El reciente cambio de nombre del Golfo de México genera tensiones internacionales, tanto por su mensaje de ‘dominio’ sobre territorios clave como por sus posibles repercusiones en el control de recursos energéticos y las relaciones bilaterales
Aquínoticias Staff
El Golfo de México, ahora rebautizado como “Golfo de América” por decreto del expresidente estadounidense Donald Trump, se encuentra en el centro de un debate geopolítico que va más allá de una cuestión semántica. Para muchos analistas internacionales, este cambio de nombre no es un acto simbólico, sino un movimiento estratégico que podría influir en el control de recursos naturales y la soberanía regional.
Esta región no solo es crucial por su biodiversidad, sino también por su riqueza energética. Según la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA), más del 17% de la producción de petróleo de ese país proviene del Golfo, una cifra clave para su independencia energética. Además, los puertos en esta zona manejan el 60% de las exportaciones de granos estadounidenses, equivalentes a 30 millones de toneladas al año.
Especialistas como Martha Bárcena, exembajadora de México en Estados Unidos, señalan que este cambio de nombre podría interpretarse como un intento de afianzar la doctrina de «América Primero», promovida por Trump. En el peor de los casos, algunos advierten que podría ser el primer paso hacia la reivindicación de territorios estratégicos, ricos en petróleo y gas natural.
La medida, aunque unilateral, envía un mensaje claro: Estados Unidos busca consolidar su influencia sobre una región clave para el comercio internacional y la seguridad energética global. Sin embargo, las delimitaciones marítimas están protegidas por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (Convemar), que otorga a México jurisdicción sobre 829 mil kilómetros cuadrados del Golfo, frente a los 662 mil kilómetros cuadrados bajo control estadounidense.
El cambio de nombre no solo podría generar tensiones con México, sino también con otros países de la región. Para algunos expertos, este tipo de iniciativas forman parte de lo que se conoce como «diplomacia coercitiva», diseñada para reafirmar el poderío estadounidense, incluso a costa de aliados estratégicos.
México enfrenta un dilema diplomático: responder con firmeza para proteger su soberanía y recursos o mantener un equilibrio en la relación bilateral con su principal socio comercial.}
Con información de El Informador