A un año del primer pico de la pandemia en Chiapas…

Ella venció al virus. Él la esperaba afuera. Se van juntos, a vivir la vida de colores. Foto. Ariel Silva.

Durante los meses de mayo, junio y julio del 2020 se reportó el mayor número de casos y decesos por el COVID-19

Ana Liz Leyte / Lucero Natarén / Sandra de los Santos

Hace un año el confinamiento en Chiapas tenía apenas un mes, pero lo peor de la pandemia estaba por venir. Fueron los meses de mayo, junio y julio donde se presentó el primer repunte de COVID-19 en la entidad.

En marzo, fecha en que dio inicio la pandemia en Chiapas, se registraron 13 casos, abril acumuló un total de 180 casos, para mayo el número de casos sumaron los mil 897. Mientras que en junio los casos acumulados ascendieron a los 2 mil 228 y para julio, éstos prácticamente se duplicaron, llegando a un total de cinco mil 485 casos acumulados. Aunque las cifras se han ajustado, esos meses siguen siendo los que tienen registros más altos.

Chiapas, actualmente,  está en semáforo verde y con buena parte de la población adulta mayor de 60 años, vacunada así como personal médico (aunque todavía faltan del sector privado). Este 20 de abril inició la vacunación para docentes tanto del sector público y privado y todo parece indicar que será una de los primeros estados en retornar a clases presenciales.

En comparación de otros estados de la república, Chiapas lleva más tiempo en semáforo verde. En el segundo repunte que hubo solo subió al color amarillo.

A un año del primer repunte, hay familias que continúan sufriendo el duelo de la pérdida de un familiar, pero también con algún tipo de secuela ya sea emocional o física por haber padecido esta enfermedad.

Foto: Ariel Silva

 Perdieron al pilar y al sustento de sus familias

Fidelia González, esposa de Luis Ruiz, periodista fallecido en agosto de 2020 por las complicaciones que sufrió a raíz de su contagio de COVID-19, asegura que la pérdida de su esposo, ha dejado un vacío difícil de llenar, pues ella y su hija de 12 años se quedaron sin el pilar de su hogar.

La muerte de Luis Ruiz, sucedió en el momento más inesperado, pues a pesar de que la enfermedad lo dejó en un estado de salud delicado, ya le habían dado de alta en el hospital y esperaban que se recuperara lentamente, sin embargo, Luis volvió a recaer y tras unos días de hospitalización, perdió la vida el 4 de agosto de 2020.

Su esposa, la señora Fidelia, realizó con ayuda de sus familiares los trámites que se requieren cuando una persona fallece, sin prestar tanta importancia en su contenido, pues su dolor era más grande que los procedimientos administrativos.

Sin embargo, existen otros casos en donde familias han solicitado el apoyo que el gobierno federal prometió, pero por irregularidades en los procesos no han podido ser acreedores a dicho recurso.

«Cuando fallece mi esposo, mi hermano estaba conmigo, yo como estaba muy mal, no reaccionaba, yo no vi el acta de defunción, la vi hasta después de cinco días y no dice que falleció de COVID», señaló.

Que el acta de defunción del periodista Luis Ruiz, no precisara que había fallecido a causa de COVID-19, trajo consigo dificultades para la señora Fidelia, pues ser él, el sustento de la familia, la situación financiera de su familia, se tambaleó, por ello, quisieron acceder al apoyo que el gobierno federal brindaría a familiares de fallecidos por COVID-19.

«Yo tengo una niña de 12 años, que está estudiando, yo trabajo para sostener a mi hija, ese apoyo a mí me ayudaría, pero no veo cómo hacerle».

La señora Fidelia González, señaló que, en el trabajo de su esposo, sí la poyaron económicamente, además de que ahora es ella quien trabaja para mantener a su hija.

Pese al dolor y la difícil situación que familias enteras e hijos de personas fallecidas a causa del COVID-19, han tenido que salir adelante, sin embargo, mencionan, hay un antes y un después de este difícil año, pues muchos perdieron no sólo a quien brindaba el sustento económico, sino, al pilar de sus familias.

Cómo ayudar a un niño o una niña a afrontar la pérdida de un ser querido

Es común que los adultos intenten proteger a los infantes del dolor y sufrimiento, callando o evitando hablar sobre la muerte principalmente cuando el ser fallecido es mamá o papá, esta actitud puede llevar a dar explicaciones que generan confusión, aumentan el dolor y puede hacer surgir un duelo complicado, lo que tarde o temprano, necesitará una intervención psicológica, afirma la tanatóloga Anahí Polo.

