Anais Palacios, defensora y buscadora

Desde hace 11 años Anaís Palacios se dedica a registrar, documentar y dar acompañamiento a familias de personas desaparecidas, las escucha, las guía e incluso va con ellas a los sitios donde existen indicios sobre su paradero

Brisa Gómez Portillo / Cimac Noticias 

Anaís es una mujer joven, con un semblante serio que poco a poco se aligera con la plática y la confianza, cuando habla y sonríe pueden verse los hoyuelos en las mejillas. Su cabello es oscuro, largo y lacio, cubre sus hombros, se mueve al ritmo de sus gestos. Acude a la entrevista portando una camiseta blanca en la que se puede leer «Por una búsqueda dignificante».

Anaís es una mujer rebelde, inconforme y creativa, a quien le gusta investigar. «Soy buscadora» y se asume activista en la búsqueda de personas desaparecidas desde 2010.

Se concibe a sí misma como una mujer rebelde, inconforme y creativa, a quien le gusta investigar. «Soy buscadora» y se asume activista en la búsqueda de personas desaparecidas desde 2010.

Desde hace 11 años Anaís Palacios se dedica a registrar, documentar y dar acompañamiento a familias de personas desaparecidas, las escucha, las guía e incluso va con ellas a los sitios donde existen indicios sobre su paradero.

Desde hace 11 años Anaís Palacios se dedica a registrar, documentar y dar acompañamiento a familias de personas desaparecidas, las escucha, las guía e incluso va con ellas a los sitios donde existen indicios sobre su paradero.

Por ello se ha ganado la confianza de diversos grupos de buscadoras, aunque también se ha hecho de críticas e incluso de campañas que atentan contra su probidad, pues no a todos los personajes en la vida pública les gusta que haya alguien que señale las carencias del sistema de justicia.

Sus rodillas han hecho un gran esfuerzo físico durante la última década, caminando por montes y parajes agrestes en busca de indicios.

Su rostro muestra la juventud de sus 36 años, sin embargo reconoce que sus rodillas han hecho un gran esfuerzo físico durante la última década, caminando por montes y parajes agrestes en busca de indicios.

Paso a paso en la búsqueda de desaparecidas

Desde niña, en 1995, estuvo en contacto con el trabajo de la sociedad civil, una de sus hermanas mayores formaba parte de «Xochiquetzal A.C», una organización dedicada a la atención de los derechos sexuales y reproductivos de la población, en particular de las mujeres jóvenes.

Por ello pasaba mucho tiempo conociendo sobre Derechos Humanos, libertades, garantías y otras cuestiones que fueron formando su carácter, hasta que llegó ese momento en la preparatoria en que identificó la muerte de su compañera como una injusticia.

En la actualidad Anaís cree que hace «bastante poco», pues dedica su tiempo a las actividades laborales en el Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia, además de dar parte de su jornada a los acompañamientos que no llevan registro ni documentación. También apoya en tareas de rescate animal y atiende su vida personal.

Recuerda que en un principio se dedicó al tema de los derechos sexuales y reproductivos, siguiendo el camino de su hermana mayor, sin embargo fue un hecho coyuntural para su activismo que la «Caravana por la Paz, con Justicia y Dignidad» llegara a Veracruz e hiciera una escala en Xalapa.

Esta caravana generó la reunión de diferentes organizaciones de la sociedad civil que se dedicaban a temas como protección al ambiente, derechos sexuales y reproductivos, Derechos Humanos de las mujeres, municipalidad, entre otros; ninguno hacía trabajo relacionado con la búsqueda de personas desaparecidas, pues este era un tema relativamente nuevo en Veracruz.

Ahí empezó a conocer la situación de las personas desaparecidas, conoció a las familias y los hijos e hijas de las víctimas de la violencia que secuestraba o desaparecía personas en la entidad y para quienes había poca atención por parte de las autoridades estatales, en ese entonces a cargo de Fidel Herrera Beltrán, y meses después, de Javier Duarte de Ochoa.

En ese momento no había protocolos, no había guías, ni se sabía qué pasos seguir o a quién recurrir para buscar a una persona desaparecida. Tampoco se tenía gente especializada en la búsqueda de personas o de cuerpos; en suma, el tema era tan nuevo que lo que se sabía era lo que se iba haciendo paso a paso en cada caso.

