Tlatelolco, una herida sangrante

Donde exista una casa de estudios, habrá un alumno para protestar en contra de las injusticias y a favor de un sistema inclusivo que permita el desarrollo intelectual y espiritual de las personas, más allá de la clase social que les ha tocado en suerte

Portavoz / Agencias

[dropcap]E[/dropcap]l 2 de octubre de 1968 sangra todavía. Es una herida abierta en la memoria colectiva mexicana y duele en cada fecha conmemorativa con la fuerza de un debate que continúa a lo largo y ancho de la historia.
«El 2 de octubre no se olvida» es más que un eslogan: propone en todo caso voltear la mirada a la lucha estudiantil en el continente, expresión de una savia joven que con ánimos de cambiar el mundo para mejor se enfrenta al poder poniendo el pecho a las balas y sin bajar las banderas de reivindicación que los motiva.
«Aquí vienen los muchachos, vienen hacia mí, son muchos, ninguno lleva las manos en alto, ninguno trae los pantalones caídos entre los pies mientras los desnudan para cachearlos, no hay puñetazos sorpresivos ni macanazos, ni vejaciones, ni vómitos por las torturas, ni zapatos amontonados, respiran hondo, caminan seguros, pisando fuerte, obstinados; vienen cercando la Plaza de las Tres Culturas y se detienen junto al borde donde la Plaza cae a pico dos o tres metros para que se vean las ruinas pe-hispánicas; reanudan la marcha, son muchos, vienen hacia mí con sus manos que levantan la pancarta, manos aniñadas porque la muerte aniña las manos; todos vienen en filas apretadas…»
Las primeras líneas de La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, siguen allí, con la misma fuerza y conmoción con que fueron escritos por la periodista, quien luego de la matanza en la Plaza de las tres Culturas, armó un testimonio colectivo con las voces de protagonistas y testigos, estudiantes, obreros, padres y madres de familia, profesores y empleados que relatan los acontecimientos en un libro de referencia siempre obligada.
«En 1968, los jóvenes de Europa, los de Estados Unidos, los de América Latina tenían mucho que reclamarle a la sociedad. ¿Qué mundo les legaban sus padres? ¿Qué harían al graduarse? ¿Qué les ofrecía la sociedad de consumo? ¿Qué les brindaba su país? ¿Deseaban realmente ser parte de un engranaje de producción masiva? Charles de Gaulle declaró que no entendía por qué los jóvenes seguían al líder judío alemán Daniel Cohn-Bendit, apodado Danny el Rojo, y al día siguiente los muchachos salieron a la calle repitiendo mientras marchaban: Nous sommes tous des juifs allemands, nous sommes tous des juifs allemands», escribió Poniatowska en una columna publicada por El País en 2008.
«También en México, aunque solapado, se gestaba, en la Universidad y el Politécnico, un rechazo al orden establecido, al status quo, al PRI (Partido Revolucionario Institucional) y al Gobierno emanado de él. Si en Francia la falta de oportunidades fue el objetivo estudiantil, en México, los factores que detonaron las movilizaciones del 68 fueron la corrupción del poder y el autoritarismo», afirma la también escritora, Premio Cervantes 2013.
«El ejército tomó la plaza y hombres vestidos de civil que llevaban un guante blanco o un pañuelo para identificarse desataron la balacera. La desbandada fue general y el fuego cerrado y el tableteo de las ametralladoras convirtieron el lugar en un infierno», evoca.

Represión: un deporte del poder

Decir que los estudiantes son el motor de cambio en las luchas políticas del mundo resulta una verdad de Perogrullo. Lo más triste es que sea común encontrar casos en la historia que como en aquella matanza ignominiosa de la Plaza de las Tres Culturas, la afrenta al poder por parte de los jóvenes universitarios termine en muerte y represión institucionales, generalmente sin castigo a los culpables.
Efectivamente, la tragedia del 2 de octubre de 1968 «no se ha aclarado totalmente y tampoco hay acuerdo sobre las cifras de muertos», ha sabido decir el historiador Jean Meyer, para quien desde 1966, cuando se llevara a cabo en La Habana el Cuarto Congreso de Estudiantes Latinoamericanos, «el mito de la juventud incorruptible no ha dejado de agitar al continente: La juventud vive siempre en trance de heroísmo.»
Caracterizada como uno de los movimientos políticos más poderosos del mundo, la lucha estudiantil latinoamericana ha sido gran fabricante de mártires y héroes ardidos por el fuego del establishment, sin que llegue a ser del todo clara la efectiva capacidad de transformación que estas batallas otorgan a sus protagonistas.

La noche de los lápices

Mucho más acá en el tiempo, también en Argentina, tuvo lugar «La noche de los lápices», acontecida el 16 de septiembre de 1976, ataque directo en tiempos de la Dictadura Militar a un grupo de estudiantes que había conseguido, después de una larga lucha, el descuento en el pasaje de autobús.
Fuerzas del ejército secuestraron a diez estudiantes (todos menores de 18 años), a los que torturaron y asesinaron. Cuatro de ellos sobrevivieron y dieron testimonio en el juicio el 2011 que condenó a los culpables.

La lucha estudiantil chilena

La lucha estudiantil es en Chile una tradición que inició a principios del siglo XX y que continúa en nuestros días reivindicando la gratuidad en la educación y la autonomía universitaria. Durante la Dictadura Militar de Augusto Pinochet (1915-2006), que dejó 40 mil muertos y transcurrió entre 1973 y 1990, fueron los estudiantes los que primero se pronunciaron contra el poder de facto y lo pagaron con persecuciones, torturas y desapariciones.

Ayotzinapa, la herida actual

Ayotzinapa es para muchos teóricos e intelectuales una réplica de aquel ominoso 2 de octubre de 1968. De hecho, los estudiantes atacados y hoy desaparecidos de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos realizaban actividades de colecta y secuestro de autobuses para reunir fondos que les permitiera participar en la marcha del 2 de octubre en Ciudad de México.
Ecuador, Paraguay, Brasil, Guatemala…la lista incluye a todos los países de nuestro continente. Latinoamérica puede ser leído también como un mapa estudiantil que refleja una historia de lucha que no cesa.

«El ejército tomó la plaza y hombres vestidos de civil que llevaban un guante blanco o un pañuelo para identificarse desataron la balacera» Poniatowska

«La tragedia del 2 de octubre de 1968 «no se ha aclarado totalmente y tampoco hay acuerdo sobre las cifras de muertos» Jean Meyer

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