida cerca de este árbol es abundante, segura y tranquila.
«La ceiba no necesita más cuidados que simplemente no molestarla. Es espléndida, emite paz, incluso, las personas la visitan para meditar a su lado o vienen simplemente a conversar con ella.»

Las bondades de la ceiba

Levantar la vista para apreciar cómo las cápsulas se desprenden de sus ramas es inevitable, en medio de aquella plática, la ceiba parece estar atenta y empieza a liberar algunas de las pocas semillas que tiene entre sus copas.
Además de una sombra inigualable, este gigantesco árbol tiene bondades apreciables, según explica Claudia, su fibra y madera blanda, porosa y ligera, es utilizada para construir balsas y otros artículos alrededor del mundo.
La investigadora Carolina Orantes, por su parte, señala que tiene diversos usos medicinales, las hojas, resina y corteza son usadas para tratar el asma, la disentería y las enfermedades renales; la fertilidad, conservación y erosión del suelo también están ligadas a este árbol, lo mismo que la suerte, la abundancia y la prosperidad para quienes tienen uno de estos árboles sagrados en casa.
«Quienes nos visitan quedan asombrados por su gran tamaño y se toman el tiempo de volver una vez más, aunque son muy pocos los que tienen la oportunidad de disfrutarla cuando está pariendo.»
La impresionante, bella y mágica ceiba, que hizo creer a los mayas que sus asombrosas ramas soportaban los cielos y que sus extensas raíces lograban en la sombría media noche conectar con el inframundo, finalmente me dice adiós justo antes de traspasar la puerta.

FRASE
«Aproximadamente cada cuatro años afirmamos que la ceiba está pariendo. Nosotros vivimos con ella, no la cuidamos más bien la protegemos y procuramos hacerla sentir bien, tranquila para que en primavera arroje sus semillas y las expanda muy, muy lejos.» Claudia Zebadúa

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