Poco a poco, tras el paso de la «Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad», los esfuerzos de la sociedad civil que acompañó en un primer momento este tema se fueron dispersando, pues cada organización regresó a sus actividades, pero Anaís quedó impresionada con el número de casos, la severidad y la falta de atención oficial.

Entonces se interesó en este tema y empezó a conocer a algunas familias que estaban pasando por la dura experiencia de contar con alguno de sus integrantes con reporte de desaparición.

Para Jessica Ronzón Tejeda, Anaís «ya trae alas», pues durante mucho tiempo fue su apoyo y una guía que la acompañó durante la desaparición de su hermana el 11 de junio de 2019 y su posterior hallazgo sin vida el 13 de agosto de ese mismo año.

Ellas se conocieron el 13 de junio cuando supo que su hermana había desaparecido y la familia comenzó a buscarla, incluso hubo dos personas que hablaron con Jessica para recomendarle que contactara a Anaís, pues ella sabía de estas cosas y podría ayudarla.

Durante la segunda noche de la desaparición, Jessica tomó el teléfono y le marcó, del otro lado escuchó una voz que de forma cálida -dijo- le respondió, y de inmediato se abrió el canal de comunicación.

Se vieron al día siguiente y empezaron la búsqueda. Conoció los detalles del caso para poder avanzar.

Jessica recuerda que cuando vio a Anaís «la verdad es que me brindó mucha confianza», pues de inmediato la escuchó y empezó a tomar los detalles del caso de su hermana, «fue muy pacífica, cariñosa, pensé que ya le había pasado y por eso entendía lo que yo estaba pasando, sin saber que ella ya había resuelto anteriormente otros casos».

«Lo que noté mucho de ella fue que si le sonaba el celular y yo estaba expresando, ella dejaba el celular, ella estaba conmigo, luego le decía que contestara y ella me decía no, tu sigue lo que tú te vayas acordando, si me dices que hay que ir a tal parte nos movemos a tal parte y si en la noche tú te acuerdas de algo, mándame mensajito y vamos a ir las veces que sea necesario al lugar que sea», dijo.

Para ella Anaís es abierta y comprensiva, le ha dado confianza para atender las necesidades del caso de su hermana, tanto durante la búsqueda como en el proceso legal que se llevó para atender la demanda de justicia para su feminicidio.

Jessica recuerda mucho que en una ocasión Anaís la acompañó en una búsqueda para dar con el paradero de su hermana, pues alguien le había dicho que la podrían tener en Amatitla, entre Teocelo y Coatepec, cerca de la capital veracruzana.

Ese lugar estaba inmerso en una zona serrana, alejado de caminos y cuevas que permitían que cualquiera pudiera esconderse sin dejar pistas.

En Veracruz, sólo durante 2021 se reportó la desaparición de 685 mujeres, la mayoría de las desapariciones son de mujeres menores de edad. (Observatorio Universitario de Violencias de Género)

En Veracruz, de acuerdo con el Observatorio Universitario de Violencias de Género, a cargo de la académica Estela Casados, sólo durante 2021 se reportó la desaparición de 685 mujeres, de las cuales se encontró con vida aproximadamente al 50 por ciento, sin embargo la otra mitad no se sabe su paradero o son encontradas sin vida.

La mayoría de las desapariciones son de mujeres menores de edad, y según los reportes del Observatorio la mayoría desaparece en la zona centro de la entidad, particularmente en Xalapa, Veracruz y Córdoba.

En esa ocasión recorrieron varios pueblos, preguntaron a la gente y transitaron algunos caminos para identificar las posibles ubicaciones donde estaría la hermana de Jessica, «fuimos, bajamos veredas, ella siempre cuidándome, siempre adelante» observando casas, personas, e indicios para dar con el paradero de su hermana.

«Yo sí sentía miedo, miedo porque me fuera a pasar algo a mí, o a ambas, no sé por qué pensaba que a ella no le iba a pasar nada, ella iba bien preparada» y a pesar de ello sentía el apoyo y la protección de Anaís.

De no ser por Anaís, «no la habría encontrado», reconoció, y ella y su familia seguirían buscándola.

