Tubo de ensayo / Rene Delios

Foto: Univisión

El oficio político no se le da a cualquiera; los que la saben gozan de prestigio y reconocimiento entre sus compañeros de partido, pero los hay a quienes colocan en ciertas posiciones por determinación superior, pero eso no le da la capacidad De facto y es cuando observamos cada pifia o «regada» por parte de quienes llegan por designación y no a pulso.
Ese es el caso del dirigente nacional priista Enrique Ochoa Reza –tocayo del presidente-, quien llegó al CEN de ese partido sin un proceso democrático interno y ningún antecedente partidista a destacar, y menos de representación popular; vamos ni siquiera por la vía plurinominal.
Total que arribó a la vieja usanza de un priismo según esto renovado, pero a la vez descalabrado en la elección pasada de 2016, en la que el PAN recuperó terreno por sobre el tricolor y que fue el motivo por el cual, Manlio Flavio Beltrones cayó estrepitosamente de la dirigencia aún se agarrara con todo de los muros del edificio de Insurgentes Norte.
Aun con eso en el PRI no la midieron y otra vez la misma vaina: se impuso al dirigente por sobre los que podrían competir con transparencia por la dirigencia nacional y la regresión fue inmediata, como si la derrota electoral no hubiera pasado o esa es la lectura.
De inmediato el dirigente para legitimarse, arengó en contra de los malos priistas, o eso le dijeron: los gobernadores –en esa fecha estaban en funciones- de Quintana Roo, Eduardo Borges, de Chihuahua, César Duarte y de Veracruz –la cereza del pastel-, Javier Duarte, merecieron de los cuestionara de su dirigente por sus malas administraciones, muy aparte de que ya habían perdido la gubertura –las tres ante el PAN-, y desde luego el panismo lo celebró con bombos y platillos.
Pero el PAN no celebró mucho tiempo una vez que la Auditoria Superior de la Federación empezó a ser más explícita también con el caso Guillermo Padrés Elías, el ex gobernador de sonora de filiación panista, y cuyos escándalos de gobierno fueron creciendo al grado tal que hoy es buscado ya en 120 países por la Interpol, para que sea presentado ante la justicia mexicana.
Obvio es que ya no es nuevo eso de que en el PAN haya corruptos, y ya tiene sus años que sus casos empezaron con los llamados «moches» y otros apuntes menores como la cajita de zapatos llena de dinero, entre otras tantas ya ventiladas en su momento.
Pero el dirigente priista para desquitarse un tanto del panismo que se botaneo al tricolor con sus tres gobernadores denostados, cuestionó sí el PAN no había protegido y encubierto al Padrés aun ese partido haya seguido el mismo procedimiento que el PRI con Duarte el jarocho: lo expulsó.
Ochoa Reza no está ni por asomo bien ni en su partido: nombro recién un Comité Ejecutivo de poca presencia, sin antecedentes de trabajo político de cobertura, y pues para ganar imagen, esa presencia que le falta, a Ochoa Reza no le quedó más que gritarle a los de la banqueta de enfrente, cuando vio que no le cuajó lo de un debate con Andrés Manuel López Obrador: acusó luego a Ricardo Anaya, el líder nacional panista, de haber facilitado la huida de Guillermo Padrés cuando ya era prófugo de la justicia.
Pero lo hace ante los medios de manera insulsa: sí tiene las pruebas de la complicidad de Anaya, pues que lo denuncia ante la PGR, que también busca por todo el país al ex gobernador sonorense.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *