La salud del planeta no es la mejor. Acaso la expresión más señalada de esto sean los conflictos bélicos existentes: la guerra civil en Myanmar, la rebelión en el oriente de la República Democrática del Congo, las guerras palestino-israelí y de Rusia contra Ucrania; en fin, la continuada y sangrienta lucha contra el narcotráfico en México.
Frente estos sucesos, es necesario revisar las condiciones existentes en la región latinoamericana y caribeña en tanto que es la zona natural de convivencia de México. Hay historias e idioma compartido; vínculos familiares y anhelos similares.
El Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2024, recientemente publicado por la CEPAL, muestra algunos datos que reflejan el momento de la región, sus problemas, retos y horizontes. Integrado por tres partes, se ofrecen indicadores de la demografía, el trabajo, los niveles educativos, a salud, la vivienda, la distribución del ingreso y el género. Además, hay información concerniente al comercio internacional, la balanza de pagos, el medio ambiente, la gobernanza ambiental, los asentamientos humanos, entre otros. Es, pues, un documento de interés para estudiosos de la región y tomadores de decisiones. Su revisión y discusión debe ser un ejercicio que no debe echarse por la borda.
La región de América Latina y el Caribe está integrada 50 países, más de los que seguramente uno se espera y la población para el año 2024 fue de 663 millones de personas. La tasa bruta de natalidad es de 14 nacimientos por cada 1,000 habitantes. El país que más nacimientos registra es Haití, con 21.9; Honduras, con 21.7 y el Estado Plurinacional de Bolivia con 21. En sentido opuesto, Puerto Rico, las Islas Vírgenes Británicas y Cuba son los países en donde menos nacimientos ocurren con 5.9, 7.6 y 8.6, respectivamente.
La Tasa de participación de la población en la fuerza de trabajo es de 62.5 por ciento. Si se desagrega por grupos de edad, los datos son los siguientes: 15 a 24 años: 46-4 por ciento; 25 a 34 años: 796 por ciento; 35 a 44 años: 81.9 por ciento; 45 a 59 años: 76 por ciento, y 60 años y más: 36.6 por ciento. Los hombres son los que más participan en la fuerza de trabajo con un porcentaje de 76.9 y las mujeres participan con 51.6 por ciento.
El comercio, la agricultura, la manufactura, los servicios financieros, el transporte, la construcción, la minería, la electricidad, gas y agua, son los sectores de actividad económica en donde los latinoamericanos y caribeños prestan sus servicios. La mayoría de ellos son asalariados (57.4 por ciento), otros se auto emplean (29.9 por ciento), unos más son familiares no remunerados (4.7 por ciento), el 4.0 por ciento son empleadores y el 4.0 trabajan en el servicio doméstico.
En términos reales, la pobreza disminuyó con relación a 2023, teniendo un porcentaje de 27.3 por ciento de la población total. De acuerdo con las estadísticas históricas, es el nivel más bajo desde 1990, pero mantiene condiciones heterogéneas en cada país, en donde en algunos hay 5 por ciento, mientras que en otros llega al 55 por ciento. Al interior de cada país, las diferencias también existen y son marcadas ya que en determinadas zonas no hay prácticamente pobreza y en otras ocho de cada diez habitantes es pobre.
Por su parte, el crecimiento no es alentador. La cifra llegó a 1.8 por ciento cuando en 2023 fue de 2.3 por ciento.
Con relación al medio ambiente, en el Anuario se menciona que la región es muy vulnerable a las consecuencias negativas del cambio climático (inundaciones, tormentas o sequías). En 2024, se registraron 56 eventos peligrosos y desastres naturales que afectaron a más de 6 millones de personas y causaron la pérdida de más de 800 vidas. El tema no es menor y debe encender las alarmas de los gobiernos para procurar a sus habitantes y mantener las condiciones idóneas para la vida comunitaria.
Este tipo de trabajos son un insumo para construir el futuro (deseable) desde el presente (complejo). Desde gobernantes locales hasta primeros ministros y presidentes deben privilegiar el dato en lugar de la creencia o la ocurrencia. Es el primero el que es guía de las buenas políticas; las otras dos llevan al dispendio y fracaso.