Desde muy joven Teresa Anaís Palacios Pérez, se enfrentó con las omisiones del Estado en la protección de la vida y la seguridad de la población, eso hizo que surgiera en ella la idea de exigir que se atendieran las carencias que el servicio público tenía para con las personas.

Recuerda que cuando era una adolescente, en la preparatoria donde estudió, había una instrucción para que quienes estuvieran cerca de graduarse devolvieran «algo» de lo que habían recibido durante tres años de estudio.

Por ello una de sus compañeras se subió a un andamio para pintar una barda, la chica cayó y perdió la vida en consecuencia. Esto generó un fuerte impacto para Anaís, quien pensó en ese momento que nadie debería sufrir y menos perder la vida por una acción u omisión de las autoridades.

Narró que empezó como voluntaria a acompañar las desapariciones de forma «accidental», pues trabajaba temas relacionados con derechos sexuales y reproductivos con jóvenes pero la necesidad de atender otros temas le llegó de pronto «mi conciencia social era más bien enojarme de situaciones de injusticia que veía».

«A los veintitantos años no son el común, hablamos de antros, hablamos de la fiesta, la diversión, la escuela, un poco el futuro, pero cuando conozco a las familias que vienen en la caravana me abren los ojos a la vida adulta sabiendo que hay personas que no están», recordó.
Por ello se reconoció como una activista autodidacta pues en ese momento la falta de experiencia en este tema le obligó a darse ideas, a ir aprendiendo, a buscar apoyos en otros grupos y con otras personas, para poder salir adelante en este nuevo reto.

«Siempre me he visto así, como inconforme, como demandante, como rebelde un poco, esas fueron las bases para el activismo, yo insisto, yo no empecé sabiendo absolutamente nada, de hecho así me sentí, cómo vas, a dónde, no sé, con qué, y sintiéndome un poco más sola, porque la agenda de las organizaciones requieren recursos y en el tema de las desapariciones no había nada».

María Elena Gutiérrez Domínguez conoció a Anaís después de dos semanas de la desaparición de su sobrino, José Luis, pues su familia acudió a una manifestación para exigir atención a los casos de personas desaparecidas. Era el 30 de agosto de 2013.

De acuerdo con los registros de la propia Anaís Palacios, en Veracruz son más los hombres jóvenes quienes desaparecen, algunos a manos de grupos armados, en 90 por ciento de los casos existen situaciones de impunidad pues a pesar de las denuncias presentadas ante la Fiscalía General del Estado, son mínimos los detenidos por estos delitos.

Ella y su familia llevaban cartulinas y exigían la aparición con vida del joven, quien tenía una hija adolescente, cuya imagen salió publicada en medios por la leyenda de su cartel donde pedía el regreso con vida de su papá.

En esa manifestación dos familias muy conocidas en Xalapa exigían justicia por el asesinato de una pareja de jóvenes, Fouad Hakim e Irene Méndez Hernández Palacios y pedían la atención de las autoridades, a cargo de Javier Duarte de Ochoa, como gobernador.

Ellos estaban dando una conferencia de prensa en ese momento mientras María Elena, observaba y escuchaba lo que decían, ahí estaba Anaís respondiendo las preguntas de la prensa y al terminar le pidió su número para poder llamarla y solicitar su apoyo.

Rosalía, hermana de María Elena, era la madre del joven desaparecido, por la edad enfrentó problemas de alzheimer y perdió movilidad mientras trataban de dar con su paradero, por lo que ella, como tía, tuvo que quedarse al frente de la búsqueda, en representación de la familia.

Con Anaís, dijo, aprendieron a actuar, a responder a la prensa y a hacer las búsquedas y dar la atención al caso, siempre con el acompañamiento que les brindó desde el momento en que estuvieron en contacto.

«Anaís ha estado junto a nosotros desde poner su brazo fuerte para que camináramos y ella caminar con nosotros, a hacer lonas, hacer escritos, dar conferencias de prensa, acompañarnos a la Fiscalía, hacer documentos para tener de donde partir, porque uno no sabe nada de esto. El que alguien que no es de tu familia te acompañe todo este tiempo, porque con el tiempo se han ido quedando, mi hermana ya no conoce a nadie, tiene demencia senil, en estos dos años de pandemia ella dejó de caminar, está muy deteriorada, yo me quedé en la búsqueda».

María Elena reconoce que Anaís ha pasado también un proceso de aprendizaje con los colectivos, unidos por el interés de buscar a sus desaparecidos.

Anaís explica que hay una feminización de las búsquedas, pues el rol de cuidadoras trae a muchas de ellas esa carga emocional y social, a la que se suma la culpa por pensamientos como «si lo hubiera cuidado mejor», «si la hubiera educado diferente».

Es por ello que los grupos de familiares de personas desaparecidas son predominantemente femeninos, como lo reconoce también María Elena, quien tomó el lugar de su hermana a consecuencia de la enfermedad que la ha dejado incapacitada para continuar.

En un principio, dijo, por la llegada de la «Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad» hubo 14 organizaciones de la sociedad civil que se unieron para la recepción, a esta se fueron sumando familias de personas desaparecidas. En ese momento esta alianza fue con la intención de visibilizar la problemática y no como tal de dar con su paradero.

A través de ese trabajo, dijo, la sociedad civil pudo conocer la situación de violencia que se vivía en Veracruz en ese entonces y observar cómo la sociedad cambiaba sus dinámicas a consecuencia del miedo. «Empezamos a tener miedo, a quedarnos en casa, a ser mucho más desconfiados y esto tenía una relevancia ya mayor de las notas rojas».

En ese momento lo que se buscaba era refutar los argumentos del entonces gobernador Javier Duarte, quien decía que en Veracruz sólo «se robaban frutsis y gansitos», minimizando la situación de violencia que se enfrentaba.

A partir del 2011, recuerda, surgió el primer grupo de búsqueda de personas desaparecidas, el «Colectivo por la Paz», región Xalapa, en el que ella se encontraba,

Fue en 2012 cuando Anaís se topó con el primer caso que acompañó, fue algo que la marcó pues ahí decidió ser un apoyo para Janet, una mujer dedicada a la venta de tamales, que había reportado la desaparición de su hijo Josuel Fernando.

«Ahí decidí, no sé si tan conscientemente, decidí ser un apoyo para ella», dijo Anaís, quien reconoce que este fue un caso importante en su trabajo «ese fue el primer caso, de no ser por ese primer caso yo tal vez estaría documentando o no estaría acompañando».

Josuel Fernando, según recuerda Anaís, era un joven de 19 años. Una de sus hermanas reportó la desaparición. El joven desapareció el 29 de febrero de 2012, a manos de un grupo armado.

Su caso había sido registrado y documentado por Anaís, pero fue hasta unos días después cuando tuvo contacto directo con la madre, pues se llevó a cabo una numerosa marcha para exigir el regreso con vida del hijo de un académico de la Universidad Veracruzana, quien se encontraba desaparecido.

Como resultado de la marcha, el gobierno del estado, en ese entonces en manos de Javier Duarte de Ochoa, abrió una reunión de trabajo a la que asistieron integrantes del «Colectivo por la Paz» región Xalapa y las familias de algunas personas desaparecidas.

A esa reunión, casi de manera fortuita, entró Janet, quien andaba en el centro de la ciudad y vio el movimiento y trató de obtener atención a su reclamo. Ingresó a la sala de Palacio de Gobierno con una olla de peltre entre sus manos, la cual usaba para la venta de tamales.

Ahí, durante la reunión, Anaís pudo notar que Janet no paraba de llorar y al acercarse a hablar con ella le escuchó decir una frase que la marcó «en este lugar sólo se atiende a quien tiene dinero».

«Para mí ahí fue como sumamente importante escucharla y reconocer que no todas las personas gozan de la misma suerte, me quedé en contacto con ella», poco tiempo después Josuel Fernando fue encontrado en una fosa clandestina, junto con los cuerpos de otras personas.

De acuerdo con la Fiscalía General de Justicia del Estado de Veracruz, entre 2006 y 2019, se reportó el hallazgo de 399 fosas clandestinas en 54 municipios.

El estimado que arrojan notas periodísticas y la Plataforma Ciudadana de Fosas es el 598 cuerpos y 12 mil 157 restos humanos diversos.

