Radiografia del escenario politico electoral en Chiapas

Si este es el escenario y el PRI está urgido de candidaturas que aporten y no que resten es inconcebible que los priistas no terminen de entender, solo esa miopía de la que hablo puede explicar tal actitud o, ¿Qué mensaje esperan las cúpulas de ese partido para tomar una determinación tajante? ¿Qué tendría que suceder en la mente de Aurelio Nuño, principal critico de Eduardo Ramírez, para que éste sea el candidato de la Coalición? O por lo menos permitir que la unción del candidato sea en una contienda «equitativa».
Si las circunstancias actuales dan cuenta que la candidatura de Ramírez sería la mejor posibilidad de que el tricolor se revitalice en Chiapas y logre sumarle cientos de miles de votos a Meade, ¿Qué están esperando?

Eduardo Grajales

[dropcap]L[/dropcap]os priistas se han caracterizado por su miopía política. Ven escenarios positivos donde no los hay, se jactan de avances que la sociedad no ha visto reflejado en su calidad de vida.
Dijeron que la luz y la gasolina bajarían con la reforma energética y ha sucedido lo contrario, que habría un crecimiento económico importante y éste ha sido peor que el estimado, que la Reforma educativa sería la panacea para lograr la calidad educativa y esta ha empeorado según las últimas evaluaciones educativas.
En el ámbito electoral ha sucedido la misma situación, le han apostado a perpetuar las imposiciones de los cacicazgos políticos y eso les ha causado la pérdida de varias gubernaturas, militancia y votos que hoy los tienen en serios aprietos.
En Chiapas esta situación no ha sido la excepción. Las fobias e intereses particulares de la cúpula tricolor han cegado la visión de expansión y fortalecimiento de ese partido y se ha impuesto a la estrategia.
La prueba fehaciente es la descomposición del panorama electoral estatal que hasta el momento es un tema irresuelto, generando problemas donde no los había y que han afectado principalmente las desgastadas imágenes de Enrique Peña Nieto, Manuel Velasco y, recientemente, la del candidato priista José Antonio Meade.
Este descontrol de las fuerzas políticas se puede observar en la escueta convocatoria del precandidato del PRI a la gubernatura, Roberto Albores Gleason, quien no termina de asentarse en las estructuras de poder local.
Las fotografías de sus eventos muestran pequeñas concentraciones, en sus redes sociales difunde un discurso tradicional que ya no tiene cabida en los tiempos de una sociedad moderna que ya se encuentra molesta y ofuscada por los engaños del partido en el poder.
Por su parte, su antagónico natural Eduardo Ramírez ha dado muestras de visión política, interés por lograr el fruto de un trabajo de años que, en consecuencia le han retribuido en un indiscutible respaldo de diversos sectores de la sociedad civil, de operadores cercanos e incluso de presidentes municipales, diputados locales no solo de su partido sino de otros que le han brindado su respaldo y lo siguen arropando pese a las traiciones que ha señalado.
Entonces, si este es el escenario y el PRI está urgido de candidaturas que aporten y no que resten es inconcebible que los priistas no terminen de entender, solo esa miopía de la que hablo puede explicar tal actitud o, ¿Qué mensaje esperan las cúpulas de ese partido para tomar una determinación tajante? ¿Qué tendría que suceder en la mente de Aurelio Nuño, principal critico de Eduardo Ramírez, para que éste sea el candidato de la Coalición? O por lo menos permitir que la unción del candidato sea en una contienda «equitativa».
Si las circunstancias actuales dan cuenta que la candidatura de Ramírez sería la mejor posibilidad de que el tricolor se revitalice en Chiapas y logre sumarle cientos de miles de votos a Meade, ¿Qué están esperando?
Es claro que tal determinación se discutirá solo en el entorno nacional por lo que no sería de extrañar que la obcecación y la fobia que han sido el sello de la casa en las determinaciones importantes de esta nueva generación priistas, se incline a una imposición que generará sin duda el desfonde de una Coalición que se antojaba determinante.
Bajo esa lógica, que ésta por verse todavía, se avizoraría una ruta para la concreción de candidaturas comunes que harían más ríspido pero interesante el proceso electoral, en las que sin duda los diferentes actores tendrán que demostrar de lo que están hechos verdaderamente.
Ramírez por un lado, tendría que tomar primeramente una decisión sensata y racional, como lo ha venido haciendo de tal manera que la fuerza que hoy ostenta no quede sin representación política para él y su gente, por lo que no sería de extrañar que ante la imposición busque enrutarse en otras expresiones que le sirvan mejor a Chiapas.
Por otro, un Rutilio Escandón que aunque le ha faltado agresividad en la dirección de su campaña ha sido el gran beneficiario de la rispidez entre el Verde y el PRI, así como un beneficiario directo de la imagen de Andrés Manuel López Obrador que crece y crece en las encuestas lo cual, aunque le da muchos bonos no le brinda todas las condiciones de triunfo, situación que lo obligará a reforzar su estrategia.
Aunado a lo anterior el PRI con Roberto Albores, pese a las circunstancias difíciles en las que se encuentra, tiene detrás de si el apoyo de las fuerzas nacionales, quizá incluso la del mismo Presidente y de los ex gobernadores Sabines y Albores Guillén quienes amarrarán los acuerdos necesarios para que su delfín logre ser competitivo ante semejante escenario.
Y por último, tenemos a un opositor natural, José Antonio Aguilar Bodegas, a quien no hay que perder de vista pues pudiera ser el personaje que termine repuntando en las encuestas si es que continúa la batalla entre el PRI-Verde y Escandón no suba en las preferencias.
Estos son, pues, algunos escenarios que podrían darse en los próximos días. Del resto de suspirantes ni que hablar, ¡oportunismo puro!

dialectica902@hotmail.com

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