Chiapanecos de segunda / Álvaro Robles

¿Cuántos narcogobernadores, narcoalcaldes, narcodiputados, hay?

El cártel paramilitar más sanguinario está unido al PRI, lo que no sabemos es hasta dónde, dice Sanjuana Martínez, periodista especializada en cobertura de crimen organizado. Atiza más aún y libera la duda ¿Los políticos sirven a narcos o los narcos sirven a los políticos?
Lo que es obvio es que no existe narco al margen de la clase política. Con ello asiento también, algo preciso: no todos los políticos están ligados al narco. Ni el tema de esta reflexión es desenmascarar a quienes han optado por esta vía para acceder al poder. Más bien es ver el algo del enfoque casuístico de la impunidad.
El tema es, ¿por qué no disponemos de un sistema de justicia confiable? Es vergonzoso que países cuya tradición de corrupción tan grande como la nuestra, como España nos corrijan la plana. Ya ni decir de los vecinos del Norte, que son en mucho la boca que alimenta el crimen organizado en México, y que sean ellos quienes den noticia de la clase política mexicana corrompida o que impulsa al narco.
Especialista sostienen de Cohauila: Decir que Humberto Moreira «trabajaba» para los Zetas es incierto, más bien, a la luz de los hechos son los Zetas supuestamente, los que trabajaban para Moreira. No podemos olvidar que, durante su mandato y de su hermano Rubén, actual gobernador, Coahuila se ha convertido en un narco estado. Sostienen voces especializadas como las Héctor de Mauleón o Jorge Chabat.
La indagatoria contra los Moreira,Tomás Yarrington de Tamaulipas, Rodrigo Medina de Nuevo León, Fidel Herrera y otro finísimos notables siempre han llegado desde fuera. Acá, para un órgano como la PGR o las procuradurías estatales no pasa nada. El tráfico de influencias es un escudo en el que no penetra ni la humedad.
Recordemos a José Carlos Hinojosa durante el juicio por lavado de dinero para el Cártel del Golfo: el ex contador del cártel declaró que había entregado 12 millones de dólares para la campaña del candidato a Gobernador del PRI, Fidel Herrera Beltrán.
Constructores que se llevaron obras justificadas con mayor presupuesto en el gobierno de Juan Sabines, eran veracruzanos, y no menos de uno sostenía las supuestas ligas con los señores dedicados a la delincuencia organizada y no obviemos que al menos Javier, hijo de Fidel Herrera, mora en Chiapas con un desplazamiento activo entre los negocios y la política.
Algunos alcaldes en Chiapas han optado desde hace al menos un lustro, en repartir dinero a manos llenas en campaña, y han obligado a hacer cuentas acerca de cuanto invierten para acceder al poder y cuanto pueden recuperar en los tres años de administración de los diezmos de obra pública y proveedores. Los números a ojo de pájaro no cuadran: los cinco pesos de ganancia en el trienio, contra los 15 pesos que invierten en su campaña nos remiten a la sospecha. La única lógica, a lo mejor la más básica, es que su fuente es procedente del narcotráfico a quienes les dan seguridad durante su periodo de gobierno para el trasiego de droga u otras lindezas del hampa.
Estos polacos provienen de hogares humildes e inmediatamente transitan al modo lujoso de vivir adquiriendo casas en zonas caras, autos de lujo, accesorios caros y un modo de vida que dista del que se les conoció meses atrás. Vean a los Salazar Mendiguchía, a los cuates de Sabines y al Sabines mismo.
En ese proceso de simbiosis la relación entre polacos y narcos termina construyendo una intrincada red de relaciones que, a gente como Moreira o Sabines, no los alcanza el corto y esmirriado brazo de la ley mexicana y los vínculos entre unos y otros los acaba de fundir en una sola clase: pillos. No importa si los ampara el polvo de nieve o cualquier actividad del crimen organizado. Narcopolacos o narcos a secas, son de quienes debemos de cuidarnos. Hasta aquí, porque el miedo que congela me hace ojitos.

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