Hasta el momento el trabajo sin descanso de un grupo de mujeres y hombres se ha traducido en más de un millón y medio de dosis aplicadas de la vacuna anti COVID-19 en ciudades, poblaciones y comunidades
Enrique Alfaro / Aquínoticias
Después de la llegada del agua potable a las comunidades, es la vacunacion la más importante intervención de salud pública contra las enfermedades que diezman a pueblos enteros. Y hoy que la COVID-19 aniquila a millones de personas en el mundo, un grupo de hombres y mujeres hacen esfuerzos por llevar la vacuna a todos los rincones de Chiapas.
Desde el 9 de julio, fecha en que se inició el Plan de Refuerzo de la Vacunación anti COVID-19 en la entidad, no han conocido descanso. Los «correcaminos» llevan más de seis semanas de labor continua, sin detenerse sábados ni domingos, pues el tiempo apremia en la lucha por salvar vidas.
«Vamos lejos para estar cerca», dicen para resumir su labor de acercar las vacunas a las comunidades de difícil acceso. En lancha, en vehículos todo terreno, por helicóptero, incluso caminando, se lleva el inmunizante que habrá de salvar a pobladores de los confines de Chiapas.
Hasta el momento su trabajo se ha traducido en más de un millón y medio de dosis aplicadas en ciudades, poblaciones y comunidades. También en fábricas y plazas comerciales. Las vacunas no conocen clases ni condición económica, no distinguen credos ni grados de preparación. Se vacuna al que oyó el mensaje que se difunde en las distintas lenguas que se hablan en Chiapas y acudió a salvar su vida.
Pero… ¿quiénes son los «correcaminos»?
Son más de 3 mil 500 personas que hacen realidad el Plan de Refuerzo de la Vacunación Anti Covid-19 en Chiapas. Son trabajadores del Programa IMSS Bienestar, de las Secretarías de Bienestar, de la Defensa Nacional (Sedena) y de Salud Chiapas, además de los institutos Mexicano del Seguro Social (IMSS), de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y de Seguridad Social de los Trabajadores del Estado de Chiapa (ISSTECH).
Ellos no paran, no pueden parar. Abren lo mismo macrocentros, para que lleguen miles de ciudadanos a vacunarse en las grandes ciudades, que instalan pequeñas unidades que inmunizan contra el covid en comunidades enclavadas en las montañas, en la selva o en alguna isla de nuestro Pacífico. Que nadie se quede atrás y nadie se quede fuera, insisten.
Pero antes de la vacunación hay mucho trabajo previo. En las comunidades se llega a las asambleas ejidales a explicar, a responder todas las dudas que tienen los pobladores; llegan a convencer, a vencer resistencias y finalmente a vacunar.
A veces reciben pozol, flores, comidas caseras que ofrecen los pobladores agradecidos. En las ciudades aceptan alimentos que envían empresarios que ven con agrado el esfuerzo de estos hombres y mujeres.
En las comunidades indígenas les ofrecen «posh» y no pueden despreciarlo pues sería una ofensa; también reciben bendiciones de ancianos que ven en la vacuna la posibilidad de dedicarle un poco más de tiempo a sus nietos.
Así se concreta la labor de los «correcaminos», como los llamó el presidente Andrés Manuel López Obrador. Planean, coordinan, acuden, convencen para finalmente llegar con las unidades de enfermeras o enfermeros que aplican el biológico. El reto es titánico, pero los correcaminos no paran.
Tras la llegada del agua potable a las comunidades, la vacunacion es, en definitiva, la más importante intervención de salud pública en Chiapas.