Entre 2006 y 2019, se reportó el hallazgo de 399 fosas clandestinas en 54 municipios. El estimado que arrojan notas periodísticas y la Plataforma Ciudadana de Fosas es el 598 cuerpos y 12 mil 157 restos humanos diversos. (Fiscalía General de Justicia del Estado de Veracruz)

Colectivos como «Solecito», en el Puerto de Veracruz, han mantenido búsquedas en zonas como Colinas de Santa Fe, el Arbolillo en Alvarado o La Guapota, también en la zona entre Veracruz y Úrsulo Galván, debido a las fosas halladas con restos humanos entre 2015 y 2021.

Cuando avisaron a la familia, Janet llamó a Anaís, quien llegó minutos después de que habían identificado el cuerpo del joven.

«Cuando entro a servicios periciales me encuentro a Janet y me dice Anaís, me lo dejaron bien golpeado». La mujer se le abrazó y lloró con ella, entonces se ofreció a ayudar con los trámites, algunos que no había hecho con anterioridad, sin embargo fue un momento decisivo, pues ahí empezó a dedicarse al acompañamiento.

Tras encontrar al chico, no hubo justicia, «como ocurrió en más del 90 por ciento de los casos», recuerda Anaís, quien dijo que no se dedicaron en ese momento a buscar a los responsables, pues la familia prefirió no seguir con esto.

«Cuando una familia enfrenta todo esto, cuando las instituciones no responden, es muy difícil que tú como acompañante puedas, además de decirle no estás sola, pero no le puedes garantizar ni verdad, ni justicia, ni nada, a la fecha no hay justicia, porque tiene una hija desaparecida y un hijo asesinado», recordó Anaís.

Al principio, la búsqueda de personas desaparecidas se hizo por la necesidad de las familias, sin tener protocolos, sin apoyo de autoridades e incluso sin los conocimientos legales y forenses para llevarla a cabo.

Es por ello que en estos años Anaís se preparó en diferentes disciplinas para poder sacar adelante esta actividad que ocupa la mayor parte de su tiempo.

Al inicio, se tenía contacto con el «Movimiento por la Paz», que les daba ciertas capacitaciones que incluían ejercicios de reflexión sobre las problemáticas a las que se estaban enfrentando.

Se empezó a interlocutar con el gobierno y se implementaban mesas de diálogo, sin embargo estas no daban resultados, incluso se encontró participación de funcionarios públicos en el encubrimiento de las desapariciones.

Por ello la formación como acompañante de familias de desaparecidos fue de la mano de las víctimas, junto a las familias de las personas desaparecidas, escuchándolas, atendiendo sus necesidades, pues la preparación en cuestiones políticas y legales eran insuficientes, «pues cuando alguien tiene algo irresuelto en su vida, los protocolos todo esto, pues no tienen mayor relevancia que decir tengo un desparecido, de la necesidad de decir vivos se los llevaron, vivos los queremos».

Hasta 2014, uno de los años más álgidos para Veracruz en materia de desaparición, el trabajo había sido acompañar y formarse en la atención de los casos, pero en ese momento se generaron fuertes protestas al grado de que durante el acto oficial del día de la bandera se tuvo que «reventar» para que el gobernador Javier Duarte de Ochoa, se viera obligado a reconocer la problemática.

«Cuando fue lo de Javier Duarte el 25 de febrero de 2014 en el World Trade Center, la primera vez que Javier Duarte, orillado por una protesta en un evento público, tuvo que recibir a 97 familiares de desaparecidos, antes de eso los frutsis y los gansitos, o sea, aquí no pasa nada, toda esta cosa que además vives con una frustración tremenda» dijo Anaís, a lo que reconoció que luego de eso llegaron nuevas herramientas para acompañar «de una manera más digna».

Para 2016 surgieron más colectivos, se registró la fosa de Colinas de Santa Fé, entre otras cosas que obligaron a reconocer la problemática, mientras llegaron nuevos recursos de capacitación e incluso mejores formas de actuar, dijo.

En 2014 iniciaron las primeras consecuencias de su defensa por las personas desaparecidas. Fue cuando recibió amenazas de muerte por acompañar un caso en el que estuvieron involucrados policías.

En 2014 iniciaron las primeras consecuencias de su defensa por las personas desaparecidas. Fue cuando recibió amenazas de muerte por acompañar un caso en el que estuvieron involucrados policías. «Nos amenazan, a la familia y a quienes acompañamos»

 «Nos amenazan, a la familia y a quienes acompañamos» esto trajo consecuencias, primero tener que salir de Xalapa y luego, para su salud.

