A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Juntos, pero no revueltos

La ofensiva morenista y del propio presidente contra el proceso de conformación de la alianza entre el PRI, PAN y el PRD pretende desacreditar el origen, pero no el propósito que los reúne. Ven la paja en el ojo ajeno cuando las alianzas que los llevaron al poder no tienen ni pies ni cabeza, son contradictorias ideológicamente y en algunos casos son inconfesables. Apuestan a nuestra desmemoria.

Pragmatismo
Amlo sabía que la tercera era la vencida. Por eso recurrió al más puro pragmatismo. Decidió aliarse tras bambalinas con la mafia del poder. Esa complicidad hoy se hace más evidente. Sumó a sus filas lo mismo a tránsfugas del viejo PRI como Manuel Bartlett o Arturo Durazo que a Manuel Espino, expresidente del PAN al igual que Germán Martínez, a cambio de una senaduría pluri o Gabriela Cuevas también a cambio de una pluri en el congreso. Javier Duarte, el exgobernador de Veracruz, apoyó también a Morena porque los candidatos del PRI y el PAN amenazaron con investigarlo. La alianza con el PES, un partido abiertamente confesional, es de lo más antinatura que un movimiento que se dice liberal o de izquierda, podría haber hecho. Con el Verde ahora, ya ni se diga. La defienden como una necesidad en aras de la 4t.

Alianzas inconfesables
Con el apoyo de Alfonso Romo, Amlo, se acercó a los magnates del país. El suegro de Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas pliego dueños de las odiadas televisoras Televisa y TV Azteca. A cambio se le abrieron las puertas para promocionar su campaña. El magnate sindicalista Napoleón Gómez Urrutia, regreso del exilio por una senaduría. La principal alianza fue con Peña Nieto. Es un secreto a voces. La investigación judicial fue el golpe artero contra Ricardo Anaya para que no pudiera capitalizar el voto útil. Peña Nieto alentó a gobernadores dejándolos operar a favor de Amlo. Podría a haber ganado de todas maneras, pero no se quiso arriesgar. A cambio obtuvo una mayoría que hoy le permite actuar a sus anchas en materia presupuestal y modificar las leyes y con ello las instituciones a su antojo.

Defender la democracia
Los argumentos en contra de la alianza opositora adolecen de toda congruencia. Y habrá que agregar que los partidos que históricamente fueron antagónicos como el PAN y el PRI ahora van juntos, pero no revueltos. De ninguna manera están renunciado a sus principios ni postulados. La ley electoral permite las alianzas y no establece restricciones al respecto. Como publicó en El Universal, Francisco Valdés Ugalde, «A pesar de sus diferencias, a veces ocultas por neblinas mentales y prácticas disímbolas, lo cierto es que -las alianzas- tienen un valor común frente al partido en el gobierno: la defensa y recuperación de la democracia constitucional que Morena y su dirigente destruyen cotidianamente. Eso es lo que hoy está en juego».

Complejidades
No está resultando nada fácil. Sobre todo, desde la óptica local. Si la alianza solo fuera por las diputaciones federales, quizás no habría mayores complicaciones. Han acordado ir por separado donde pueden ganar solos. Como botón de muestra ahí está Hidalgo y Coahuila donde la derrota de Morena fue aplastante. En Guanajuato o Yucatán el PAN puede solo. En Nuevo León no hubo acuerdos porque el Bronco no tiene partido. La candidata de Morena es de origen priísta. Pero Morena se traga ese sapo sin hacer gestos.
Reglas claras, candidaturas idóneas
Son 15 gubernaturas en juego. La de Jorge Hank Rhon en Baja California, ya provocó reacciones. Lo cierto es que ni el PAN ni el PRD tienen una candidatura fuerte contra cualquier candidato de Bonilla. Y así sucederá en muchas elecciones locales. La tarea no es sencilla. Hay que ponderar el bien mayor que es defender, como dije antes, nuestra democracia constitucional y eso no resulta fácil. Se deben establecer reglas claras en función de la competitividad, pero también de la idoneidad, frente a la apuesta del gobierno federal por los apoyos asistenciales que ahora se distribuirán mediante tarjetas del bienestar.

Ni un voto a morena
Son añejas las discrepancias, las confrontaciones, las animadversiones. Por eso la tarea se antoja compleja. En Morena tampoco les será fácil. López Obrador fue un elemento unificador y el voto fue parejo, 6 de 6. Pero ahora la novel militancia también reclama sus espacios. Las dirigencias quieren poner candidatos externos y al mismo tiempo muchos se quieren reelegir. No quieren tampoco la alianza con el Verde que para eso de las elecciones se pinta solo. Ya me quiero imaginar la confusión que provocaran las boletas electorales. Para los que no están nada contentos con el gobierno, la fórmula es sencilla: Ni un voto a Morena ni a ninguno de sus aliados… No hay de otra.

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