Tubo de ensayo / Rene Delios

Decía Lord Acton que el poder –y más muy prolongado- corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.
Hay dos: dictaduras y un partido por mucho tiempo en el poder; de ésta última deriva la frase contundente de Vargas Llosa: «México es la dictadura perfecta», referida durante la administración de Carlos Salinas, en una visita del escritor peruano -ahora español- a México en 1990, a invitación de Octavio Paz, para el debate «El siglo XX: la experiencia de la libertad», en que se hablaría de Europa del Este.
Muy distinto al entonces, nuestra dictadura perfecta es hoy la clase política toda, engarbada en cruce de intereses cuanto partidista como políticos y hasta familiares, que se superponen a la democracia partidista y a los intereses de los militantes y por ende, ya en el poder de los ciudadanos.
Como vemos, en esa clase política siguen la misma ya indistinto partido: abuso del poder y desde luego el enriquecimiento ilegal o ilegítimo de los políticos o en general, de las autoridades; el favorecimiento ilegal o ilegítimo a las causas u organizaciones a las que están integrados aunque no se beneficien personalmente, gracias a los cargos que desempeñan o sus conexiones.
El llamado tráfico de influencias, que es la columna vertebral de la corrupción.
Así, la impunidad y lo deshonesto atentan todo el tiempo en contra de los recursos económicos en torno a una gestión pública que, incluye recursos humanos y materiales, sean guaruras, empleados, unidades y otras cosas propiedad de los gobiernos a beneficio de los funcionarios.
Y más en los puestos de decisión.
Es aquí en dónde aparece el otro factor, el corruptor, que como ya se mencionó pueden ser los empresarios que, negocian ganancias extras que, le comparten al funcionario en lo que conocemos como «diezmo».
Y se dice de muchas: soborno, peculado, extorsión, concusión, tráfico de influencias, valimiento, abuso de información privilegiada.
La gente solo los llama tranzas.
Dicen analistas que «En el campo jurídico es necesario constatar, además, la tendencia tan importante del actual derecho comparado consistente en la producción de leyes nacionales anticorrupción –como la que impulsa Peña- de diferente tipo. Esta multiplicación y auge de leyes contra la corrupción, es de una convergencia tan generalizada en la actualidad, como para hacer que la corrupción no sólo sea política en cuanto que en ella estén envueltos políticos, sino también en cuanto que los políticos ya no pueden prescindir de producir políticas y normas contra ella –ante la presión social- y que estas políticas y normas crean fuertes restricciones al actuar político».
Una de esas es: ¿Por qué los gobernantes pueden, discrecionalmente usar o disponer a modo de los recursos públicos?
Es tan amplio éste campo de discusión que no se termina en éste espacio, para hablar de ésta especie tan depredadora como lo es el rescoldo que queda de aquella «dictadura perfecta» que hoy nos gobierna.

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