Cada crisis económica es distinta en sus orígenes y en sus precedentes. La de 2008 se desencadenó por el elevado riesgo crediticio de las hipotecas en Estados Unidos; la de 2020 por el obligado confinamiento y la que se asoma es una mezcla de inflación desbocada (con tasas de interés al alza para contenerla), bajo crecimiento y amenazas de suspensión de suministro de energéticos como gas y petróleo por parte de naciones productoras.
Todo lo anterior genera incertidumbre mundial en amplios sectores sociales por la carestía que trae consigo. Así como en épocas de pujanza, la globalidad trae beneficios económicos para el conjunto, los desequilibrios también crean escenarios perjudiciales para todos.
Para paliar el incremento de las gasolinas por la subida de los precios del petróleo, a partir de marzo se implementó un esquema de subsidios al IEPS; Hacienda informa que traerá pérdidas al fisco de 328 mil millones de pesos al cierre de 2022. Analistas y funcionarios coinciden en que la política de estímulos fiscales a los combustibles está ayudando a restar entre 1.5 y 2 puntos porcentuales a la inflación mensual en el país que en junio se ubicó en 8%.
Las familias mexicanas viven con angustia el día a día por la pérdida del poder adquisitivo; una revisión de los productos con mayor aumento de precios en el primer semestre de este año indica que el pollo, la tortilla, la papa y el aguacate aparecen como los más recurrentes, lo mismo que las loncherías, fondas, torterías y taquerías.
El Coneval reporta que la canasta alimentaria, que define la pobreza extrema por ingreso, aumentó 12.7% en el ámbito rural y 12.2% en el urbano, incrementos que fueron superiores a la inflación en junio. Como ejemplo, el costo de esa canasta por persona al mes en el ámbito urbano pasó de 1,793 pesos en junio de 2021 a 2,012 en junio de 2022.
Nuestro país depende considerablemente de sus relaciones comerciales con Estados Unidos, el principal socio comercial a donde se dirigen más de tres cuartas partes de las exportaciones. Las posibilidades de una recesión allá aumentan conforme se va conociendo el comportamiento de las variables como inflación, PIB trimestral y balanza comercial a pesar de las medidas tomadas por la administración Biden.
Lo anterior configura un entorno adverso para la economía global y doméstica en lo que resta de 2022 y 2023, cuyo impacto se verá reflejado en un aumento de la pobreza y deterioro de la calidad de vida. Una enorme prioridad será cómo evitar que más personas caigan en el hambre y en pobreza alimentaria que es la más dolorosa expresión de la crisis.