Volvamos al tema / Eduardo Torres Alonso

Las mujeres ya están en la política, pero no en suficiente número ni en todos los lugares. Aún persiste la idea de que ese espacio son de los hombres.

Cada vez más se incrementa el número de mujeres que, por votación popular o designación, ocupan cargos en el Estado. Se han ido franqueando las puertas y eliminando obstáculos –no todos ni de forma definitiva– por las que pasan para hacer lo que saben hacer. El 2 de junio de 2024 se marcó un momento histórico en México: Claudia Sheinbaum Pardo asumió la Presidencia de la República. Junto con ella, cuatro mujeres ganaron las gubernaturas de Guanajuato, Morelos y Veracruz, y la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.

Ellas pueden ganar elecciones. Asumir el mando militar y la jefatura de la administración pública. Dar órdenes a civiles y negociar con gobernantes que, piensan, que por ser blancos y hombres pueden tratar a otras personas como subalternos.

Sin embargo, es necesario volver al tema del ejercicio del gobierno por parte de las mujeres porque, como se dijo al inicio de esta columna, ni el número de ellas es bastante ni se encuentran en todos los niveles. Regresar a pensar este tema es relevante porque, como se ha demostrado, con estudios como el del Banco Interamericano de Desarrollo, cuando hay mujeres en posiciones de mando y decisión, existe mayor inversión en educación o salud, se construyen políticas con enfoques incluyentes y toman en cuenta aspectos tan importantes que los ojos masculinos no ven (o no quieren) como las tareas de cuidado.

En los últimos treinta años, el 90 por ciento de las cabezas del Estado en el mundo son de hombres. Eso hecha por tierra una de las expresiones más comunes de los grupos misóginos sobre que ellas los han desplazado. Y son tan pocos los países en donde son jefas de Estado o de gobierno que caben en un párrafo: Bangladesh, Barbados, Bosnia y Herzegovina, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Etiopia, Finlandia, Francia, Georgia, Gibón, Grecia, Honduras, Hungría, India, Islandia, Italia, Lituania, México, Moldova, Nepal, Nueva Zelanda, Perú, Samoa, San Marino, Serbia, Singapur, Tanzania, Togo, Trinidad y Tobago, y Túnez. En el mundo hay 195 países. Es notorio el desequilibrio.

Históricamente, los gobernantes han sido hombres. ¿Cómo nos ha ido? La evidencia recabada alrededor del planeta indica que uno de los factores que propician mejores sociedades (más justas, inclusivas y con democracia) es la representación de las mujeres en los canales de la política.

Es difícil, por no decir imposible, aunque luego uno se encuentra con declaraciones sorprendentes, no sostener que los procesos de socialización en la mayoría de mujeres y la mayoría de hombres son diferentes. La asignación de roles ocurre desde el momento mismo del nacimiento y los espacios, tareas e ideas sobre lo que a cada uno le corresponde son muy difíciles de cambiar. Este es un renglón que hace la diferencia al momento en que las mujeres llegan a posiciones de poder. Su aportación al diseño de políticas públicas con temas que a los políticos hombres no les resultan prioritarios es decisivo.

Retomo el tema de los cuidados. Como hombre, sé que quien se preocupa por los demás no somos los hombres -aunque esto ha venido cambiado de forma lenta y se relaciona con los valores generacionales y las nuevas formas de ser hombre–. Son ellas quienes cuidan a las personas en todas las fases de la vida: desde la infancia hasta la vejez.

Este trabajo no sólo tiene que ver con el bienestar físico, sino con el material, económico, moral y emocional. Ellas, las personas cuidadoras, llevan a cabo esta tarea en condiciones de desventaja lo que hace que su labor sea más difícil. La división sexual del trabajo aquí es notoria, como también el mandato cultural.

Las desigualdades no afectan por igual a todas las personas. Quienes están en condiciones de vulnerabilidad las resienten más.

Terminemos: 1. Sí, hay más mujeres en el poder, pero siguen siendo más los hombres; 2. Las mujeres, son un grupo subrepresentado en los ámbitos decisorios de la sociedad, a pesar de las políticas afirmativas o la paridad, porque la idea de igualdad real aún no impregna a todos los individuos ni traspasa todos los muros; 3. Que más mujeres sean gobernantes ayuda a cambiar, así sea un poco, las formas de la política y a mostrarle a las nuevas generaciones que los varones no somos dueños de nada, aunque se requiera más que el sólo deseo para estar ahí; 4. Los varones seguimos estando ciegos a algunos temas que merecen atención para modificar el estado de cosas, y 5. La reflexión y discusión sobre estos temas debe mantenerse porque si queremos un mundo, un país, un estado, un municipio, una colonia, una mejor familia mejores hay que hacerse cargo de que todavía no hay igualdad plena.

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