«Dejar de dormir, dejando el cuidado de tu cuerpo, yo ya reconozco un montón de afectaciones, pero eso fue el primer momento, vivir ansiedad, tener algunos padecimientos, yo ya tuve dos veces Covid, y la necesidad de estar viviendo con esto y el trabajo acumulándose, el peso, el insomnio, la ansiedad, esas son consecuencias que reconozco, la tensión muscular que soy clienta distinguida de la contractura de cuello», las identifica como consecuencia de su activismo y seguirán ocurriendo mientras la situación no cambia en la entidad.

El haber ingresado en la Red Nacional de Defensoras y empezar a conocer sobre el autocuidado, es algo que le ha ayudado a salir adelante en las afectaciones a su salud, pues le permitió reconocer la importancia del ejercicio y la desconexión temporal.

Su trabajo como defensora también afectó sus relaciones personales y su vida cotidiana, pues le restringe los tiempos, le genera reclamos de parte de sus seres queridos, lo que trae consecuencias importantes a su vida personal, por lo que ha tenido que decir «no» a algunas situaciones o personas.

También reconoce que el desgaste emocional es muy fuerte, especialmente cuando derivado de su labor encuentra reclamos provenientes de las personas a las que ha acompañado, pues eso la hace sentir en una situación de vulnerabilidad.

«Es muy agotador el tener que justificar por qué haces lo que haces, incluso ante familias», y recordó que en fechas recientes, en una reunión hubo quienes la llamaron «pseudo activista», o quienes la han acusado de recibir dinero a lo que ella responde «pues sólo lo de mi pago», el que recibe por su trabajo en el Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia.

A consecuencia de esta campaña de desprestigio, la Red de Defensoras de Derechos Humanos lanzó una alerta en apoyo a Anaís Palacios, para visibilizar el riesgo en el que se encontraba.

Dentro de los ataques personales que ha recibido, dijo que incluso alguna vez le inventaron que «andaba» con Erick Lagos, quien fungió como secretario de gobierno con Javier Duarte, debido a que ella sostenía interlocución frecuente como parte de los acuerdos entre los que se contemplaban la construcción de un padrón completo de desaparecidos, información frecuente de los avances en las investigaciones, entre otros.

Esta situación se convirtió en un peso más sobre sus hombros pues al evaluar los avances que se obtuvieron de esa interlocución, «es que no tienes nada, tienes muy poco, habernos reunido dos veces con Javier Duarte significó nada» sólo la construcción de una lista de 97 personas desaparecidas y un «a vista» de parte del exprocurador de Justicia del estado de Veracruz en aquel entonces. Luis Ángel Bravo Contreras.

«Las consecuencias que he tenido son muchas, pero estoy pensando en cómo seguir apoyando sin tantas consecuencias ya tengo 36 años y me siento como de 72, (ríe) estoy muy desgastada físicamente y ahora lo estoy viendo, la familia lo demanda» dice mientras reconoce la importancia de hacer un cambio en su vida.

El futuro para Anaís

Como defensora de Derechos Humanos, que busca personas desaparecidas, aspira a un cambio.

«Aspiro, esto francamente es muy pesado, ya me empieza a pesar en el cuerpo y en las emociones, (lo que quiero) es seguir haciendo algo desde algún lugar donde quizá los puntos de vista y las emociones no sean el primer frente», dijo.

Se interesa por la identificación forense. «El de la investigación me fascina, yo he llegado a hacer algunos informes que he acompañado donde no precisamente tengo que ir al Ministerio Público, sino más técnico».

«Me sigue indignando la desaparición a pesar de los
claroscuros de mi propio camino con las autoridades y las familias, creo yo que no tendría la capacidad de seguir sosteniendo esas diferencias justo por un tema de dignidad para mí,
ya estoy estudiando una maestría en ciencias forenses y me hace tener un pie en el tema y con este compromiso que tengo».

A 8 años de uno de los momentos más críticos de la violencia que ha dejado 7 mil 262 casos reportados de personas desaparecidas o no localizadas en el territorio veracruzano, con impunidad casi en 90 por ciento de los casos y pese a un trabajo intenso, Anaís Palacios reconoce que lamentablemente esto continuará porque no existen cambios profundos, pese a la llegada de la llamada «4T.».

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