En 2050, todos comeremos más frutas, verduras y cereales integrales, y mucho menos carne, productos lácteos y comida chatarra. Sin embargo, algunas de las plantas que probaremos no se parecerán en nada a las actuales gracias a las innovaciones en el cultivo de microorganismos y la impresión en 3D.
La impresión 3D permite deconstruir los alimentos, modificar su contenido nutricional, reconstruirlos nuevamente mediante impresión y presentarlos en la forma que se desee, de forma que les resulte familiar.
La tecnología de impresión 3D se utilizará para replicar las texturas, la estética jugosa y los sabores de los alimentos que todos conocemos y amamos hoy en día. Es posible recrear la textura, la jugosidad, la distribución de la grasa, la sensación en la boca y mucho más. Así lo apunta Betway en un reciente estudio, en el que encuentra esta tecnología como una nueva forma a largo plazo de construir alimentos saludables que respeten el medio ambiente.
La compañía Natural Machines, una empresa con sede en Barcelona, responsable de la primera impresora 3D de comida que nace con la pretensión de fabricar comidas completas y que, aseguran, está presenta ya en más de 90 países.
Foodini así se llama el invento, funciona con un sistema de depósitos que permite elaborar platos combinando todo tipo de materias primas susceptibles de, sencillamente, caber por el tamaño de la boquilla: todo tipo de masas, azúcares, chocolate, carne picada e, incluso, trozos sólidos pequeños de cereales o frutos secos.
Las impresoras no pueden cocinar estrictamente hablando, no pueden dosificar ingredientes polvorientos y las texturas que desarrollan no son comparables a las obtenidas con los sistemas tradicionales de cocción, fritura, horneado, cocción a vapor etcétera. Tampoco los platos elaborados tienen la consistencia ni la apariencia a la que estamos acostumbrados. Nada que ver con un buen filete, una dorada al horno o una buena hamburguesa con patatas fritas.
Pero cuidado, han venido para quedarse y su evolución puede ser espectacular en los próximos años. Es fácil prever como algunas de sus limitaciones serán resueltas en breve, pero lo más inquietante es aquello que en estos momentos no podemos ni siquiera imaginar.
Por otro lado, quizás una de las mayores dificultades de este tipo de sistemas será dotarles de una mayor funcionalidad. ¿Podremos preparar verdaderamente una hamburguesa o un plato de pasta o un bistec o en definitiva un plato complejo con el sabor, la textura y la apariencia de los obtenidos por métodos convencionales?
Supongamos el caso de un país en los que la base de su alimentación es el arroz, pero que la aportación de algunas vitaminas y aminoácidos esenciales es muy limitada. Los sistemas de impresión 3D de alimentos permitirían elaborar platos equilibrados con texturas y sabores aceptables, haciendo uso de las materias primas locales y cubriendo las carencias nutricionales mediante la incorporación de minerales, vitaminas o proteínas de diferentes procedencias gracias a la adquisición de pequeños lotes de ingredientes o aprovechando fuentes inusuales tras su transformación tecnológica.