Analisis a Fondo / Francisco Gmez Maza

Asesinos, al abrigo de la impunidad

Pero no hay castigo para los asesinos

Pareciera que ya nos acostumbramos a la perversidad, a lo diabólico de la cotidianeidad, al asesinato impune.
Y es que de tanto oír y ver de ejecuciones por odio, por temor sobre todo, por pánico incontrolable, ya no nos asombra nada.
El periodista llega, o puede llegar a perder la capacidad de asombro de tanto que ve, sobre todo aquellos colegas que investigan y publican notas de color rojo. De políticos corruptos, de gobernantes ladrones, de capos del narcotráfico, de desapariciones forzadas, de secuestros, de asesinatos, de feminicidios.
Como los hijos de la mala vida, los periodistas nos endurecemos.
Yo iba a dejar la zalea en una carretera de Chiapas, en Rancho Nuevo, muy cerca de un cuartel del ejército mexicano. Y baleado por los propios soldados, a pesar de que el auto en el que viajaba llevaba cartelones de Prensa por sobre toda la carrocería. Estoy hablando de 1994. No se me asusten.
No dejé este bullanguero cuerpo en la carretera quién sabe por qué razón. No creo en la providencia. Pero se endureció mi corazón como a muchos periodistas suele ocurrirles. Lo que cuenta es lograr la nota de primera plana. Y las consecuencias pasan a un segundo o tercer plano.
Pues ha habido muchas consecuencia sangrientas en este país, en donde a los poderosos, a muchos políticos, a muchos grandes empresarios de la economía formal, de la informal y del negocio de producir, cosechar y comercializar drogas ilícitas les incomoda que los periodistas investiguen y publiquen notas incriminatorias.
Pero la pérdida de la capacidad de asombro del periodista no quita que los criminales no deban ser castigados. No ocurre así, sino todo lo contrario: 72 por ciento del total de los casos de asesinatos han quedado en la total impunidad, en tanto que en el 28 por ciento la aplicación de la justicia fue parcial. De todos modos juan te llamas.
México es el quinto país en asesinatos de periodistas en el mundo, de acuerdo con el Comité para la Protección de los periodistas (CPJ). Y esa posición se debe a que en la última década fueron asesinados poco más de 80 y 17 están desaparecidos. No están registrados como muertos pero todo parece indicar que nunca volverán a casa y a la redacción de sus medios.
Datos. Sólo más datos: la mayoría de los asesinados, la inmensa mayoría, fueron hombres y en uno de cada diez se sospecha de que la orden de liquidarlos haya provenido del gobierno. El 74 por ciento cubría temas relacionados con crimen, mientras que el 29 por ciento se encargaba de temas de corrupción, el 21 por ciento de política, el 12 por ciento de cultura, el 6 por ciento de derechos humanos y el 3 por ciento de deportes. Saque sus conclusiones.
Los dueños de los medios, sobre todo escritos, aglutinados en la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), organismo vilipendiado por ser precisamente integrado por los dueños, está haciendo lo suyo. No se le puede pedir peras al olmo. Pero está haciendo lo suyo. La Comisión de Impunidad de esa organización, presidida por Francisco Ealy Ortiz, dueño del periódico de la ciudad de México, El Universal, acaba de presentar un recuento sobre sus labores en defensa de la libertad de prensa en el continente americano.
En México, el amigo Ricardo Nájera es ahora el encargado de defender a los periodistas. Yo le confío al actual fiscal. Podría acabar con la mala costumbre del poder, de dejar impunes a los asesinos de tantos periodistas, sobre todo en el estado de Veracruz.

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