Articulo Único / Angel Mario Ksheratto

El futuro de Guatemala

Cómico. Payaso. Actor de quinta categoría. Cualquier adjetivo podría describir, si no a la perfección, con entera razón a quien hoy gobierna a Guatemala. Quienes no le ven con simpatía, le acusan de inexperto en política. Y les asiste la razón, pero no el motivo para descarnarlo cuando el país ha estado hundido en el fango de la corrupción, la simulación y el desdén de quienes lo han gobernado desde siempre, sean éstos militares corruptos y asesinos, o empresarios ladrones e insensibles.
A Jimy Morales —un actor con suerte—, lo eligieron en una especie de «ruleta rusa». Alejandro Giammattei Falla, respetado por muchos sectores chapines, pero a la vez, acusado por las autoridades de violaciones a los derechos humanos, pintó inmejorablemente el pasado espectro electoral guatemalteco: «Es como decidir qué mano te cortas o que ojo te sacas (prfs)», declaró al referirse a la segunda vuelta electoral, en la que participó la exesposa de Álvaro Colom, Sandra Torres —acusada junto con su familia de corrupción, robo, abuso de autoridad y mil delitos más— y el ahora juramentado premier guatemalteco.
Nuestros vecinos del sur venían de un triunfo inobjetable, loado en todo el mundo: desaforaron y metieron a la cárcel al presidente en funciones, Otto Pérez Molina y a la declarada más grande ladrona de América Latina, Roxana Baldetti, vicepresidenta caída en desgracia por mérito propio. Ambos han sido acusados de liderar una bien organizada banda de estafadores del erario público, a través del sistema tributario aduanal.
Elegir al menos indicado, sin embargo, les trajo sorna, burla y condena internacional. No tuvieron alternativa. Si hubieren elegido a Torres, hubiesen sido cuádruplemente satanizados y satirizados. El sistema partidista guatemalteco, estaba en desgracia y les era imposible ofertar a un candidato presentable, prestigioso, experto.
Pocos repararon en el bien constitucional de un país que —salvo el imperdonable desliz de Jorge Serrano Elías, el autogolpista sin un gendarme a su favor— ha mantenido la creatividad democrática que poco a poco, ha ido despojando de poder al Ejército y al CACIF, la todopoderosa organización —cuasi mafiosa— de empresarios, industriales y comerciantes que están detrás, adelante y al lado de los militares que exterminado a miles —millones, quizá— de indígenas y pobres que estorban el abultamiento de las billeteras de ellos, los poderosos.
No ha sido fácil excluir a militares, industriales y empresarios de la vida nacional guatemalteca. Es un hecho innegable que algunos de los expresidentes de la llamada «era democrática», obedecieron y siguen correspondiendo al dictado militar y empresarial. Ni Vinicio Cerezo Arévalo ni Álvaro Colom, declarados exguerrilleros (al menos ante quienes les conocen), pudieron desechar el yugo militar y caciquil de los súperpoderosos generales, coroneles, empresarios e industriales. La sociedad en cambio, ha logrado con éxito, marginar a los políticos tradicionales que viven bajo el férreo control militar y caciquil. Eso es un avance sustancial.
Muchos se preguntan si Jimy, el actor carismático, el chavo que hizo reír a miles de guatemaltecos, tiene los pantalones para cambiar al país. Lograrlo no es cosa de cuento ni de guion televisivo o cinematográfico. Será cuestión de voluntad, capacidad, inteligencia, humildad y mano firme.
Lo que de ahora en adelante haga o deje de hacer el presidente chapín, deberá hacerlo por convicción. Incluso, tendrá derecho a cometer errores por ignorancia… Pero que nunca lo haga por mandato superior. Eso la sociedad guatemalteca, jamás se lo perdonará. De hecho, desde su primer día de mandato, miles salieron a las calles para advertirle que a la primera, podría seguir los pasos de Pérez Molina: la revocación del poder.
Guatemala se merece un futuro cierto; con desarrollo equitativo, justicia, paz y armonía. Jimy Morales parece no tener ni capacidad ni experiencia para lograrlo. La gran apuesta es a su fracaso. Por ello, debe rodearse de las mentes más brillantes, no por su propio bien, sino por el de todo un país que, seamos francos, no tuvo otra opción que elegirle de entre el menú de políticos corrutos que pretendieron el mismo cargo.
Muchos años después de dejar el poder, un periodista hizo una sola pregunta al expresidente mexicano, Luis Echeverría: «¿Se arrepiente de proteger a los asesinos del 68?».
—Que se arrepientan los que provocaron el desastre; yo no… —, le respondió.
¿Echara Jimy la «bolita» a sus antecesores? ¿A sus adversarios? ¿A sus electores? El presidente guatemalteco, solo tiene una opción: Cumplir.
ksheratto@gmail.com

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