A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

No los veo, ni los oigo

A menos de que estemos enfrascados en una guerra percepciones, mal hacen quienes por pretender defender al presidente -como si no pudiera solo- desacreditan el derecho a la libre manifestación. Llama la atención que el presidente haya dado las gracias a las «benditas» redes sociales cuando la inconformidad social que el encabezó encontró en ellas su cauce contra cualquier tipo de censura. Se convirtieron en pieza clave de la propaganda lopezobradorista al grado de que se conformó un equipo encerrado en un bunker que las 24 horas del día generaba información y contrarrestaba ataques para desvirtuar cualquier tipo de información que les resultara adversa.

A través de las redes se cooptó a cientos de miles de simpatizantes que propagaban esos contenidos con singular eficacia. Ahí se creó la RedAmlo con sus Amlovers que a través de algoritmos recibían los insumos necesarios para la batalla. Así lograron permear a segmentos de la clase media aspiracioncita -universitarios, comerciantes e académicos- que se sumó a la indignación y el hartazgo por la corrupción imperante y un sistema «opresor» que agrandaba la brecha de la desigualdad, la falta de oportunidades y la acumulación de riqueza en unos cuantos.

A eso hay que agregar que ahora utilizan a la televisión pública -los canales 11 y 22- para adoctrinar a sus huestes. Sumado a ello algunos medios tradicionales en la radio y la televisión que hoy son favorecidos con discrecionalidad con que se reparte el presupuesto en comunicación. A cambio difunden las mañaneras y las giras del presidente, pero también incrustaron a voceros que se encargan de dosificar y contrarrestar a la opinocracia que tildan de chayotera y carente de autoridad moral para participar en el debate público.

Ahora entre esas mismas redes sociales que tanta utilidad les proveyeron, se ha conformado una masa crítica que cada vez resulta más incomoda al ejercicio del poder. Les causa urticaria al grado de que ahora se las quiere censurar y limitar. El presidente no se cansa de adjetivar y descalificar toda opinión adversa tildándola de conservadora o servil. Apostó por extrangularlas financieramente pero no le ha resultado. Es un tema de supervivencia y están dispuestos a sostenerse firmes desde sus trincheras. Se han reinventado como sucede, por citar un ejemplo, con Loret de Mola y Víctor Trujillo «Brozo», que se autoexiliaron y buscaron colaboraciones en la prensa internacional para atizar sus críticas.

A todo esto, hay agregar que las cosas no han resultado a la 4t. No voy abundar ahora en todas las promesas incumplidas de prosperidad, seguridad, salud y bienestar, sobra decirlo, pero se puede percibir en un descontento social acumulado que se manifiesta en una popularidad en declive en los estudios de opinión. La oposición formal está desarticulada y al margen de ella surgen voces discordantes que atraen a la inconformidad social.

Por eso tuvo eco la convocatoria de FRENAA en medio de la pandemia que tiene en cuarentena a la población. Puso furiosos a los seguidores de AMLO que insisten en ridiculizar y desestimar cualquier tipo de manifestación incluyendo a la que previo a la pandemia movió a miles de mujeres en todo el país en contra de la violencia de género.

Nunca estuve de acuerdo en que López Obrador se autoproclamara «presidente legítimo» e intentara sabotear la toma de posesión de Felipe Calderón. Y luego en que pidiera varias veces la renuncia de Peña Nieto. Ahora llaman «golpistas» a quienes promueven lo mismo. Se puede o no, estar de acuerdo, pero están en su derecho de manifestarse pacíficamente. Los inconformes están ciertos de que eso no va suceder, pero saben que es una forma clara de rechazo a las políticas del presidente.

Mal hacen desde el poder quienes, como decía Salinas, no los ve ni los oye. Peor si piensan que se trata de una minoría. No vienen bien las cosas para el país y los apoyos que discrecionalmente reparte el gobierno no serán suficientes para generar adhesión. La inconformidad va más allá de quienes acusan de fifís. Se percibe en los sectores más pobres, aunque pretendan ignorarlo. Todo eso se va hacer sentir en los resultados del próximo electoral.

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