Chiapas desde el Senado / Zoe Robledo

Cuarto año legislativo: lo actual y lo pendiente

[dropcap]E[/dropcap]n el Senado de la República se inicia el cuarto año legislativo. Lo importante de este evento es que al Congreso mexicano le corresponde hacer realidad su compromiso con los intereses más altos del país. Hasta ahora, el Poder Legislativo, en su conjunto, ha quedado a deber y esa circunstancia fallida es muy grave para todas las instituciones de la Nación.
Lo actual, que todos percibimos, es una grave crisis de credibilidad en relación con la clase política mexicana; es decir de los tres niveles y de los tres poderes de la Unión. Los ciudadanos desconfían ya de manera automática y califican con muy bajos números a sus gobernantes y legisladores. A veces, como es evidente, la calificación es sumaria y abundan las generalizaciones apresuradas y no siempre justas. Sin embargo, ahí está el reto.
En mi visión personal, la clase política mexicana no ha estado a la altura de las circunstancias. En buena medida se ha sustituido la reflexión por el calificativo demoledor que, a diferencia de los argumentos convincentes, siempre está a la mano de los interesados que, también por supuesto, son bastantes. Tal como corresponde a una sociedad plural en el ejercicio de sus derechos.
Es necesario remontar lo que corresponde. La clase política debe revalorarse y ser revalorada, porque alguien debe gobernar o representar a los ciudadanos. ¿Hay alguien más que la clase política? Sí y no. Necesitamos más ciudadanos metidos en la política y más políticos auténticamente cercanos a la ciudadanía.
Por eso mismo, el único camino es un nuevo acuerdo entre los ciudadanos y el gobierno, en todos sus niveles y poderes. Este acuerdo solamente es posible con una comunidad nacional más participativa y más atendida como tal.
El asunto ahí sí es simple (aunque no tan sencillo para ponerse en práctica): hacer que la clase política transparente sus actividades y se le cuestione por sus costos y sus resultados. Si esa clase política no funciona, habrá que crear otra y esto solamente es posible en un escenario democrático. Los problemas cotidianos de la democracia se resuelven con más y mejor democracia, que incluya cada vez más la visión y la voz de la ciudadanía.
Don Daniel Cosío Villegas decía — precisamente a propósito de los acontecimientos de 1968— que el camino para México era el de «hacer públicos los asuntos públicos». Transparentar las acciones, sus costos y sus resultados. En ese orden, la tarea central del Congreso de la Unión, en este tiempo, es legislar para la transparencia. Vigilar para que la rendición de cuentas sea adecuada, clara y puntual. La tarea del Congreso es evitar los resquicios por donde puedan pasar las irregularidades y la impunidad que la mayor parte de los mexicanos lamenta.
Los legisladores mexicanos estamos ante un desafío difícil, pero de ninguna manera imposible. Renunciar a los privilegios es iniciar la marcha hacia una mejor convivencia. No se trata de hacer milagros, sino de volver a la honorable vida republicana. Pasar del discurso conmovedor a los hechos trascendentes. Necesitamos poner fin al fuero legislativo; transparentar el patrimonio y los ingresos; evitar los conflictos de intereses y evitar los privilegios dignos de castas o poderes de otros tiempos.
No se puede tener fueros en un país preocupado por la impunidad que se corresponden con serias complejidades. No se puede contar con un servicio médico de privilegios en un país con un sistema de salud vulnerado. No se puede exigir seguridad personalizada en un escenario de inquietudes por la seguridad pública. Tampoco se puede ser dispendiosos en un país en donde la pobreza parece cobrar cada día una mayor fuerza. Los privilegios son una ofensa para los mexicanos ya muy golpeados por las circunstancias.
Al iniciar la LXII legislatura en el Senado de la República y en la Cámara de Diputados se imponen las reflexiones. Sin embargo, más que preocuparse, habrá que ocuparse de las tareas pendientes. Es tiempo de prepararse para la inevitable hora de rendir cuentas. La ciudadanía mexicana está preocupada y la clase política debe entender esa preocupación: entenderla y atenderla.
*El autor es Senador de la República por Chiapas

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