Una charla en la capital chiapaneca expone la destrucción sistemática de su memoria colectiva y arquitectónica. La comunidad busca respuestas para proteger lo que queda
Noé Juan Farrera Garzón / Aquínoticias
En una emotiva jornada bajo el techo del Museo del Café, el historiador Roberto Ramos Maza condujo a los asistentes por un viaje al corazón de Tuxtla Gutiérrez, donde el aroma del café se mezcló con el peso de la nostalgia. Bajo el título “Patrimonio Perdido” , la segunda charla organizada en este espacio cultural puso sobre la mesa una pregunta incómoda pero necesaria: ¿qué significa perder nuestra herencia? Según Ramos Maza, “el patrimonio no es solo material, sino también simbólico”, una afirmación que cobra fuerza frente al desmantelamiento sistemático de lugares emblemáticos de la ciudad.
El historiador destacó cómo la pérdida del patrimonio afecta tanto la historia como la economía local. “Una ciudad que cuida su patrimonio puede generar beneficios económicos a través del turismo cultural”, señaló, mientras criticaba las políticas urbanísticas que han provocado un “urbanicidio”. Ejemplo de ello es la fuente Mactumatzá, hoy relegada al recuerdo de generaciones mayores, o los sabinos del río Sabinal, cuya desaparición ha borrado parte de la esencia misma de Tuxtla.
La charla también hizo un recorrido histórico hasta 1813, cuando se retiraron la ceiba y una fuente colonial del centro de Tuxtla, marcando el inicio de una serie de decisiones que fragmentaron la imagen histórica de la ciudad. Hoy, inmuebles como el antiguo Palacio de Gobierno Federal o el Cabildo forman parte de una memoria extinguida, debilitando el vínculo entre los habitantes y su pasado.
Ante este panorama, surgieron preguntas urgentes: “¿Qué se puede hacer ante la pérdida del patrimonio?”, “¿Qué leyes protegen la memoria y el paisaje urbano?”. Estas interrogantes abrieron un debate necesario sobre la importancia de establecer mecanismos legales y sociales que defiendan lo que aún queda y recuperen, desde la memoria, lo que ya se ha perdido.
Con una reflexión final cargada de emoción, la charla concluyó con una advertencia: “una ciudad sin memoria es una ciudad que se borra a sí misma”. El reto, según Ramos Maza, está en aprender a mirar hacia atrás con responsabilidad y hacia adelante con compromiso, para construir un futuro que honre el legado de quienes nos precedieron.
Con información de Primer Plano Magazine