Chiapanecos de segunda / Álvaro Robles

Es comprensible la fuerza del ateismo hoy en día. Cuando la divulgación científica demuestra que antes «del genesis» estuvieron los prehombres del paleolítico y mucho antes los dinosarurios; que la virgen de Guadalupe sustituyó a la Tonantzin en el Tepeyac para quitar «la barbarie a los aztecas» y que mucho de lo que se muestra en una verdad dogmática es básicamente improbable.
Sin embargo habemos aquellos que amén del racionalismo, nos gusta tener fe, nos gusta creer en Dios y entendemos que no se trata de explicaciones cuadradas el acto de creer en una fuerza superior. Nosotros, los creyentes no estamos llenando un hueco de conocimiento en el mito irresuelto de lo que dice la biblia o el corán, sino que, por cuestiones muy íntímas nos cobijamos en el acto de tener fe y de que ésta sea el vehículo para hacernos mejor personas y sentirnos finitos frente nuestros problemas y frente al universo.
Uno entiende que la panacea de la democracia griega, omitía a las mujeres y a los exclavos; que los romanos usaban a los seguidores de Yahvé – aun no había nacido Jesús el Cristo – para sacrificarlos, antes de descubrir que la verdadera hegemonía ideológica era la fe; que la biblia no deviene exclusivamente del pueblo hebreo, sino de sirios y otros pueblos, hoy más apegados al Islam; que la biblia hoy como la conocemos, es una junta de libros tijereteados y adicionados, a lo largo de muchos siglos para hacerla más patriarcal y con sesgos de hegemonía ideológica; que el protestantismo luterano inicio con discusiones de dinero más que de la fé en sí y que la fé ha sido desde siempre un negocio que deja píngües ganancias, no solo para Roma, sino hoy para la mayoría de nuestras comunidades y pueblos en Chiapas.
Sin embargo, uno sigue amparándose al cielo cristiano – en mi caso – y mucho de los textos religiosos que fomentan la tolerancia, la compasión, la solidaridad y la bondad, entre otros atributos que uno encuentra. Porqué lo que nos mueve es el sentido genial de la humanidad que camina en sentido positivo por estos valores. Muchos expresarán que se puede ser bueno, ni necesidad de fe y yo coincido con ello. Pero muchos nos sentimos más plenos con la creencia y memoria de Jesús el Cristo y recibimos con mucho aprecio a quienes comparte esa noción de la vida.
Yo estimo que hacer mofa del Papa por el ateísmo o por estar en las filas de otras confesiones de fé, exhibe a personas con intolerancia y en algunos casos con crueldad. Denostar al jerarca católico como un deporte que nos da popularidad entre quienes nos conocen, no nos hace mejores personas, y menos aún críticos. Nos hace arbitrarios, abandonados al capricho de la voluntad, antes que al de la empatía, tolerancia, y da cuenta que preferiremos hacer lo que deseamos antes que hacer lo que marca la razón o la ley, y este es el punto.
Exigimos respeto, con burlas e ironías, pedimos atención pateando al de enfrente; exigimos consideración a gritos y manotazos y el principio del ojo por ojo, que es lo que campea cuando mostramos nuestra inconformidad con el Papa, terminará dejándonos ciegos a todos ¿o ya lo estamos? Mucho de lo que hizo el gobierno para traer, pasear y mostrar a este personaje está mal, pero de ahí a que ello legitime nuestras ofensas, solo da cuenta que estamos enojados, estamos resentidos – con razón estimo – pero no hacemos nada, para hacer algo positivo o tolerante frente a esta visita que debe sacudir aspectos positivos que se han aletargado. Esa es claro, mi muy personal opinión.

alvarorobles1303@gmail.com

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