Tubo de ensayo / Rene Delios

Acostumbrados a un viejo paternalismo, los sectores productivos de Chiapas de siempre han esperado que papa gobierno los encause, garantice y asegure ganancias.
No son precisamente una iniciativa privada, y con mucho siguen en un clientelismo modificado, ya difícil de canalizar hacia siglas partidistas, pero de obligada atención dada aún su vulnerabilidad.
Así decenas de miles de campesinos pobres año tras año dependen de las partidas presupuestales federales, y si éstas se modifican o reducen como será en 2017, impactan en muchas cosas de su vida cotidiana y productiva.
La cuestión es que mientras hay quejas y chismes derivados de que no se defendió el presupuesto, lo cierto es que hay que resolver del asunto, esto es, ver de qué manera atraer inversiones, capital que pueda suplir los faltantes y generar valor agregado, obvio trabajo, ocupación, y fincar sin prospectivas inexactas, rutas para el desarrollo.
Porque en Chiapas llevamos medio siglo mínimo hablando de lo mismo, y las demandas siguen desde entonces mucho más adelante que los presupuestos, aunado a corrupciones que han impactado en distinto momento en el tejido social del agro, provocando rezagos y desplazamiento social, ante sexenios y sexenios de ausencia institucional a falta de una buena cobertura programativa.
También por sexenios no hubo programas transversales como ahora; la superposición de proyectos y la competencia institucional fue un desastre.
Y aunque en gran medida esto no es privativo de Chiapas, si es de los estados en los que más dejó secuelas, y que desde luego no es difícil de resolver por el arrastre pesado de los pendientes acumulados.
Desde la lucha por la tierra, el rezago agrario, la falta de infraestructura e implementos agrícolas modernos, organización comercial entre ejidatarios, injerencia de la política y hasta la religiosa, han contribuido de alguna manera u otra en un momento dado, a que en el campo chiapaneco el rendimiento por hectárea no se asome ni de reojo a los índices de la producción de los países desarrollados.
La cuestión es que esa realidad impide que el campo rinda para todos y para satisfacer la demanda de decenas de miles de familias. Son esos miles los que deciden emigrar y aunque Chiapas no aparecía como exportador de braceros, desde hará cinco lustros fue notoria la llegada de remesas que analistas del tema ubican entre los 900 y 950 millones de dólares al año, que es dinero no cuantificado dentro del global a recibir por parte del gobierno federal y lo propio que produzca el estado.
En esas cosas del dinero estamos también tan rezagados que no sabemos cuánto cuesta el gobierno, o cuánto genera propio.
Las estrategias de transparencia aun no comprenden a todas las áreas y dependencias, e incluso es conocido que no alcanzó el dinero para la misma operatividad de la administración pública en 2016 dado a recortes de hacienda.
Muchos son los que piensan que todo eso igual se menciona en el cuatro informe de gobierno, aunque creo que es mejor oportunidad para presentar las opciones que podemos implementar por sobre tanta queja que aporta solo pesimismo.
La verdad hay que trabajar.

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