En 1998 se creó el medio de comunicación del Poder Legislativo de la Unión. En la actualidad, puede pensarse como una cosa menor, incluso, irrelevante, pero, a diferencia del caudal informativo contemporáneo, hace 25 años que un poder público decidiera abrir sus puertas a los micrófonos y las cámaras de forma permanente para mostrar lo que hacía a la ciudadanía-televidente, era una decisión audaz.
Así, durante este tiempo, el Canal del Congreso (oficialmente designado Canal de Televisión del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos) ha sido una ventana para presenciar acontecimientos de envergadura en la historia política y parlamentaria del país, como para conocer el funcionamiento habitual y cotidiano de las cámaras de diputados y senadores. No sólo se ha dedicado a transmitir las sesiones del pleno, comités o comisiones, de suyo importantes, sino que, de forma gradual, ha venido estableciendo una barra programática de análisis, entretenimiento y divulgación.
De esta manera, el Canal del Congreso es protagonista de la inacabada democratización del país y de la evidente pluralidad política. Cuando inició transmisiones, México se acercaba al fin de una era monocolor. En efecto, un año antes, el partido de la Revolución había perdido la mayoría en la Cámara de Diputados y en julio de 2000 esa organización perdió la cúspide del poder político mexicano: la Presidencia. El Canal del Congreso transmitió la ceremonia de transmisión de poderes. Un acto republicano que llegó a los hogares a través de la televisión pública. Era el inicio de una nueva historia.
El Canal transparenta y consolida. Transparenta al mostrar el trabajo de legisladoras y legisladores, exponer sus ideas y argumentos, y someter a análisis sus procedimientos; consolida la democracia al difundir no sólo la deliberación congresional, sino al socializar valores propios de este régimen: la pluralidad, el respeto y el disenso.
Durante este trecho, se ha constituido como un medio de Estado, alejado de las coyunturas e intereses que se encuentran en los medios privados; incluso, se distancia de la agenda del partido dominante. Esto tiene una razón de ser: el Congreso General, de donde surge el Canal, es fundamento de la vida política nacional, ahí descansa la representación ciudadana –en clave multipartidista– y la soberanía popular.
Así como hay que defender el voto libre y secreto, mejorar las instituciones y denunciar los malos gobiernos, también hay que exigir y procurar medios públicos (y privados) con altos estándares de calidad y profesionalismo. El Canal del Congreso, en estos 25 años de transmisiones, ha contribuido a la cultura política democrática; para el futuro, no se le puede exigir menos.