En México, la lucha por el reconocimiento de los derechos humanos, políticos, electorales, sociales y económicos de las mujeres ha sido –y sigue siendo– un proceso largo, a veces silencioso, pero de lucha constante, por eso quiero rescatar memorias sobre algunas mujeres visionarias que, a pesar de las circunstancias adversas y contextos conservadores de su época, abrieron las puertas para que las mexicanas del presente podamos ejercer y defender nuestros derechos.
Inicio mencionando a las valientes zacatecanas que enviaron una carta al Congreso Constituyente de 1824 en la que reclamaron participación en la toma de decisiones bajo el argumento de haber dado por la Patria «todo y más». No procedió. Y aunque en la etapa posrevolucionaria hubo hombres, como Felipe Carrillo Puerto y Lázaro Cárdenas, entre otros comprometidos con el voto de las mujeres, el acceso al voto universal fue resultado de una prolongada batalla encabezada por sufragistas que no cejaron en su demanda de ampliar los derechos de las mujeres con la finalidad de alcanzar representaciones y, con ello, poder instalar agendas propias en los espacios de poder público y toma de decisiones. Nombrarlas me parece fundamental.
Hermila Galindo, destacada luchadora social, gran oradora, revolucionaria, maestra, periodista y secretaria particular de Carranza, se convirtió en la primera mexicana que lanzó una candidatura a diputación federal en 1918, misma que ganó. El triunfo no le fue reconocido, por ser mujer.
Otras mujeres soldaderas y normalistas impulsaron la demanda por el derecho a votar y ser votadas. En Yucatán, San Luis Potosí y Chiapas, en principio se concedió el voto a nivel local, pero luego hubo retrocesos. En 1923, Yucatán, Elvia Carrillo Puerto, Beatriz Peniche y Raquel Dzib Cícero, fueron las primeras mexicanas electas en un congreso estatal, obligadas a renunciar y perseguidas en 1924 al igual que Rosa Torres (primera regidora electa en 1922).
Tras abandonar Yucatán, Elvia Carrillo se instaló en San Luis Potosí, donde continúo la lucha y en 1925 ganó nuevamente la diputación local. Después de que se derogaran los avances sobre candidaturas femeninas, le fue negada su curul. Ese año Chiapas registró su primera diputada local, la maestra Florinda Lazos.
Siguieron Convenciones Nacionales, mítines y conferencias. Las presiones feministas continuaron, hasta que, en 1952, Amalia González Caballero entregó a Ruiz Cortines la solicitud de voto federal con miles de firmas recabadas por la Alianza de Mujeres de México. El 17 de octubre de 1953, el país -uno de los últimos de Latinoamérica en hacerlo-, reconoció los derechos políticos de las mujeres.
Lo que no se nombra no existe, nunca ha sido fácil, pero recordar esta lucha nos inspira para continuar generando cambios y no permitir retrocesos.