Desde luego que se van a basar en el excesivo derroche que utilizó el verde ecologista para tirarle el gane de la capital del estado de Chiapas, y que es evidente tan solo en bardas y todo tipo de obsequios que llegan hasta a relojes entregados a miles pero miles de tuxtlecos que, aun con eso no mostraron la contundencia esperada a favor de Fernando Castellanos Cal y Mayor.
El asunto aquí es el hecho de que, la mayoría de los testimonios no son prueba fehaciente. Es decir que cualquiera los hace: una camiseta verde, hablar del verde, y actuar la compra de votos; igual con bardas y demás estrategias que, hay que recordar que se la aplicaron al llamado «Bronco» en Nuevo León en aras de hacerlo parecer con nexos con el narco pues, de dónde sacaba tanta paga un candidato independiente.
¿Y sí yo, simpatizante, decido pintar por mi cuenta mi barda a favor de mi partido?
¿Es ilegal?
Las lagunas en esa ley electoral en el rubro de irregularidades es tan amplia como las existentes en no pocos códigos penales estatales, que es lo que ha permitido que, miles, pero miles de delincuentes encuentren un hueco por el cual mínimo, lograr que las sentencias no sean altas, y luego negociar de otras formas para salir en mucho menor tiempo del merecido.
No he escuchado que, algún diputado federal del PVEM haya sido «bajado» de su triunfo, luego de las federales y eso que, su partido, es el más multado por excesos y abusos de adelantos de campaña en 2014 y principios de 2015, que les generó una sanción por casi 330 millones de pesos por parte del INE, y aún falta ver la que le espera por los abusos y desmanes electorales en las pasadas federales y estatales en 17 entidades del país, observándose un PVEM sucio y contaminado a las viejas usanzas priistas, que le han generado ya más rechazo que adhesiones pues viene a sustituir esa vieja estrategia de «al menos salpica», que se decía del PRI y su desenvolvimiento corrupto.
La idea de un PVEM como una nueva propuesta electoral derivada del cambio generacional cayó; su mal es de origen: nació como negocio familiar y lo sigue siendo pero ya multifacético, en la que una elite de junior –he hijos de políticos priistas- se mueven a sus anchas desempeñando cargos de decisión que otrora eran para caballeros de la política y amplía sensibilidad social, y que sabían de calle canalizar todo eso en capital y trabajo político.
Lo que se vio en la capital del estado fue lo contrario; no actuó el PRI, fue el equipo del PVEM. De haberlo hecho, el PAN no le ve ni el pelo pues la mejor estructura electoral en todo Chiapas es priista, hoy volcada hacia el PVEM, y que les guste o no es una herencia de Sabines, al que ni desde el PRI ni el Verde cuestionan.
Menos desde un PRD estatal agachado.
No hubo contundencia, y por lo tanto se carece de credibilidad pero, entre los conocedores del trabajo electoral, ninguno de los dos logró legitimidad, esto es, salvo los 20 mil –sumados ambos bandos- si se quiere que marchan ante una ciudad de 650 mil habitantes, no significan ni el diez por ciento de la masa tuxtleca votante.
Sin embargo eso de que «Tuxtla despertó» es tan demagogia como las frases triunfalistas de los candidatos en disputa. Uno habla a nombre de la democracia que no practicó ni al interior de su partido pues ejerció toda una corrupción política y tráfico de influencias para lograr su objetivo de candidatearse, como el otro igual que llegó a fuerza de una instrucción central.
¿Democracia?
Hay mal de origen: ¿cómo querían la resultante?
La neta que solo los ciegos no quieren ver e insisto: no es peor Fernando que Paco; del primero al menos no hay videos directamente comprometedores: aparecen supuestas personas de su equipo –que determinarán los tribunales electorales- comprando votos; pero el segundo los vendió desde antes de contarlos.
¿O no?
Entonces no hablemos de democracia en Tuxtla; sí de la defensa del voto ciudadano que es en serio, otra cosa.
