Vacunas y salud pública / Claudia Corichi

Entre todas las crisis relacionadas con la pandemia –de salud, económicas, políticas, mentales–, no se me ocurre noticias más esperadas, en todo el mundo, que las referentes a las vacunas contra COVID-19. Sin embargo, quiero dedicar este espacio a reflexionar sobre la importancia social de otras vacunas.
Posterior a las guerras mundiales las expectativas de vida y crecimiento demográfico se dieron, en parte, gracias a las vacunas, producto de la labor científica, que han salvado a la población de epidemias de viruela, poliomielitis y sarampión, por mencionar algunas. En los años 90 surgió un movimiento de «campañas antivacunas» que promueve evitar las vacunas por razones religiosas, políticas, filosóficas o por temores sanitarios. Rebrotes de enfermedades que se pensaban erradicadas han afectado la vida de niñas y niños, lo que demuestra la fallida oposición a estos mecanismos científicos de salud pública.
No cabe duda, es fundamental que los gobiernos dediquen presupuesto a políticas públicas de salud que se enfoquen en mecanismos de prevención, particularmente la aplicación de vacunas como eje central para evitar gastos mayores en medidas de tratamiento como medicamentos, terapias específicas y cirugías, o peor aún, costos sociales derivados de la pérdida de vidas. Los presupuestas para uno de los temas prioritarios en este contexto son las esperadas vacunas anticovid, pero no deben descuidarse muchos otros. En ese tenor, hace varios años, algunas legisladoras y organizaciones de mujeres demandamos que en los servicios de salud pública se aplicara la vacuna contra el VPH a niñas, niños y jóvenes.
Según cifras mundiales de la OMS, en 2018 fallecieron 311 mil mujeres a causa de cáncer cervicouterino (que ocupa el primero o segundo lugar de incidencia en países latinoamericanos), 85% de estos decesos, ocurrieron en países en desarrollo. Restar importancia y recursos a tratar enfermedades que afectan a las mujeres llevó a un desabasto entre 2018 y 2019, no solo porque los gobiernos no compran estas vacunas, sino que han empezado a dejar invertir en su producción.
La transmisión del Virus del Papiloma Humano y su terrible consecuencia, el cáncer cervicouterino, puede evitarse en más del 90% de casos, inmunizando a niñas que cumplan 11 años o estén cursando 5to de primaria. Este virus, que también cobra vidas año con año, sí tiene vacuna, solo que no se le da difusión, ni prioridad, en el seguimiento en el esquema de nacional de vacunación.
Frente a las crisis y los recortes presupuestales que se harán el todo el mundo, urge defender vacunas como ésta que, de aplicarse conforme al plan regional, salvarán de la enfermedad y de la muerte a millones de mujeres.

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