Texto de Mario Escobedo
El presidente electo Donald Trump ha anunciado la designación de Tom Homan, quien fue director en funciones del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés), como el nuevo “zar de la frontera” de su próxima administración. Este nombramiento estratégico, que no requiere confirmación del Senado, coloca a Homan al frente de la política migratoria y de la seguridad fronteriza de Estados Unidos, en un contexto donde Trump ha prometido una deportación masiva. Homan tendrá control sobre las fronteras sur y norte, además de supervisar la seguridad aérea y marítima, posicionándolo en un rol de alto impacto para la política migratoria norteamericana y, por ende, para los países de la región.
La victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos, anunciada el pasado 5 de noviembre, y el efecto Homan ha tenido un impacto inmediato en el flujo migratorio en México, especialmente en Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas. En apenas diez días desde que se confirmó el próximo presidente estadounidense, dos caravanas de migrantes han partido de la ciudad. La primera, compuesta por más de 2,000 personas, y la segunda, con al menos 500, están integradas mayoritariamente por ciudadanos de Venezuela y del Triángulo Norte de Centroamérica.
Estas caravanas reflejan una creciente preocupación entre los migrantes por llegar a la frontera antes de que Trump asuma el cargo. La posibilidad de endurecimiento de políticas migratorias ha acelerado su tránsito hacia el norte, en un intento por cruzar antes de que las condiciones se vuelvan aún más restrictivas. En Chiapas, la situación no es nueva, pero la inminente llegada de un gobierno menos receptivo añade urgencia al desplazamiento de miles de personas que buscan un futuro en Estados Unidos.
No es la primera vez que Homan tiene un puesto de gobierno de alto mando, este nuevo zar de la migración nacio en Nueva York, comenzó su carrera como agente fronterizo y ascendió a puestos de supervisión e investigación hasta llegar a ser director ejecutivo adjunto del ICE en 2013, durante el gobierno de Barack Obama. En 2017, fue nombrado director en funciones del ICE bajo la primera administración de Trump, y rápidamente se convirtió en una figura controvertida, en gran parte por su férrea defensa de la política de “tolerancia cero” que derivó en la separación de niños migrantes de sus familias, una medida ampliamente criticada tanto a nivel nacional como internacional.
En su nuevo rol, Homan ha prometido un enfoque “selectivo” en las deportaciones, asegurando que no se realizarán redadas masivas sin objetivos específicos. Su enfoque se centrará en la identificación de personas con antecedentes penales y en el combate a redes delictivas que operan en la frontera. Asimismo, ha señalado que busca sancionar a empleadores que contratan a migrantes de forma ilegal, argumentando que dichas prácticas fomentan la trata de personas y la explotación laboral.
La influencia de Homan en las políticas fronterizas de Estados Unidos también impactará de manera significativa a México, especialmente en su frontera sur. La implementación de un esquema más riguroso y selectivo de deportaciones en Estados Unidos podría incrementar el flujo de migrantes retornados a México, ejerciendo presión sobre los recursos y la capacidad de las ciudades fronterizas para atender las necesidades básicas de estos grupos. Además, la posible intensificación en la vigilancia y sanción de empleadores en Estados Unidos podría empujar a más migrantes a buscar alternativas laborales en México, ampliando la necesidad de programas de integración y apoyo social en regiones fronterizas que ya enfrentan desafíos económicos y sociales.
La postura de Homan podría además motivar un endurecimiento de la política migratoria mexicana, que en los últimos años ha colaborado estrechamente con Estados Unidos en el control de sus fronteras. Si Estados Unidos aumenta la presión para controlar la inmigración desde Centroamérica y otros países, México podría experimentar una mayor carga en su propio sistema de asilo y en sus medidas de seguridad fronteriza, lo cual complicaría aún más la gestión de los flujos migratorios en una región ya frágil.
El nombramiento de Homan como “zar de la frontera” representa un retorno a las políticas migratorias estrictas, que buscan reducir al mínimo los cruces no autorizados y reforzar la seguridad en todos los puntos de entrada a Estados Unidos. Sin embargo, estas decisiones, aunque diseñadas para proteger los intereses estadounidenses, repercuten directamente en México y otros países de la región. ¿Estamos preparados para afrontar las consecuencias de estas políticas en nuestras fronteras y nuestras comunidades? ¿Qué medidas podría tomar México para proteger a sus ciudadanos y a los migrantes en tránsito ante una política migratoria cada vez más inflexible al norte?