Alvarado, los dulces de doña goya… / Ruperto Portela Alvarado

+ El camino de los dulces y repostería.
+ Budines, tongoleles, pastel suizo, merengues.
+ De todo para endulzar la vida.

En el contexto nacional y quizás allende de las fronteras mexicanas, decir «soy alvaradeño» es sinónimo de grosería, de mal hablado, pero nunca dicen de la inteligencia y de los valores que tiene un pueblo que ha sabido vivir y sobre vivir; de su picardía en el lenguaje que es literatura pura y la que más se lee en Latinoamérica.
Somos lo que quieran, pero no desleales ni mal agradecidos a gentes buenas, ni a la vida. Somos hospitalarios y excelentes anfitriones y yo digo que eso se lo debemos a la buena alimentación y a los dulces y repostería que «en esta tierra de Dios» se preparan. Es cierto, somos un pueblo pobre, pero no miserable porque quienes viven rodeados de ríos, «lo tienen todo».
Es aquí, en Alvarado, donde cada familia, cada persona hace lo posible por comer todos los días y si fueran tres veces y bien, que mejor. Por eso algunas madres de familia se dedicaron e inclusive se dedican a hacer tortillas para los taqueros, pan, repostería dulces que en tiempos idos y los actuales, les han servido para financiar los estudios de sus hijos.
Yo no soy la excepción porque mi madre Gregoria Alvarado Valerio, «Goyita» o «Doña Goya», fue una guerrera que nunca, junto con mi padre Celedonio Portela Sánchez, nos dejó sin comer, porque trabajaban para el sustento diario y un poquito para la educación. Don Cele, se dedicó toda la vida a la zapatería y a veces a la pesca. «Y de ahí salía para la papa».
«Doña Goya», con el entusiasmo y alegría que le caracterizaba, tuvo mucha vocación para el comercio y por eso vendíamos manzanas y aguacate que nos mandaba mi prima (su sobrina) Elvira Figueroa Alvarado, de algún lugar del país, de Pachuca, Hidalgo o Tapachula, Chiapas. No dejamos nunca de vender nachi en bolsitas a 20 centavos o en dulce; naranja pelada con chile o carbonato, que a muchos les gustaba; las ciruelas arribeñas o las tunas.
Pero lo que mejor le salía a mi madre Gregoria Alvarado eran los dulces que ahora mis hermanas Aída Luz y María Vicenta –con la herencia certificada que les dejó—siguen preparando. Eran, presumiendo, un delicioso postre que muchos personajes ilustres y reconocidos alvaradeños, degustaron en tiempo y sus tiempos. Yo creo que la cereza del pastel de estos dulces era el de leche de vaca con unas cascaritas de limón que se revolvía por casi una hora, pero que quedaban entre blancos y cafecitos.
Los había de coco con leche, los dulces de zapote mamey y de cacahuate; las melcochas y las cocadas blancas o con piloncillo. Había que rajarse el cuero para preparar la «pasta de guayaba» que llevaba buen tiempo moviendo la mezcolanza para que llegara a su punto. Todo esto nos dio la fortaleza inculcada por nuestros padres a nueve de diez hijos que parió mi madre Gregoria Alvarado Valerio con mi padre Celedonio Portela Sánchez.
La historia marca la pauta y los tiempos, pues esos deliciosos dulces de que les hablo fueron puestos en la mesa de alvaradeños ilustres como el doctor Antonio Camacho, el mismo al que alguien le dedicó una canción tradicional decembrina del «Año Viejo» que quedó para la posteridad: «Dice Camacho/ que tiene el ojo gacho/ pero lo que tiene, pero lo que tiene/ que anda bien borracho».
También, de estos dulces de «Doña Goya» tuvieron el gusto de saborear el licenciado Justo Zamudio Vargas y el político, escritor y periodista, Ángel José Hermida Ruiz «Pluma», quienes fueron amigos de mi madre y que en deferencia, élla se los mandaba y por supuesto que siempre se los pagaron. A los tres los recuerdo con afecto porque de alguna manera nos ayudaron de manera bondadosa a paliar nuestras carencias.
Esos dulces los vendíamos en la calle y una vez, un maloso se le ocurrió tirarle una patada a mi platón lleno de alfajores de leche con coco, saliendo por los aires que quise atrapar infructuosamente. Esa anécdota la recuerdo porque fue un día feliz; el desalmado me pagó todos los dulces y todos felices.
En este mundo de la repostería y de los dulces alvaradeños hay otras manos que los prepararon también muy bien, pero como el que tiene el pandero en la mano soy yo, quise poner en primer lugar a mi madre Doña Goya, sin menospreciar otros muy reconocidos. Yo conocí a doña Fé Varela, que tenía un toque mágico para la repostería de: «budines, tongoleles, pastel suizo, torta de coco y merengues» que el pregonero vendedor remataba diciendo, «a veinte». Esos costaban entonces, 20 centavos.
Pero para merengues, los de doña Pilucha Vidaña, la esposa de don Guicho Cesta. Esos fueron los tradicionales en Alvarado y se hicieron famosos desde su casa en la calle 5 de Febrero hasta el «fin del mundo», al igual que los alfajores de arroz de mi tía Toña, María Antonio Cruz Portela, que también fue reconocida por aquellas jaibas rellenas (en propia concha) que vendía García (el de la pata de elefantiasis, que nunca supe su nombre) en la rivera y el atracadero del ferry en Alvarado.
En eso de los dulces, no hay que dejar atrás del comentario los deliciosos pasteles de las hermanas Mary, Cristina, Lidia y Lucrecia, hijas de don Miguel Lara Andrade, que les heredó la panadería y el arte de la repostería. También los pasteles y dulces de mi prima María Elena Figueroa Alvarado, pasan la prueba de calidad que le han certificado sus clientes. Ahora he visto a una señora que me dicen se llama Chabela, hija de don Vicente, el famoso nevero alvaradeño conocido como Micaelo, anda en la calle vendiendo dulces de leche y melcochas blancas, de muy buena calidad. Hace mucho tiempo, en el barrio de la Fuente una señora de nombre Olga Rojas, preparaba bolitas de camote rociadas con canela, muy sabrosas.
¡Ah!, y de las empanadas de guayaba que se hicieron tradición en Alvarado y que ahora son muy cotizadas en Tlacotalpan están las que hacía Vicente Valerio «El Aleluya» que vendía por las calles y la rivera «Enriquito huele mier…» o las de Capla el papá de la Chaira, las de mi tío Ángel Lara Portela, «Macaje» y las de Varelita. Seguramente que hay actualmente quienes las hacen con el mismo tino, pero de eso ya se encargarán mis hijos y mis nietos de reseñar… RP@

Con un saludo desde la tierra del pozol, el nucú, la papausa y la chincuya…

Para contactarme: rupertoportela@gmail.com

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