Chiapas desde el Senado / Zoe Robledo

Don Salomón y el malestar del piso de abajo

Octavio Paz no solamente nos recuerda nuestra historia sino que, en buena medida, nos hace ver las relaciones ominosas con nuestros distintos pasados. El pasado, para citar una frase de José Alfredo Jiménez, «nos sigue por dondequiera» y esa compañía, por lo general, nos ha sido incómoda. Seguramente, hay otros pueblos que tienen conflictos similares, pero el nuestro es el que más nos interesa y nos lacera; entre otras razones, porque lo conocemos mejor.
En los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, en Estados Unidos, el ex boxeador Mohammed Alí desfiló y encendió el pebetero de la llama olímpica. Seguramente una leyenda muy conocida por los aficionados a ese deporte en todo el mundo, Alí, como eligió llamarse tras liberarse de su nombre de esclavo y convertirse al islam, fue el más ovacionado en aquellos juegos: estadounidenses de múltiples creencias y variadas orientaciones políticas aplaudieron al héroe. Una buena parte de los norteamericanos recordó al extraordinario pugilista de finales de los sesenta y principio de los setenta, sin reparar en otros temas del pasado. A nadie le preocupó que, justamente ese ex boxeador había criticado a los norteamericanos por su culto al enriquecimiento desmedido y por su racismo, o por la guerra de Vietnam, en donde se negó a combatir.
Otros miles de norteamericanos también fueron críticos a la intervención de Estados Unidos en el Sudeste Asiático. Entre esos miles estuvo el ex presidente William Clinton que, por cierto, fue reelecto sin mayores dificultades en la Presidencia de su país, a pesar de su pasado rebelde.
Por supuesto, Estados Unidos no es un modelo a seguir ni mucho menos; pero hay algunos planos de aquel país sobre los que, por lo menos, debemos pensar de manera objetiva. A los mexicanos de este tiempo, nos falta mucho y parte de lo necesitamos es, otra vez siguiendo a Octavio Paz, un encuentro menos conflictivo con nuestros distintos pasados. Un encuentro y no un desencuentro.
Esta idea viene a tema por el asunto de la escultura de don Salomón González Blanco en Chiapas. La figura fue retirada del Parque Joyyu Mayyu en Tuxtla Gutiérrez por las autoridades municipales sin ningún motivo creíble. El licenciado Salomón González Blanco es un personaje importante en la historia de Chiapas y de México, doctor honoris causa en Derecho por la UNAM, secretario del trabajo durante dos sexenios consecutivos, gobernador del estado de Chiapas, merecedor incluso de la Medalla Belisario Domínguez. Su legado se relaciona especialmente con la legislación mexicana sobre el trabajo, que no es poca cosa.
Las pirámides en Mesoamérica tienen varios pisos. Tienen muchas partes ocultas o destruidas por los sucesores en el poder de aquellos imperios. Un gobernante destruía u ocultaba lo hecho por sus antecesores o sencillamente lo dejaba irreconocible. Sobre todo, destruían los pisos que hacían referencia a gobernantes más distinguidos. La gloria o los prestigios de los gobernantes anteriores no podían permanecer, porque amenazaban a los del presente; sobre todo si los nuevos detentadores del poder no se distinguían por su tamaño histórico.
En México, y sobre todo en Chiapas, no podemos continuar entablando pleitos con el pasado y mucho menos vivir políticamente de ellos. Los personajes de otros años deben ser un referente a imitar o a superar. Lo que ellos hicieron mal hay que hacerlo bien y lo que hicieron bien se debe hacer puntualmente mejor. Debemos superar el ejemplo de los tlatoanis temerosos de las sombras ilustres. Debemos evitar que organismos sencillos pretendan evitar la luz que se refleja en los planetas.
Si el pasado no nos pertenece hagamos un acuerdo con él. Si llenamos de dudas nuestra historia no podremos pensar el futuro.
En tiempos tan complejos como los que hoy vivimos, es tarea obligada tener presente la experiencia de nuestros gobernantes aztecas, quienes por ocultar el piso anterior no crearon ninguna defensa contra los invasores venidos de más allá del mar. Los pleitos con el pasado no permitieron al pueblo mesoamericano sobrevivir al Quinto Sol, evitemos repetir la experiencia. Reconciliémonos y reconozcamos lo bueno del pasado para vivir un mejor presente. Solo así podremos aspirar a construir un mejor futuro.

BIBLIOGRAFÍA
Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, FCE. Varias ediciones.

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