TLC aún tiene cabos sueltos; las prisas acechan

El Gobierno estadounidense avisa de que, si el acuerdo no llega antes de «una o dos» semanas, «comenzará a haber problemas»

Agencias

[dropcap]L[/dropcap]a renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) se acerca a su fase final. Estados Unidos, México y Canadá han abierto gas al máximo para lograr un acuerdo en mayo, nueve meses después de que empezaran las conversaciones. El Gobierno mexicano, sin embargo, niega que ese acelerón final se vaya a traducir en cesiones que comprometan el crecimiento económico. «Sería muy saludable para América del Norte encontrar la pista de solución lo más pronto posible, pero no a costa de la calidad del acuerdo que se obtenga. No hay duda», ha subrayado este martes el secretario (ministro) de Economía, Ildefonso Guajardo, en una rueda de prensa monográfica sobre los diversos frentes comerciales abiertos: el TLC, que supone el 80 por ciento de las exportaciones; el recién ratificado Acuerdo Traspacífico de Cooperación Económica (TPP), que eliminará los aranceles con 11 países de Asia y América; y el recién acordado Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea (TLCUEM).
«Nuestra agenda comercial continúa», ha apuntado el titular mexicano de Economía. «Estamos en un punto en el que hay muchos temas importantes por resolver: la resolución de disputas, el contenido regional de la industria automotriz, el caso de estacionalidad en el sector agropecuario… Todavía estamos en la mesa de negociación discutiendo una serie de temas que se tienen que acomodar», ha agregado Guajardo. «Una negociación no se puede declarar exitosa hasta que todos los temas están resueltos».
El tiempo apremia. Para que el Congreso estadounidense, en su actual composición y no en la que salga de las urnas en las elecciones midterm de noviembre, sea el que apruebe el nuevo marco de referencia sobre los 100 millones de dólares que mueve cada día el comercio entre los tres países de América del Norte, el acuerdo general entre Gobiernos tiene que llegar en el transcurso del mes recién comenzado. «Tenemos 30 días para continuar en esas negociaciones y ojalá podamos alcanzar un acuerdo que funcione para todos», ha dejado caer la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee. Ese es, también, el plazo dado por Trump para que entren en vigor los nuevos aranceles sobre el acero y el aluminio procedente de un amplio abanico de países entre los que se encuentran tanto México como Canadá. Al empuje de Huckabee por meter una marcha más en la negociación se ha sumado otro peso pesado del entorno de Trump: el representante comercial, Robert Lighthizer. «Si podemos lograr un buen acuerdo, me gustaría lograrlo una o dos semanas [después de la reunión de ministros del lunes próximo]. Si no, luego comenzamos a tener problemas»
El equipo negociador mexicano sabe que se acerca el momento decisivo, pero también cree que las prisas no son buenas consejeras. Más aún cuando lo que se negocia es el texto que regirá sobre los intercambios comerciales de una de las regiones más competitivas del mundo. «Los incentivos están alineados para que los tres países podamos encontrar las flexibilidades necesarias y una posición en la que todos ganemos. Es una oportunidad para todos», ha destacado Guajardo en un tono más prudente que en las últimas semanas. Esta vez no dio ningún porcentaje de éxito.
En la víspera, la patronal automotriz mexicana (AMIA) había levantado la voz contra la última tanda de propuestas puestas encima de la mesa por la Administración Trump. «Son desfavorables, inalcanzables y no realistas», dijo su presidente, Eduardo Solís, en una conferencia de prensa en la que envió un mensaje con doble destinatario: las autoridades mexicanas —no admitirán cualquier acuerdo— y el Ejecutivo estadounidense —o cambian, o dañarán la capacidad de competir del sector automotor en los tres países—. Guajardo también ha aprovechado este martes para responder a la industria: «La AMIA representa a un conjunto de empresas muy importante para México, y estamos reuniéndonos con empresas automotrices para saber cómo impacta la propuesta que está encima de la mesa [a partir del próximo 7 de mayo, cuando los ministros al cargo de la negociación volverán a reunirse en Washington]», ha reconocido para, a continuación, recordar que las riendas del diálogo las llevará el Ejecutivo al que pertenece y no los representantes de las empresas. «El diálogo es permanente, pero la posición en la mesa de negociación corresponde al Gobierno mexicano».
El optimismo —»desmedido», dice una persona que trabajó muy de cerca en el texto actual, firmado en 1994— desatado en las últimas semanas, en las que se ha pasado de ver muy complicado el trato a darlo prácticamente por hecho, tiene su envés en la opinión mayoritaria de los especialistas en asuntos comerciales. «Veo muy complicado llegar a un acuerdo antes del día 15. La flexibilidad de EE UU implican propuestas nuevas y eso retrasa la negociación», resume Luz María de la Mora, exjefa de unidad de Negociaciones Comerciales Internacionales en la Secretaría de Economía mexicana. «Me da la impresión de que [el canciller Luis] Videgaray quiere concluir ya la negociación y Guajardo, que es quien está sentado a la mesa, está siendo más cauteloso. Los cabos suelos no son menores», opina. «Veo muy difícil llegar a un acuerdo antes del 15 de mayo. Si lo que se quiere es llegar a cualquier acuerdo, se puede. Pero no se pueden aceptar cosas con los ojos cerrados».

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