Chiapas desde el Senado / Zoe Robledo

Nos falta Rosario

[dropcap]E[/dropcap]n agosto, se cumple un nuevo aniversario de la muerte de nuestra escritora. Por ese motivo, por ello quiero traer de nuevo a cuenta su personalidad literaria. En realidad, Rosario vivió la vida chiapaneca mucho mejor y en grado mayor que otros escritores. No está por demás decirlo, pero hay muchos literatos que escribieron sobre Chiapas y nos dejaron como legado una visión que parece de turistas. Parece de visitantes que vieron algo y se indignaron o se maravillaron de inmediato, pero esa indignación o enaltecimiento máximo es superficial y, desde luego, volátil. No es el caso de Rosario Castellanos.
Ella vivió Chiapas, aun cuando en su novela Rito de iniciación nos dice : «… no doy por vivido sino lo redactado», en otra parte de su obra matiza la expresión, al afirmar que la vida es difícil, es poco atractiva, pero a la contingencia de vivir se le enfrenta escribiendo. Rito de iniciación es, con toda seguridad, una novela realmente autobiográfica, que se refiere a las venturas y desventuras de una joven provinciana que llega a estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus aventuras y sorpresas se inician en las mismísimas ventanillas para iniciar los trámites de ingreso y cuando, un poco más tarde, se encuentra con la visión masculina en varias de sus múltiples expresiones. Ella, originalmente no nota esa situación asfixiante, porque su formación de niña y adolecente era conservadora, para decir lo menos.
Rosario Castellanos nunca había velado (probablemente nunca veló) las armas del feminismo radical. En su obra, aun en su madurez, no hay una rebelión en contra de lo establecido en la cultura de los varones. Rosario describe las circunstancias de la dependencia femenina, pero sin rasgar ninguna vestidura, hasta que evoluciona en un feminismo inteligente y eficaz debido a su ironía y sutilezas. Lourdez Galaz hace una reflexión que ha molestado a muchos partidarios del feminismo:
¿Feminista nata?… No, Rosario Castellanos fue educada en el seno de una familia tradicional. Nos explica que con los conocimientos que dan los años y la experiencia ha superado los atavismos ancestrales. Ahora la maestra Castellanos lucha por la superación e las mujeres en todos los aspectos…
A su vez, Carlos Monsiváis nos indica que la novela de Rosario fue una protesta literaria en contra de la situación de la mujer en México, pero no necesariamente un discurso feminista generalizado:
… En Rosario Castellanos se extingue la literatura femenina y se inicia la literatura de la mujer mexicana…
Su vida en la Universidad (de Rosario encarnada en Cecilia, la protagonista de Rito de iniciación) se da en un escenario de dudas. En lo más importante, la escritora chiapaneca nos da las primeras señales de un entorno que se convierte en más crítico, por lo menos de y para los jóvenes en los finales de los cincuenta. Muchos de ellos, particularmente en la Facultad de Filosofía y Letras, comienzan con nuevas lecturas y construyen nuevas preguntas. A corta distancia parece divisarse el horizonte de los sesenta.
Rosario parece valorar positivamente a los grupos intelectuales que asumen tareas formativas de buena fe y con buenos resultados. Valora la reflexión íntima o de pequeños grupos y concluye que los cambios necesarios se deben plantear desde un serio y sistemático ejercicio de pensar. Otra de sus conclusiones es en el sentido de que se debe conquistar la sabiduría a base de esfuerzos individuales para verterla no solamente en la obra literaria, sino en todas las actividades humanas.
Por supuesto, en su obra no hay expresiones pontificales ni llamados estridentes a la corrección literaria, moral o política. Tal vez hay una convocatoria a la distinción estética que —para la creación literaria o de cualquier otra expresión en el arte— es más importante que la virtud (cuando cita a Simone Weill).
Hace falta leer y pensar la literatura de Rosario Castellanos. Ahora que es julio y es el mes previo a agosto, seguramente Rosario nos invita al banquete (como el de Platón), para sumar razones, hacer respuestas y convidar la paz. También, como decimos en Chiapas: «Para echar ironías».

FUENTES:
Rosario Castellanos, Rito de Iniciación, México, Editorial Alfaguara, 1997.
Nahum Megged, Rosario Castellanos, un largo camino a la ironía. México, El Colegio de México, 1984.

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