Las brechas de género en el trabajo no remunerado se mantienen inalterables. Las mujeres dedican mayor tiempo a los cuidados y a labores domésticas, mientras que los hombres lo hacen en el trabajo para el mercado. La vieja concepción cultural del hombre proveedor y la mujer cuidadora, en los hechos, se afianza.
La esperada Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) que se publica cada 5 años, arroja luz sobre la tendencia que siguió el trabajo no remunerado tras la pandemia, que alteró las dinámicas al interior de los hogares. Un dato contundente es que la sociedad mexicana invierte 51% del tiempo del trabajo a actividades que no tienen ninguna remuneración.
Las mujeres destinan el 65% de su tiempo semanal (más de la mitad) a los cuidados y tareas del hogar y los hombres tan solo el 31%. Al examinar con detalle los resultados encontramos que el mismo porcentaje de mujeres que en 2014 se dedicaban al trabajo doméstico del propio hogar es similar al de 2024, ¡no existió cambio en una década!
En cuanto a la brecha de género, en 2024 la participación de las mujeres en el trabajo de cuidados fue 8.1 puntos porcentuales superior a la de los hombres, una diferencia idéntica a la de 2019 cuando se realizó la última encuesta. El grupo al que se destinó mayor tiempo de cuidados fue el de 0 a 5 años, el segundo sitio lo ocupó el cuidado de personas enfermas o con alguna discapacidad.
La limpieza de la vivienda, la preparación de alimentos y la limpieza de la ropa absorben el trabajo no remunerado de las mujeres. Por el contrario, las compras, los pagos y trámites son tareas realizadas en su gran mayoría por hombres. Este no es un dato más: se trata de actividades que conllevan el manejo de dinero, un asunto relacionado con la falta de autonomía económica de las mujeres.
El tiempo propio es casi nulo ya que el trabajo en el hogar lo absorbe casi todo y evita que las mujeres se ocupen en otras actividades como realizar ejercicio físico.
Considero que los cuidados junto a la brecha salarial y la erradicación de las violencias son los temas más apremiantes en la agenda de género en el país.
La construcción de un Sistema Nacional de Cuidados se hace más necesario para materializar los logros de la igualdad que se registran en otros ámbitos. El impulso a este modelo de organización social y económica fue el principal compromiso de la reciente Conferencia Regional sobre la Mujer celebrada en Ciudad de México.
En la misma línea, hace unos días la Comisión Permanente del Congreso exhortó al gobierno federal a ratificar el convenio 156 de la OIT sobre las personas trabajadoras con responsabilidades familiares, con el propósito de impulsar la igualdad entre mujeres y hombres en el cuidado de las infancias y otras personas dependientes.
La ENUT muestra y reafirma que las brechas de género en el hogar persisten y se mantienen sin grandes variaciones por la carga de cuidados, lo que coloca a la desigualdad de género en los mismos parámetros que ha permanecido durante generaciones.
A pesar de los discursos y de visibilizar las desigualdades, la estructura social enfrenta una enorme resistencia al cambio que pasa de lo cultural y se sostiene en las políticas públicas. Miremos con gafas moradas a los cuidados. Reconocer su importancia contribuirá a la autonomía económica de las mujeres y a generar oportunidades de desarrollo igualitarias y sin sesgos.