A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Efectos de la pandemia

Si algo caracteriza al fenómeno de la pandemia del coronavirus es la incertidumbre. A pesar de los avances de la ciencia médica, la humanidad no parece estar preparada para enfrentar estas amenazas que hoy ponen en jaque a los países del orbe. Incluso en los más desarrollados y con los mejores sistemas de salud, no ha sido fácil frenar la propagación de un virus que multiplica inexorablemente. La globalización enfrenta su mayor crisis desde que la movilidad humana, el intercambio comercial, la conectividad, la interacción entre los habitantes, los capitales, los mercados y la interdependencia entre países que ello ha ido creando en el planeta. Era solo cuestión de tiempo que los contagios se multiplicaran y trascendieran fronteras.

Durante la conquista de Tenochtitlan y los reinos antiguos del Perú, el contagio de la viruela negra fue un factor determinante para abatir a la población autóctona. Los españoles que habían padecido epidemias como en toda Europa, habrían desarrollado inmunidad, pero no así los nativos de las tierras conquistadas. Por eso los historiadores hablan de la guerra biológica que exterminó a millones.

Lo que observamos ahora son brotes derivados de mutaciones que la humanidad seguirá padeciendo. México ya enfrentó en el 2009 el virus de la influenza AH1N1. Afortunadamente sus consecuencias no fueron graves ya que no se propagó como ahora lo hace el Covid-19. Fueron tiempos difíciles para la economía mexicana que sin embargo logramos superar con medidas adecuadas. La tasa promedio del crecimiento al final del sexenio de Felipe Calderón, fue de 1.8% a pesar de que también padecimos en 2008 la crisis inmobiliaria en los Estados Unidos que afectó a todos los mercados en todo el mundo.

A Peña Nieto le fue mejor porque durante el primer año de gobierno se llevaron a cabo las reformas estructurales a las que el PRI se opuso durante los dos sexenios panistas. La apertura en el sector energético generó grandes expectativas y mejoró la calificación crediticia de México. Fue la corrupción la que sepultó su gestión. La que capitalizó triunfalmente el ahora presidente López Obrador. Aún así entregó un país creciendo al 2.4% y con «finanzas sanas» a decir del propio presidente al asumir el poder.

De ahí, en menos de un año, vino la debacle. La obsesión por erradicar la corrupción y asociarla al liberalismo económico, a la apertura comercial de México a otros mercados, a la inversión extranjera en el sector energético. La idea nada novedosa, de terminar con la desigualdad a partir del asistencialismo y el reparto de la piñata presupuestal con entregas discrecionales de dinero en efectivo sin transparencia ni reglas de operación. La apuesta por rescatar a Pemex de una quiebra derivada de un sindicato parasitario, de sus directivos corruptos, de su obsolescencia técnica. El rechazo de nuevas tecnologías de extracción como el fracking y la coinversión con empresas extranjeras para multiplicar la capacidad extractiva y por ende la producción. Todo en aras de un nacionalismo ramplón y el sostenimiento de un monopolio incompetente y costoso. Lo mismo en la generación de energía eléctrica.

Todas esas inversiones se cancelaron durante el primer año. Igual pasó con el NAIM que dejó enterrados 100 mil mdp. Fue el principio del fin. La perdida de la confianza por la incertidumbre legal de un régimen disque transformador que ha impuesto leyes draconianas en materia fiscal y que inhibe la inversión. Una política de austeridad que ha prescindido del valor del capital humano en la administración pública. Un gobierno que subejerce el presupuesto y no invierte en infraestructura. Que dilapidó el Fondo de estabilización económica para financiar los caprichos de megaproyectos sin pies ni cabeza, ni proyectos. Ese mismo gobierno que desapareció el seguro popular pero no traía nada en la chistera. Que puso en crisis al sistema de salud, que compró sin licitación medicinas baratas. Ese gobierno que acabó con el empleo, disparó la inseguridad, redujo el PIB y bajo el crecimiento a cero.

Por ahora enfrentamos endebles la peor crisis sanitaria y una ineludible crisis económica que se calcula en un -4%. Con el dólar disparado, el petróleo por los suelos. ¿Cómo va sortear la grave situación económica que se avecina? La pandemia se presenta como una amenaza que bien pudiera convertirse en oportunidad. Es la hora de rectificar el camino. De sacrificar los megaproyectos que representan casi 500 mil millones de pesos para reorientarlos en un gasto que detone la economía. Sin tan solo quisiera el presidente al menos por supervivencia política, pero eso, lamento decir, no sucederá. Todo por culpa de un dichoso ganso.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *