Articulo Único / Angel Mario Ksheratto

Tila, secuestrado

El de Tila, es un conflicto añejo. Ningún gobernante quiso entrarle a una solución apropiada y duradera. Paliativos y promesas que fueron acumulando odios y rencillas que hoy, tienen a los pobladores de esa cabecera municipal, en un una posición de alto riesgo y permanente confrontación. El problema, dicen las autoridades gubernamentales desde la comodidad de las oficinas en la capital, es entre ejidatarios y el Ayuntamiento.
En cierto modo, tienen razón en las explicaciones, pero carecen éstas de razón y credibilidad, en virtud de no tener un plan específico para poner fin a una reyerta de decenas de años y que se deriva de malas negociaciones políticas.
En medio de ejidatarios y el Ayuntamiento, hay mucha gente que, sin deberla ni temerla, padecen las consecuencias de ese conflicto: los pobladores de la cabecera municipal, que no forman parte ni de los campesinos que reclaman como suyas las tierras donde se asienta el edificio municipal, ni de las llamadas «guardias blancas» que, se presume, son financiadas por caciques y funcionarios de gobierno.
Éstos son gente pacífica que ha vivido ahí por años; sin embargo, hoy no cuentan con ningún servicio público. El agua es fue cortada por los ejidatarios que, desde hace semanas, tienen el control de calles y avenidas. La energía eléctrica, igualmente les es racionada. Pero lo más grave es que los servicios funerarios, tampoco funcionan. En primer lugar, porque el Registro Civil ha sido saqueado y quemado por los ejidatarios y en segundo, porque la autoridad municipal les impide enterrar a los muertos sin su respectiva acta de defunción, además de impedir, en muchos casos, el ingreso al cementerio.
Vecinos de ese municipio que por obvias razones hablan bajo el anonimato, cuentan que la zozobra en la cabecera municipal, es indescriptible; hordas de ejidatarios armados con palos, machetes, pistolas y piedras, deambulan por todos lados, amenazando a los ciudadanos que no comulgan con su movimiento… Por otro lado, grupos de civiles, armados también, los presionan para no enrolarse en las filas contrarias y a salir a la calle a apoyar al edil.
De ellos, nadie habla. Esas son las verdaderas víctimas de una crisis que debió solucionarse desde hace tiempo, pero que se mantiene ya por ineficacia de los operadores políticos del gobierno en turno, o ya por intereses electorales, como por desgracia sucede con todos los conflictos existentes en Chiapas.
Negarle los servicios básicos a toda una población, ajena a pleitos de cualquier interés mezquino, es una violación colectiva a los derechos humanos. Si las autoridades no son capaces de por lo menos, retirar la basura de las calles tomadas por los inconformes, tampoco tienen capacidad ni voluntad para garantizar la seguridad de cientos de familias inocentes.
En Tila, nos cuentan, se vive en estado de sitio. A las siete de la noche, nadie puede andar por la calle. Si nos son seguidores del alcalde, son los ejidatarios quienes imponen su ley, una ley propia que las autoridades estatales no parecen estar interesadas en cambiarlas por el verdadero Estado de Derecho, respeto, armonía y paz.
La petición de todos los tilenses es que el gobierno del Estado, retome el control del municipio; un diálogo, nos dicen, es imposible. Porque los operadores de la actual administración, solo han llegado a profundizar las diferencias y porque las partes en conflicto, se han mostrado inflexibles. La única salida posible es la utilización de la fuerza del Estado para retornar a la armonía.
Muchos habitantes de la zona centro, lo han perdido todo; negocios y casas completas han sido saqueadas. Muchos han tenido que dejar todo por temor a ser asesinados por uno u otro bando.
¿Quién se hará responsable de lo que ocurra en aquel municipio? ¿Tiene el estado, capacidad de respuesta a miles de ciudadanos trabajadores y pacíficos que lo único que quieren es vivir tranquilamente? Lamentablemente, el gobierno estatal, no parece tener intenciones ni de solucionar la crisis ni de meter en cintura a quienes tienen prácticamente secuestrados a los habitantes de ese pueblo.
Lo menos que puede ocurrir es que Tila desaparezca; sus habitantes originarios y avecindados, empiezan a buscar rutas para el escape, para la migración. Serán, según las estadísticas, un grupo de desplazados más. Gente que se quede a la deriva por la ausencia de un gobierno decidido a cimentar la paz y a imponer la ley contra quienes quebrantan la paz social. Lamentable lo que ocurre en Chiapas.

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