A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

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El movimiento feminista no comenzó con este gobierno y está muy lejano a ser un complot de los conservadores como señala, una y otra vez, el presidente de la república. Las manifestaciones en la CDMX que se tornaron en parte agresivas con algunos monumentos históricos habían sido nota y objeto de debate, pero no habían alcanzado las proporciones que tendrá la manifestación del próximo nueve de marzo. De un tiempo acá el movimiento Me Too, alcanzó proporciones globales y ha derivado en una serie de denuncias sobre acoso sexual que ha puesto la mira, incluyendo a las autoridades de justicia, a destacadas personalidades del mundo del espectáculo como Harvey Weinstein y más recientemente al famoso tenor Placido Domingo. En este caso el tema es el abuso sexual que incluye indistintamente a hombres y mujeres, pero es por supuesto, parte del problema en sociedades machistas y misóginas.

El movimiento comenzó a germinarse con la filtración de una presunta iniciativa que pretendía eliminar el feminicidio como una grave causal y clasificación distinta del homicidio por parte de la Fiscalía General de la República, asunto del que recularon por las reacciones en diferentes medios de comunicación y las redes sociales. Después se conoció del asesinato de una mujer que implicaba a su ex esposo un flamante ejecutivo de varias empresas y posteriormente el artero de crimen de Ingrid Escamilla una mujer de 25 años por parte de su pareja y del cual se dieron a conocer imágenes que conmocionaron y causaron un repudio generalizado de toda la sociedad mexicana. Por si faltaba más, se conoció también del secuestro y posterior asesinato de Fátima, una niña de siete años que fue también objeto de abusos.

Por eso y muchos agravios acumulados, prendió la mecha que se aglutinó en torno al llamado de un colectivo de mujeres para realizar el paro nacional «Un día sin mujeres» como señal de protesta y un, hasta aquí, en contra los crímenes por cuestión de genero. De forma inusitada se sumaron en todo el país diversas organizaciones, universidades, gobiernos e instituciones públicas, así como diversas empresas. Se espera una amplia respuesta de la sociedad mexicana en un acontecimiento que marcará un antes y un después en la lucha del feminismo para que el gobierno y la sociedad se tomen de una vez por todas en serio este grave problema que aqueja a nuestro país y muchas partes del mundo, donde también las mujeres se han manifestado viralizando la indignación, la molestia y el reclamo no solo de justicia, sino de acciones que van mucho más allá de la sanción punitiva del estado, el combate a la impunidad, la omisión y hasta la complicidad por parte de las autoridades.

Queda pues claro, que no se trata de un complot ni de conspiraciones urdidas por los adversarios del régimen. Tampoco se puede privar de participar a quienes así lo deseen independientemente de su ideología o filiación política. El presidente comete un error al subestimar que el objetivo que aglutina a este llamado va mucho más allá de un movimiento con fines políticos. Es el objetivo el que unifica y no su origen. Pero una y otra vez el presidente se asume como parte del problema y no de la solución al acusar que fuerzas obscuras están detrás de este movimiento. No comprende que nadie lo esta culpando del problema. Por el contrario debiera sumarse, adherirse y poner a las instituciones del gobierno prestas a generar una agenda que derive en políticas públicas para establecer acciones a corto, mediano y largo plazo tendientes a modificar las conductas que discriminan, ofenden, agravian y lesionan a las mujeres al grado de ser el motivo de crímenes arteros. Así como a la marcha y el paro nacional, debieran sumarse los poderes legislativo y judicial, las organizaciones de la sociedad civil, las empresas y diversas instituciones. Parece que la obsesión y el delirio de persecución hostigan al presidente como si él fuera el centro del sistema solar. Como si, solo él, fuera el origen o el responsable de todos los problemas que aquejan a nuestro país.

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