Una nueva pasarela / Eduardo Torres Alonso

La sucesión presidencial inició de forma adelantada y fue el propio Presidente de la República quien la azuzó al referirse a miembros de su partido y de su gabinete como “corcholatas”. Esta palabra hizo que él se convirtiera, entonces, en el “gran destapador”. Imposible no recordar que el titular del poder Ejecutivo, en otros tiempos, era el “gran elector”. Tal vez, eso quiere ser.

Desde hace meses, las personas mencionadas por él han recorrido el país promocionándose. Intentan disfrazar, con cierta inutilidad, sus giras proselitistas con conferencias o con la asistencia a tomas de protesta o a informes de gobierno de alcaldes o gobernadores. Cada vez es más notoria la acción para conseguir la nominación de la candidatura de Morena. Ya hay bardas pintadas en calles, avenidas y carreteras, y grupos para promover a tal o cual persona. El ánimo político que prevalece en la sociedad es que no importa quién gane la candidatura presidencial, será el actual partido en el poder el que en 2024 repetirá el triunfo. No con la misma cantidad de votos, porque entre 2018 y el día de las elecciones habrán pasado muchas cosas –como hemos sido testigos–.

No obstante, el partido gobernante no es el único que ha iniciado el proceso para ver quién puede ser la candidata o el candidato. También los partidos de oposición están con esa tarea. En particular, el Partido Revolucionario Institucional, hoy pieza fundamental para los acuerdos legislativos con Morena, ha convocado a su militancia a expresarse.

En el emblemático auditorio “Plutarco Elías Calles” de la sede nacional del PRI, durante dos días, el 17 y 18 de octubre, se celebraron los “Diálogos por México” que más que un ejercicio dialógico fue una exposición de aquellas personas que tienen interés en buscar la candidatura presidencial.

Quienes ahí hablaron, al tiempo de compartir diagnósticos y pronósticos, proyectos, problemas y soluciones, frases hechas y arengas que buscaron levantar los ánimos de un partido que acumula derrotas, se mostraron como opciones para competir: Beatriz Paredes, Ildefonso Guajardo, Alejandro Murat, José Ángel Gurría, Claudia Ruiz Massieu, Esteban Villegas, Enrique de la Madrid, y Miguel Ángel Riquelme. Las dos mujeres y los seis hombres tienen, nadie lo duda, una trayectoria propia: acumulan experiencia legislativa y partidista, en la administración pública, en la diplomacia y en la gestión de organismos multilaterales, pero eso no es suficiente. El PRI lo sabe.

Se requiere una candidatura competitiva por sí misma, porque esa organización que, en algún momento, pintó al país de tricolor carga a cuestas la historia de corrupción de sus gobiernos. Esa fue la razón por la que perdió en 2018 y por la que su número de votos se vino reduciendo, de forma subrayada, desde 1997.

Este ejercicio de exposición persigue posicionar al PRI y a los auto-destapados, promoverlos, para que los indecisos o los que no están de acuerdo con el actual gobierno los volteen a ver, pero también pretende que los miembros del partido gobernante, sabedores que sus aspiraciones, sean nacionales o locales, no tendrán eco tengan con quien conversar sobre el futuro, eso que en política nunca existe hasta que se concreta.

El presidente Miguel de la Madrid, en la lejana década de los ochenta del siglo pasado, en el contexto de la crisis del sistema político, convocó a un grupo de priistas para que expusieran sus ideas a la sociedad. Ellos fueron: Sergio García Ramírez, Manuel Bartlett, Carlos Salinas, Ramón Aguirre y Miguel González Avelar. En el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, ocurrió algo similar: Miguel Ángel Osorio, José Antonio Meade, José Narro, Aurelio Nuño, Enrique de la Madrid y José Calzada, participaron como precandidatos. Hoy, el mecanismo se repite.

Las elecciones se ganan con votos que se consiguen con trabajo territorial; es decir, con una estructura sólida, “aceitada”, y disciplinada, aunque también con el carisma de quien sea el candidato o la candidata. Ahora, esa “maquinaria” está en manos del partido gobernante, pero tampoco es su propiedad. Veremos si esta nueva pasarela ayuda a dinamizar la estructura del PRI y a atraer a aquellos que están en otros lados.

Mientras tanto, junto con las “corcholatas” de color guinda, veremos y escucharemos a los dialogantes que empiezan a recorrer el país.

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