A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Indignación

A mi como a muchos chiapanecos, particularmente los que conocemos de toda la vida a la familia D»Argence Zardain nos llena profundamente de indignación el artero crimen, a plena luz del día, de Don Alfedo D»Argence Morell. Nos provoca impotencia y rabia que una apreciada familia haya perdido un ser tan querido, hombre de bien, decente, forjado en el trabajo y conocido por su sencillez y bonhomía.

Muchísimas personas expresaron sus condolencias con la familia. En estos tiempos de Covid, duele no poder acompañarlos porque los servicios funerarios son breves y de no ser así, habríamos visto a cientos de personas y familias expresando su solidaridad en estos momentos aciagos. Vayan nuestros pésames para todos sus familiares y amigos. Ojalá que ese crimen no quede impune. Nos duele, nos lastima.

Habría que preguntarse qué nos está pasando como sociedad. A que grado de descomposición hemos llegado para que existan personas así, sin el más mínimo respeto por la vida. No se puede lucrar políticamente con el hecho, pero eso no quiere decir que cosas así pasen inadvertidas y no se procuren o exigan acciones para remediarlo. Me llamó la atención que muchos políticos que siempre están prestos a expresarse no lo hayan ni mencionado. Uno esperaría al menos un mínimo de sensibilidad. Es cuando también no falta quien diga que se debe aplicar todo el peso de la ley como si la ley no tuviera peso. La ley es la ley y esta se cumple cuando existe un estado de derecho. Solo que nos hemos vuelto muy laxos con ella. Permitimos que se viole cotidianamente.

Esa paz de la que alguna vez gozamos en otros tiempos ya no existe más. El crimen se enseñorea ante la pasividad. Ya van varios casos de personas conocidas y apreciadas que han sido víctimas de delincuentes con absoluta impotencia en sus propios hogares. Muchas casas y comercios cuentan hoy con sistemas de alarma y seguridad. Aún así persisten los delitos. Es por eso necesario tomar cartas en el asunto y reforzar las medidas de seguridad. Mejorar los sistemas de vigilancia y profesionalizar aún más a las autoridades encargadas de procurar justicia. Invertir más en equipamiento para no dar tregua a los malhechores. No es posible que, en un horario con tanto tráfico vehicular, se hayan dado a la fuga sin ver un despliegue de fuerzas policiacas. Todos los días desde muy temprano se hace una mesa de seguridad. Se supone que la Guardia Nacional se creo con ese propósito, pero no vemos ni sus luces. Esperamos que las autoridades actúen con celeridad para que este hecho no quede impune. Para que no sucedan otros que sigan lastimando nuestra convivencia social.
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