Para poder abordar la muerte con un niño o niña, es importante conocer que es lo que saben de esta y cómo la perciben de acuerdo a su edad. A continuación, se presenta un vistazo general de ese pensamiento:

De los 2 a los 4 años de edad, conciben la muerte como algo reversible, temporal e impersonal. Esta idea es reforzada con los personajes que ven televisión, donde los personajes mueren en un episodio, pero vuelven a aparecer en otro.

De los 5 a los 9 años de edad, comienzan a notar que la muerte es definitiva, que los seres vivos mueren, pero no la perciben como algo que les pueda suceder o afectar. Las y los pequeños pueden asociarlas con imágenes, como las calaveras.

De los 9 a 10 años de edad, ya pueden entender que la muerte es irreversible, que todos mueren y que incluso ellos pueden llegar a morir. Es posible que se pregunten sobre la vida y la muerte, o por el sentido de la vida, como una manera de superar miedos y de intentar tener control sobre la muerte.

Tener presente cuáles son los sentimientos que las y los niños experimentan ante la muerte, puede ser de gran ayuda, sobre todo si se puede explicar cada sentimiento que lleguen a experimentar. Para ayudar a las y los pequeños a sobrellevar la muerte es importante darles validez a los sentimientos y no ocultarlos con la falsa idea de que eso los hará sufrir más. Como adulto puede que tenga dudas, incluso sobre lo que siente, pero debe confiar en la sabiduría y naturalidad de cada pequeño o pequeña, explica la especialista.

Decirles que papá o mamá murieron

Es importante considerar que no será una conversación de un solo día o de una sola vez. Irá cambiando conforme vayan creciendo. Anahí Polo, indica que la tarea de apoyar a un niño o niña a afrontar la pérdida de papá o mamá no es sencilla, pero sí necesaria, sobre todo en estos tiempos de pandemia.

Compartir una experiencia de pérdida que haya, como la de un abuelo o de otro ser querido puede ser una buena forma de iniciar la conversación. Es mejor, aunque sea doloroso, evitar expresiones como «se fue», «ya no está», así como dejar vacíos que hagan que los niños saquen sus propias conclusiones.

Es importante estar alertas a las preguntas, las cuales pueden ser ¿cómo respira?, ¿hace frío en dónde está?, ¿cómo se duerme?, ¿quién me va a llevar a la escuela?, ¿tú también vas a morir?, ¿quién va a trabajar, ¿cómo vamos a vivir?

Si bien la pandemia por COVID-19 trajo demasiados cambios para las personas, es indispensable que las personas adultas logren modificar ciertos patrones de conducta para saber como comunicarse con las y los menores de edad, sobre todo cuando se trata de sobrellevar la muerte de un ser querido.

Polo aconseja que, para ejemplificar y ayudar a entender el proceso de la muerte, puede acudir a algunos clásicos de Disney como El Rey León, Bambi o Dumbo. Otras a considera son Big Fish, In her shoes (En sus zapatos), Garden State, The Secret Life of Bees o The boys are back.

El duelo después de un año

El COVID-19 impidió que se llevara a cabo los rituales funerarios acostumbrados por lo que el duelo de la muerte se vio interrumpido considera Viviana Cáncino Domínguez, quien es psicóloga de profesión especialista en tanatología. Así que es posible que el proceso de recuperación de esa familia sea más largo y que existan mayores riesgos que puedan sufrir lo que se denomina duelo patológico, es decir, que les cueste mucho trabajo aceptar lo que sucedió, o tengan una experiencia traumática. Ante una situación así,  lo mejor que se puede hacer es buscar ayuda profesional.

«Los funerales así como los conocemos no son para las personas que fallecen son para las personas que les duele esa perdida. Tenemos que ser conscientes que la muerte no es el final, sino es el principio de una nueva forma de querer y de una nueva forma de estar de nuestros seres queridos».

Viviana sugiere que aunque no sea un funeral como se tiene acostumbrado, la familia, inclusive cada persona, pueda hacer un ritual de despedida ya sea por medio de una carta, la oración, la reunión de objetos o la forma en la que se crea se pueda conectar de mejor forma con quien se marchó. Precisamente, ahora, que se está por cumplir un año se puede realizar este ritual y ya con la participación de más personas con las debidas precauciones.

Se hablan de cinco etapas de duelo: la negación, ira, negociación, depresión y aceptación. En un proceso de duelo sano o trabajado estas etapas se llevan de 12 a 18 meses dice Viviana, si se llega a prolongar es necesario buscar ayuda ya que se corre el riesgo de que la persona pueda caer en una depresión profunda, atentar contra su vida o nunca recuperarla de manera sana.

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