Al Son del texto / Tina Rodriguez

Muchos son los temas mediáticos temporales que deslizan los otros muchos temas permanentes de interés estatal, que empiezan por –y terminan con- la pobreza extrema, además de la falta de liquides para cubrir lo que sectores y sociedad demandan al gobierno del estado, en una relación tirante con proveedores y prestadores de bienes y servicios, empresarios, comerciantes y hasta constructores y maestros, que data ya de casi tres años.
De todos los sectores que requieren de una urgente y efectiva reactivación es el campo el prioritario para producir comida, no con recursos menores para paliar lo inmediato –pues si no hay para caminos, interinatos, alumbrado, va a haber para campesinos que se han quejado de quebrantos y demoras en los programas-, sino con verdaderos proyectos de desarrollo productivo que permitan terminar con la cultura de la manutención y el menudeo –paternalismo-, y eso de los «apoyos productivos» que es una sangría al erario y uno de los más tremendos polos de corrupción en el país, y otros menesteres dentro del llamado «gasto social» que significan miles, pero miles de millones de pesos presupuestados cada año, sino que es también dinero que no produce dinero, esto es impuestos, pero da votos.
Es entonces cuando, la explotación de la pobreza rinde doble propósito.
En otras latitudes los campesinos se ponen de acuerdo con los empresarios: botan alambradas y producen mucho más por hectárea tecnificada; pero esa actitud solo se registra parcialmente en zonas como la Comarca Lagunera entre otras rumbo al Bajío y vertiente del golfo norte, y párenle de contar, logrando producción de leche extraordinaria y derivados lácteos incluso de exportación, y desde luego, carne.
Pero en Chiapas seguimos con eso de producir por propietario, en lo familiar, y obvio el rendimiento por hectárea es mucho menor a los terrenos tecnificados.
Falta mucho para que el rendimiento de la tierra en el estado llegue al cien; falta porque son muchas las políticas entrometidas –decenas de organizaciones campesinas con sus propios intereses cada una, pulverizando el objetivo central: producir- de los funcionarios de las dependencias que influyen en la producción, aparte de los paternalismos y sus costos políticos y desde luego sociales, siendo el mayor la pobreza que no se levanta, ya no se sabe si así conviene a los gobernantes que reciben más dinero social, y ahora a los precandidatos que tienen tema que explotar, y de lo que estamos cansados los que observamos cómo es según ellos utilitaria la pobreza por enésima vez.
La realidad de toda esa explotación es que no hay avances sociales ni estructurales significativos en el estado; aun con eso los funcionarios cobran como genios: especialistas, analistas, asesores, todos bajo el pretexto de hacer «beneficio social a los que menos tienen».
Eso ha sido más costoso a la larga en dinero y corrupción, que los beneficios que presumen sexenio tras sexenio.
Ojalá quien gane reoriente esos programas en la idea de que los beneficiarios crezcan y sean productivos, porque ya va para el siglo en que son subsidiados.

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