Como ya lo he dicho antes, tras las crisis, debemos plantear una transformación duradera y a profundidad, de un nuevo modelo de desarrollo sustentable apoyado en políticas públicas que generen conciencia, eduquen y preparen a la población ante la realidad del cambio climático. Necesitamos reconciliar el estilo de vida humana con los ciclos de la naturaleza y que toda actividad implique responsabilidad ambiental. La actualidad nos lo exige.
A los grandes e irreparables incendios en la Amazonia, Australia y California, se suman, tristemente, los del México. Actualmente el Monitor de Sequía de CONAGUA indica que casi 85% del país ha sido afectado. Esta temporada de estiaje también se conoce por la presencia de incendios que se intensifican de mediados de abril a principios de junio. Con las increíbles imágenes de devastación en Arteaga (Coah.) y Santiago (N.L.), después Tepoztlán (Mor.) y ahora el Cañón del Sumidero (Chis.) y una gran sección de Chapultepec (CDMX), el fuego se ha hecho presente en casi todo el país.
El reporte al 15 de abril de CONAFOR indica la mayor incidencia en el Estado de México (1137 incendios), y graves afectaciones en los estados de Nuevo León, Chiapas, Chihuahua y Oaxaca que suman 52,433 hectáreas comprometidas, y representan 41.2% del total afectado. Apenas inicia el periodo agudo de incendios y ya se registraron 127mil 110 hectáreas dañadas con más de 3,735 casos, incluyendo siniestros en 12 Áreas Naturales Protegidas, de Noroeste a Sureste. Estas cifras se acercan peligrosamente a las de 2011, año histórico de mayor superficie afectada.
Se calcula que los daños por incendio solo representan 2 % de la deforestación en México. La actividad humana tiene consecuencias palpables. Sequías e Incendios Forestales, por un lado, Inundaciones y Huracanes, por otro. Pero también lo es la pandemia. Las enfermedades zoonóticas –que se transmiten de animales a humanos, como el COVID19–están relacionadas con los daños irreparables que generamos en los ecosistemas.
Desde la calidad del aire, el acceso al agua, la alimentación con valor nutricional, y la propia salud, aprovechemos este Día de la Tierra para reflexionar sobre la urgencia de aplicar desde diversos ámbitos y disciplinas una estrategia de supervivencia para cambiar la realidad hoy. La toma de decisiones solo puede asegurar un futuro si garantiza la inclusión, el apoyo al desarrollo de la humanidad, con una división de trabajo justa y enfoque a derechos humanos, pero también, consciente de su impacto ambiental y más aún, con ética expresa en este sentido. Esta misión titánica implica cooperación y coordinación desde varios frentes y, sobre todo, resultados concretos desde lo público y enormes cambios desde lo individual.