Con 4,093 metros, el coloso fronterizo ofrece ecoturismo, avistamiento de quetzales y encuentros con tradiciones vivas en la Reserva de la Biósfera
Noé Juan Farrera Garzón / AquíNoticias Staff
El volcán Tacaná, punto más alto de Chiapas con 4,093 metros sobre el nivel del mar, domina el paisaje fronterizo entre México y Guatemala como parte de la Reserva de la Biósfera homónima. Esta área protegida alberga ecosistemas únicos que van desde bosques mesófilos hasta páramos de altura.
Dos rutas principales permiten el ascenso: la de Chiquihuites y Papales -que acerca a los visitantes al cráter activo- y la que sigue la línea fronteriza, con vistas panorámicas binacionales. «El Tacaná no es solo un volcán, es un ser vivo que nos protege», explica Juan López, guía certificado por la Secretaría de Turismo estatal.
Durante el recorrido, los visitantes pueden observar especies emblemáticas como el quetzal (Pharomachrus mocinno) y el pavón (Oreophasis derbianus), además de convivir con comunidades que preservan tradiciones ancestrales. El sitio albergó la antigua ciudad maya de Izapa, cuyos vestigios arqueológicos se extienden en sus faldas.
Cada año, durante el equinoccio de primavera y Semana Santa, grupos indígenas realizan ceremonias rituales en puntos estratégicos del volcán. Ofrendas florales, copal y rezos forman parte de estos actos de agradecimiento a la montaña, considerada sagrada por pueblos tzotziles y mam.
La temporada ideal para visitar va de diciembre a febrero, cuando las condiciones climáticas son más estables. La Secretaría de Medio Ambiente e Historia Natural (SEMAHN) registra un incremento del 35% en visitantes durante los últimos tres años, principalmente practicantes de turismo de aventura.
Autoridades recomiendan contratar guías certificados, usar equipo especializado y respetar los sitios ceremoniales. Desde la cima, en días despejados, es posible avistar el Océano Pacífico y el territorio de ambos países.
Con información de Primer Plano Magazine