Zapatero remendn, oficio al borde de la extincin

Don Rogelio ha arreglado imperfecciones en el calzado por tres décadas, y continúa ejerciendo en un tiempo donde la gente prefiere tirar los zapatos a la basura en vez de repararlos

Elizabeth Marina / Portavoz

[dropcap]U[/dropcap]no que otro zapato impar ha acompañado a don Rogelio por tres largas décadas, años que para él han sido casi días; y a pesar que su salud ya empieza a «cobrarle la factura», dejar el oficio y a sus felices clientes aún no está dentro de sus planes.
Rogelio Paredes es uno de los pocos zapateros que continúan ejerciendo este noble oficio en la capital; se le encuentra desde hace ya varios años en una pequeña esquina, sobre la 5ª Norte y 11ª Poniente, donde el olor a pegamento y el sonido de una vieja grabadora hacen particular a este taller.
Aunque el reemplazo de las suelas de cuero por las de goma y las grandes fábricas de calzado amenazan con extinguir el oficio, para este zapatero experimentado, el trabajo nunca falta.
Al día lo visitan entre 60 y 70 clientes, y arregla un aproximado de 30 zapatos; de ellos, sólo repara dos suelas porque son más tardadas y pagan menos por ellas.
«Le gano más a las cosas sencillas, que a hacer algo más complicado; por eso mi trabajo favorito son las tapitas, son las más sencillas, tardo cinco minutos en hacerlas; de ese tipo de trabajo hago hasta 50 al día. En cambio, arreglar una suela me lleva mucho trabajo y más tiempo», explica.
El incremento de zapaterías en la ciudad hace que la gente prefiera tirar los zapatos a la basura y comprarse un nuevo par, en lugar de arreglar alguna imperfección en el calzado; éstos son otros desafíos que los zapateros van «remendando» con los años.

Agrónomo remendón

Originario de Cintalapa de Figueroa, el chimbombo recuerda que tuvo una infancia difícil pero bonita. Tiene seis hermanos y mantenerlos a todos resultaba una tarea difícil para sus padres; de ahí que tomaran la decisión de mudarse a la capital en busca de un empleo, dejando a los mayores a cargo de sus abuelos.
«Uy, me acuerdo que mis hermanos mayores se quedaron con mis abuelos; imagínate, tener qué alimentar siete bocas es complicado, y en aquella época más», relata.
Han pasado tres décadas desde que don Rogelio aprendió el oficio junto a su cuñado. Tenía 25 años y había dejado la carrera de ingeniería agronómica trunca tras un conflicto estudiantil que en aquella época, envolvió a la Universidad Autónoma de Chiapas.
En busca de una entrada de ingresos para mantener a su esposa, decidió unirse a su cuñado en el pequeño taller de fabricación de calzado de danza que tenía; don Rogelio aprendió rápido y fue tanto su gusto por la zapatería que no tardó en abrir su propio taller.
«Me encanta el oficio, nunca he renegado de él y si tuviera la oportunidad de volver a elegir entre la agronomía y ser zapatero, el amor por mis tapitas vuelven a ganar», reconoce.
Además de ser zapatero, es un orgulloso padre; basta con observar el brillo en sus ojos y cómo se ruboriza al ver un colorido calendario del consultorio de su hija. Su sonrisa también refleja la satisfacción de tener a un maestro en la familia.
«Mis hijos nunca se avergonzaron de mí, nunca negaron mi oficio con nadie y orgullosos decían en la escuela «mi papá es zapatero», gracias a Dios tengo muy buenos hijos».
Su pequeño taller es la mejor decisión que ha tomado en toda su vida, asegura que no se ve haciendo algo más que arreglar zapatos: «Gracias a lo que hago saque a mis hijos adelante, es un trabajito que de verdad quiero mucho, nunca me ha dejado sin comer».

Zapatero 24/7

Las vacaciones para este zapatero no existen. Don Rogelio trabaja desde las 6:00 de la mañana en casa, aunque abre el taller hasta las 9:00; asegura que si no trabaja con algo se siente muerto, así que se lleva parte del trabajo a casa.
«Soy una persona a la que no le gusta flojear, abro todos los días y sólo descanso dos días en Semana Santa y el 01 de enero; de ahí siempre me vas a ver con mis zapatos, de 9:00 de la mañana a 5:00 de la tarde».
Los años no pasan en vano y la salud de este amante del calzado empieza a sufrir las consecuencias; el contacto directo con el pegamento mezclado con diluyente le provocó dermatitis por contacto, una enfermedad que ahora le consume hasta los codos.
«El dermatólogo ya me advirtió que debo dejar el oficio pero si lo dejo, me muero, después de tantos años, ¿qué voy a hacer?».
Para aliviar las molestias y evitar que la enfermedad avance con rapidez, es necesario que utilice guantes, aunque asegura que trabajar con ellos es muy incómodo y dificulta el trabajo. «Me las tengo que ingeniar porque está ha sido mi vida pero la verdad es que aún con los gajes del oficio no pienso dejarlo», sentencia.

Clientes espléndidos

Entre sus manos ha visto modas extinguirse y generaciones revolucionar, cuenta con un estante repleto de zapatos viejos, algunas botas vaqueras y un par de zapatillas ochenteras; las hay en buen estado y algunas que con el simple roce de los dedos se caen a pedazos, ese estante es el de «las malas experiencias».
Y es que a pesar de ser reconocido por su honradez y profesionalismo, ha tenido que lidiar con personas que lo han amenazado hasta con demandarlo por no entregarles un par de zapatos.
«El detalle está en que uno viene a dejarlo y otro a recogerlo, ni ellos saben a nombre de quien quedó el trabajo y eso está mal, aquí yo no recibo nada si no me dejan un nombre, no robo nada, en realidad ni lo necesito».
Entre los sinsabores, también están las satisfacciones. Don Rogelio ha hecho buenos amigos, lleva remendando los zapatos de un buen número de clientes, por eso Navidad es de sus temporadas favoritas y no porque el trabajo incrementa en esta época del año, sino porque sus clientes se acuerdan de él.
En diciembre me traen mi regalito y se siente bonito que se acuerden de uno en una época tan bonita, tan familiar. El mejor regalo que me han dado es una chamarra de piel, la verdad no puedo quejarme, tengo clientes esplendidos», reconoce.
Es así como don Rogelio sobrevive de este viejo oficio, que durante 30 largos años le ha brindado las mejores experiencias, le ha permitido sacar adelante a su familia y sobre todo lo ha hecho feliz.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *