Este 14 de septiembre es el día de la gestión comunitaria del agua. Chiapas, es uno de los estados con más agua, pero con menos infraestructura para llevarla a las comunidades
Sandra de los Santos / Aquínoticias
La comunidad indígena de Tzabalhó en Chenalhó se encuentra en una de las partes más altas de ese municipio. En plena Sierra Madre de Chiapas. En este lugar viven 480 familias, pero 200 de ellas no tienen acceso a agua entubada y menos potable.
El municipio se encuentra dentro de la cuenca hidrológica Grijalva-Usumacinta, la de mayor precipitación en el país, es decir, por lluvia no paramos, pero lo que hace falta es infraestructura para entubar y tratar esa agua y llevarla a los hogares.
El presidente de la comisión de recursos hidráulicos, agua potable y saneamiento del Congreso del Estado, Isidro Ovando dijo hace unos días dentro del Encuentro Interestatal de Organizaciones Comunitarias de Servicios de Agua y Saneamiento, que el problema en Chiapas es paradójico.
“El agua la tenemos concentrada en el sureste, pero no podemos entender la paradoja que tres entidades del sureste (Campeche, Chiapas y Tabasco) que son los estados donde más agua hay, sea donde más agua falta en sus comunidades. Chiapas tiene agua, pero no infraestructura” señaló el legislador.
Lo que dice el diputado se vive en Tzabalhó, en donde llueve a cantaros, pero no hay la infraestructura necesaria para almacenar, tratar y entubar esa agua y llevarla a las viviendas.
Es jueves por la mañana y un grupo de gestores comunitarios del agua de diferentes estados del sureste de la República, integrantes de organizaciones de la sociedad civil y periodistas llegamos a la comunidad para conocer cómo han logrado organizarse en este lugar para abastecerse de agua, y al menos desinfectar la que consumen.
Las autoridades locales, encabezadas por el agente municipal Pedro Pérez Pérez, nos reciben. En total son 31 hombres (así…en masculino) que tienen algún cargo. Ni una mujer. El grupo de visitantes nos dividimos en dos. Uno se va a conocer la olla de agua y uno de los pozos; y el otro (en el que me encuentro) al kiosko para desinfectar el agua, que fue instalado por la organización civil Cántaro Azul hace cuatro años.
Mariano Ruiz, quien es el promotor de la organización en la zona, cuenta que la intención de Cántaro Azul era instalar el kiosko en la escuela; pero las y los habitantes les pidieron que sirviera para toda la comunidad y así fue. En este sitio se almacenan 24 mil litros de agua que después se desinfectan y se llenan en garrafones de 19 litros. Por cada uno de ellos, las familias deben de dar una cuota de cinco pesos que sirve para el mantenimiento del sitio.
Todo esto lo explican tanto Mariano como el encargado de la comunidad del kiosko, quien hace el trabajo porque así se acordó en una asamblea. No recibe ningún tipo de remuneración por su labor. Cada persona en Tzalbahó tiene una tarea y de no cumplirla recibe sanciones que van desde no recibir los beneficios del trabajo común hasta multas económicas.
En el tema del agua los tres diferentes niveles de gobierno están fuera en la comunidad. El único resabio que queda de una obra del gobierno federal, es una olla de agua, que tiene unos 12 años y varios resanes en su membrana. Esta casi inservible. Pero, la comunidad la sigue cuidando porque es una de las fuentes donde algo se puede almacenar de la lluvia. Aunque al final del día gran parte se filtra o evapora.
Pedro Pérez Pérez, agente municipal de Tzabalhó dice que entre ellos se organizan para administrar tanto la olla como los pozos, y el kiosko de almacenamiento y desinfección de agua.
Para el uso diario lo que usan es lo que se almacena en los pozos, que más bien son una especie de jaguey, que se llena con las precipitaciones. Está a cielo abierto. El agua es turbia y parece imposible que pueda servir para algo, pero en la comunidad sirve para todo: lavar ropa y los trastes, bañarse, y algunas familias también la consumen. Dejan que se sedimente y después la hierven. Nadie se ha enfermado por tomarla aseguran los encargados de salud de Tzabalhó.
Las mujeres llegan hasta estos lugares para llenar sus cubetas y después caminar con ellas varios metros o hasta kilómetros. A pesar que son ellas las que más les toca lidiar con la falta de agua en los hogares, no están dentro de las autoridades que toman decisiones sobre este tema.
Aunque el escenario pareciera adverso, no lo es tanto ahora como en los meses de sequía. Entre marzo y mayo, la olla y pozos quedan secos. En una ocasión hasta el tinaco de almacenamiento del kiosko se vacío. En esos meses, las mujeres tienen que caminar más para conseguir agua, o bien, se tiene que ir en camiones a buscarla en la cabecera municipal.
Lo que pasan las y los habitantes de Tzabalhó no es privativo de este lugar, las y los gestores comunitarios que hacen el recorrido pasan por cuestiones similares en sus lugares de origen, lo paradójico es que también son del sureste de la república, el lugar que más agua tiene, pero que el acceso a ella se vuelve una tarea titánica para las y los gestores.
En el norte del país no hay agua, en el sur llueve a cántaros. Pero, en los dos lados, por diferentes razones, hay mucha gente que no tiene agua en sus hogares, que se están disputando este bien natural indispensable con la industria. Pero, que también han descubierto que organizados pueden obtener resultados, que la gestión comunitaria es el camino, y que el agua es un bien preciado, y no porque cotice en la bolsa, sino porque su acceso es un derecho humano indispensable.