Sueño de fuga. Chiapas no está condenado

Por Edgar Monribot

En 1994 se estrenó en salas de cine Sueño de Fuga, dirigida por Frank Darabont y protagonizada por Morgan Freeman y Tim Robbins. La historia narra la vida de Andy Dufresne, un hombre condenado injustamente a cadena perpetua, que pasa años encerrado en la prisión de Shawshank. Su encierro no es solo físico, sino también estructural: está atrapado en un sistema diseñado para negarle cualquier posibilidad de redención. Sin embargo, Andy no se resigna. Día a día, con paciencia y convicción, cava un túnel con una pequeña roca hasta alcanzar su libertad.

Chiapas vive algo similar. Como Andy, parece condenado a un encierro perpetuo en los últimos lugares de competitividad económica. Año tras año, las estadísticas lo ubican en el fondo del Índice de Competitividad Estatal (ICE) elaborado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). En su edición 2025, Chiapas obtuvo una calificación de 29.97 puntos sobre 100, muy por debajo del promedio nacional de 48.29.

La prisión de Chiapas no tiene barrotes de acero, pero sí techos bajos de productividad, caminos deteriorados, desigualdades históricas, baja inversión privada y poca generación de empleos formales.

Chiapas puede cambiar su destino. El primer paso ya está dado: recuperar la paz y la seguridad en nuestra tierra, una prioridad que el gobernador Eduardo Ramírez ha asumido con firmeza, logrando avances significativos en la reducción de delitos de alto impacto y en el fortalecimiento de las capacidades institucionales en materia de seguridad. Sobre esa base se contempla la consolidación de polos de desarrollo regional mediante parques industriales equipados con infraestructura adecuada y estímulos a la inversión.

Sin embargo, estos proyectos deben vincularse con la identidad, la vocación productiva y las costumbres de los pueblos. El crecimiento económico no puede lograrse a costa de nuestras raíces, sino a partir de ellas, reconociendo la riqueza cultural y social que distingue a Chiapas.

La infraestructura, en ese mismo sentido, debe dejar de entenderse como una meta en sí misma para convertirse en una herramienta estratégica. Más que construir por construir, se requiere decidir con visión territorial dónde, por qué y para qué se invierte. Proyectos como la carretera San Cristóbal–Palenque, así como la integración del estado con el Tren Maya y el Corredor Interoceánico, deben estar articulados con planes locales que impulsen cadenas de valor, conecten regiones hoy aisladas y favorezcan la movilidad productiva.

Convertir la tecnificación agrícola y el aprovechamiento energético en motores del desarrollo sostenible es una tarea prioritaria. No se puede seguir apostando por cultivos poco rentables y altamente demandantes de agua, cuando existen recursos estratégicos como los pozos petroleros, plantas de gas y la infraestructura hidroeléctrica que podrían detonar industria, empleo y crecimiento regional. Paralelamente, resulta urgente una reingeniería institucional a nivel municipal que profesionalice las administraciones locales, supere la improvisación y permita construir políticas públicas más eficaces y ancladas al territorio.

Chiapas no carece de recursos ni de talento; lo que ha faltado es una voluntad para romper con el diseño institucional que lo mantiene al margen del desarrollo. La historia de Andy Dufresne es, al final, una historia de esperanza. No basta con sobrevivir en la prisión: hay que imaginar y construir la salida. Chiapas no está condenado, solo necesitaba que alguien, como Andy, empezara a cavar.

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